Hay días en los que tengo una apetencia especial de morbosear
y que manera más fácil se me ofrece que acudiendo a algún pub swinger de mi
ciudad o de cualquier otra si estoy viajando.
Cuando esto ocurre lo primero que hago es ordenar al cornudo
de mi marido que me prepare una ropita sexy para ir vestida de forma llamativa,
luego el muy cabrón se encarga de pintarme las uñas de los pies y ayudarme con
el maquillaje, además de ajustarme los ligueros el día que me los pongo, pero
eso si con el mínimo contacto de sus zarpas sobre mi piel, mientras hace estas
tareas propias de su condición me gusta hacerle preguntitas humillantes, tales
como,
- ¿Crees que ligaré esta noche cornudo?
- ¿Resultaré atractiva para algún chico con buena polla?
- ¿Piensas que alguno querrá follarme hoy?
- Perro, tu te limitarás a ser muy complaciente y servicial si
alguno se me acerca, no quiero que me ahuyentes los posibles amantes ¿Has
entendido cabrón?
Y el muy estúpido, como no podía ser menos, se limita a
asentir mostrando esa ridícula expresión de perro apaleado con la que yo tanto
disfruto, mientras el muy estúpido continúa con su labor de acicalamiento para
que su señora se muestre guapa y otros machos la puedan disfrutar.
Cuando termino de verme arreglada lo suficientemente sexy, le
arrojo al suelo la ropa que ha de ponerse el cerdo, consistente siempre en
prendas de vestir ya muy gastadas y de aspecto viejo y nada atrayente, para lo
que es él....., demasiado elegante.
Lo más probable al salir de casa es que no tenga demasiado
claro a cual pub vamos a ir esa noche, es muy probable que me dirija al más
cercano, pero si no encuentro aparcamiento al llegar, entonces le mando al
"chofer" que me lleve al otro que está algo más lejano.
Cuando entro en el pub elegido, son muchas las sensaciones
placenteras que experimenta mi cuerpo, lo más normal es que los chicos que casi
siempre hay en la barra, se queden mirándome y tratando de adivinar que
expectativas pueden tener conmigo, me encanta notar sus ojos recorriendo mi
cuerpo, algunos de ellos con disimulo y otros de forma mucho más directa y casi
desnudándome con un tipo de mirada agresiva que a mi me encanta, a estos
últimos los veo más viriles y decididos, observo también como sus miradas se
detienen por corto espacio de tiempo en la cara de mi estúpido acompañante, al
cual siempre trato de forma despectiva delante de todos, para dejar lo más
clara posible la situación y quien es la que manda.
Mientras sirven la bebida que en ese momento me apetece, me
gusta sentarme en alguna de las sillas altas dejando que la faldita quede
bastante elevada dejando a la vista de los posibles espectadores, la parte alta
del muslo donde comienzan las medias casi siempre negras que suelo ponerme y si
hay alguno más atrevido que me da conversación, no tengo reparo en
entreabrir y cerrar las piernas
dejándole entrever el color de mi braguita.
Mientras el cornudo por orden mía,
se encuentra situado cerca de mi, pero siempre dejando un espacio que revela su
insignificante e inútil presencia.
Después de estar unos minutos en la barra me dirijo al manso
con palabras similares a
- Vamos adentro cabrón, que quiero que me saques unas fotos
mientras alguno de estos chicos me acaricia.
Pasamos entonces a esa especie de pasillo francés en el que
apenas se vislumbran las sombras de los machos que se colocan detrás de la
mampara enrejillada, por ese motivo, estaría bien que valoraráis la labor del
cerdo de mi marido a la hora de fotografiar, ya que lo tiene que hacer
adivinando en que posición me encuentro.
Una vez en el interior de ese cuarto oscuro, comienzo a
moverme sensualmente en una especie de danza erótica, mientras el puerco
comienza a disparar el flash de la máquina fotográfica, iluminando la estancia
y permitiendo que los chicos me vean aunque sea de forma fugaz y de esa forma
pierdan ese respeto que a alguno de ellos les cuesta más de la cuenta vencer, poco
a poco me voy acercando hacia los agujeros y las manos comienzan a extenderse,
la mayoría de las veces de forma muy discreta, acariciándome los brazos o la
nuca, comprobando de esa forma que mi acompañante no es más que un objeto a mi
servicio.
Esos comienzos ya consiguen excitarme y por consiguiente no
pongo la más mínima oposición para evitar esas aproximaciones eróticas, como
bien podréis suponer pasito a pasito esas manos se vuelven más osadas y
empiezan a tocar mis pechos por encima de la ropa, para al poco tiempo meterse
por dentro de mi top procediendo a amasarme las tetas acariciando los pezones,
todo ello me excita enormemente y ya entonces mi deseo es que alguna polla más
decidida se introduzca por los agujeros de la mampara, cosa que normalmente no
suele tardar demasiado, cuando eso ocurre mi mano vuela hacia esos penes casi
siempre ya duros, con la curiosidad morbosa de ver el tamaño que los machos de
turno ostentan, una vez sopesados de largura y grosor me dedico con más
intensidad a la polla que más satisface para mis deseos, pero siempre sin
despreciar las demás pijas que anhelantes esperan su turno, me gusta ir pasando
de unas a otras sintiendo como mi mano se humedece con ese líquido viscoso y
transparente que soltáis los tíos cuando estáis cachondos.
Me encanta disfrutar sobando esos glandes gordos y suaves de
los cuales no para de salir ese caliente jugo pre seminal, recorro con mis
dedos toda su anchura y siempre presto especial atención al agujerito
palpitante que boquea como si de un pececito se tratara, cuando tengo la mano
totalmente humedecida, me gusta llamar al maricón de mi maridín y pasársela por
la cara además de meterle los dedos en su asquerosa boca para que me los deje
limpios, mientras yo me excito con su sometimiento y humillación.
Como podréis suponer hay algunas ocasiones en las que me
encuentro solamente con un macho dispuesto al juego, eso suele ser en días de
muy poco aforo en el local, cuando eso ocurre me dedico con más intensidad a
ese hombre y el morbo quizás no es tanto, pero eso no quita para que también
procure pasarlo bien, desde luego me pone más cachonda cuando veo a varias
sombras varoniles agolparse al otro lado extendiendo infinidad de brazos para
alcanzar mi cuerpo, siento sensaciones maravillosas cuando estoy con sus pijas
en la mano y noto como ellos me meten mano debajo de la faldita y me bajan la
braga o la apartan a un lado para sobarme el chochito y bastantes veces
pajearme con maestría hasta lograr que mis fluidos mojen sus manos, hay
ocasiones en que me encuentro tan excitada que casi sin darme cuenta, me
encuentro con una polla en cada mano, mis tetas metidas en los agujeros y
mamadas por esos chicos, mientras unos dedos me penetran la vagina y otros me
acarician el culo y muslos, como podréis entender en esas circunstancias es muy
difícil no orgasmar gimiendo como una perra.