martes, 23 de abril de 2019

DOBLEGANDO LA VERGÜENZA


Hace ya bastantes años, cuando nuestra vida marital, transcurría por cauces "normales", había veces en que nos juntábamos con amigos y comentábamos anécdotas o hablábamos de diferentes temas. Fue por aquel entonces, que en una de esas reuniones, salió a colación el tema de la timidez o vergüenza, uno de los amigos de mi marido algo gamberro, al que por cierto parecía que yo le gustaba, aunque tenía pareja, empezó a comentar en tono de burla el enorme pudor que sentía Porky de desnudarse delante de otras personas, este amigo había hecho la mili con mi esposo y por ese motivo sabía de primera mano todo lo que relató. Comentó que mi marido, mientras que todos los reclutas se duchaban tranquilamente, él se escabullía siempre, esperando a que terminasen y las duchas quedasen vacías, para en ese momento y de manera disimulada remojarse un poquito, eludiendo que sus compañeros pudieran ver sus atributos masculinos.



Mientras contaba esos episodios, el muy gamberro se reía a carcajadas, haciendo insinuaciones sobre el posible tamaño del pene de Porky, que bastante avergonzado y con el rostro enrojecido, aguantaba las bromas, que casi todos los presentes jaleaban divertidamente. Yo también, al igual que mi cónyuge, lo pasaba mal, no porque me importase, sino por las consecuencias que eso solía traer, ya que después, una vez solos, me tocaba pagar sus enfados, aguantando malos modos y feas contestaciones.



A mi todo aquello que nos contó Marcos, no me cogió de sorpresa, sobre todo porque ya había observado que cuando Porky iba a hacer algún deporte que por entonces practicaba, siempre venía a ducharse a casa, cuando todos los demás amigos lo hacían en el centro deportivo, pero aunque yo no lo veía lógico, tampoco le decía nada para no desatar su mal genio ni enfadarle.



Cuando en alguna ocasión tenía que ir al médico para algún examen, lo pasaba realmente mal y no digo nada si al llegar se encontraba con que la revisión debería hacérsela una doctora, se ponía incluso enfermo de la vergüenza de tener que pasar por ese trance.



Todo esto que os he explicado, no es para otra cosa, más que para que valoréis en su justa medida, el enorme trabajo de anulación mental que he ido practicando sobre el cerebro del cornudo, doblegando su voluntad y moldeando un espécimen obediente a mis caprichos o deseos.



Cuando estoy en mi ciudad de residencia, debido a motivos laborales o de familia, tengo que llevar mucho más cuidado en la exposición exhibicionista de las condiciones de vida del cerdo cornudo, y es por ese motivo que cuando voy de vacaciones o de visita a otro lugar, no puedo dejar pasar de largo la ocasión y aprovecho la circunstancia para degradarlo y mostrarlo como el imbécil astado que está hecho.



La humillación pública es admitida por el ciervo con total resignación, pero al mismo tiempo con una enorme dosis de vergüenza, me encanta rotular su porcina barriga de forma ultrajante, con letras bien grandes y obligarle a dar largos paseos por la playa naturista o llevarlo desnudo por la calle, siempre mostrando su ridícula colita, ante las miradas curiosas unas veces o burlonas en otras muchas. Todo esta exhibición, no hace sino rebajar la autoestima del cornudo a bajo mínimos, mientras el proceso de deshumanización que tengo como meta, continúa madurando inexorablemente en su estúpida sesera.

En las fotos que le saqué, lo podéis ver sentado en un chiringuito, expuesto a la visión de todos los clientes y en las otras imágenes, andando por la calle que lleva desde el apartamento hasta el mar, en estas últimas, podéis apreciar, como el muy hijo de la gran puta, se pone la toalla delante para tapar su ridícula virilidad, en aquel momento, cuando las tomé, me encontraba más pendiente de las personas que pasaban o de la pareja del banco que se burlaban del cornudo que de la pose que tomaba el cabrón, me inquietaba un poco también la presencia de niños cerca, ya que con ese tema suelo tener mucho cuidado.



Ya sé que quizás este tipo de fotos no son de las que más os agraden, pero me gustaría que valoraseis el esfuerzo de trabajo y adiestramiento que he ido llevando con el animal, a lo largo de todo el proceso de transformación.

 Por cierto y antes de que se me olvide, en aquel entonces ya le administraba también hormonas femeninas, para intentar completar un poco más la feminización que me planteaba llevar a cabo en el grasiento humanoide, ya veis que tetas de cerda se le estaban desarrollando.

miércoles, 17 de abril de 2019

CORNEANDO 8 - FIN


Mientras el becerro seguía grabando y fotografiando con entera dedicación, tal y como tiene ordenado, yo por mi parte, ignoraba su presencia completamente, debido sobre todo, al placer que estaba recibiendo por parte de mi caliente semental.



Mi mente se abandonaba, disfrutando con los fuertes golpes de riñones que el joven amante daba con la pelvis en la entrada de mi coñito, consiguiendo con sus envites que el duro pene me taladrara una vez tras otra sin piedad, invadiendo lugares dentro de mi vagina a los que el cornudo con su pequeña pilila, nunca pudo ni acercarse; hablo de aquellos tiempos ya lejanos, cuando teóricamente éramos un "matrimonio feliz" y tenía la oportunidad de follarme.

Me hubiera gustado sentir la dura polla del corneador vibrando en mi interior, soltando los abundantes chorretones de cálido semen; porque cuando eso ocurre, siento un placer inmenso al notar como el macho la clava hasta lo más adentro que puede, mientras comienzan a palpitar al unísono, tanto el rígido miembro, como sus ardientes huevos, escupiendo en mi interior, toda la carga de espesa leche, que inevitablemente han ido almacenando durante el morboso encuentro vivido, hasta desembocar en ese tan deseado y esperado clímax blanco.

De cualquier forma, y después de todo el trabajo realizado por el cornudo, mientras duró la caliente sesión, era bastante injusto no proporcionarle como regalo, un buen refrigerio lácteo que reforzara el calcio de su hermosa cornamenta, así que tanto mi "novio" como yo, decidimos agradecer su encomiable labor, procediendo a regar mi cuerpo con el denso contenido de sus preciosos testículos, consiguiendo de esa forma, proporcionar al animalito el proteínico obsequio alimenticio, que tanta repugnancia le provoca, pero que a mi entender, tan provechoso le resulta para mantener activa en su mente, la condición de astado sumiso.



Por otra parte  no os negaré, que a mi también me encanta gozar los instantes, en que el blanco yogurt  expulsado por el pollón del macho, va salpicando las diferentes zonas de mi piel con sus ardientes y aromáticos goterones lechosos, ese olor a sexo húmedo y vicioso, me vuelve loca.

Como podéis contemplar en el vídeo, el puerco, inexorablemente, fue obligado a tragar todo el semen que bañaba mi epidermis; mientras iba lamiendo los grumosos restos de esperma, el muy imbécil, no podía evitar las náuseas, debido al rechazo que siente hacia la leche de macho. Es tan estúpido que no se da cuenta de que lo hago por su bien, ja,ja,ja., me excita ordenarle comer gruñendo como el gorrino asqueroso que es. En mi opinión, resultan unos momentos de humillación extrema, al doblegar la posible resistencia que pueda tener todavía, como la persona que alguna vez fue. Siento interiormente, como se acrecienta mi dominio sobre el puto ciervo y me anima a seguir en mi proyecto de convertirlo en una cerdita maricona y mamona al servicio y juguete de mis machos, utilizándola como objeto de placer, sin voluntad propia.

Espero que hayáis disfrutado con toda la serie de relatos CORNEANDO, tanto como yo lo hice viviéndola.

jueves, 11 de abril de 2019

CORNEANDO 7




Después de un par de horas en ardiente batalla sexual, parece que a mi amante de ese día, a pesar de su innegable potencia juvenil, le costaba mantener la rigidez de su polla, cosa que está claro yo no le iba a permitir. Después de que había estado excitándome, lamiendo mis duros pezones, necesitaba ser follada de nuevo y para ello quería disponer de un rabo bien duro, que me aportara el máximo del placer deseado, así que sin más dudas, me puse a la faena para lograr mis objetivos viciosos.

Tomé el pene con mis manos, comenzando a manipularlo deslizando suavemente mis dedos, arriba y abajo, masturbándolo, mientras alternaba con suaves golpecitos, llamando provocadora a la fuerza de sus cojones, poco a poco sentí como el miembro iba adquiriendo algo de rigidez, pero para mi todavía no era suficiente,  yo lo necesitaba bastante más duro, además debido a mi calentura, me apetecía saborear el líquido preseminal que iba desperdiciándose mientras humedecía mis dedos, así que comencé a mamar el delicioso cetro de mi macho, hasta que conseguí desatar de nuevo toda la potencia viril del joven amante, que movido por la pasión, se subió encima mío y comenzó a penetrarme con fuertes golpes de cintura que me hicieron estremecer de placer y deseo.



Su polla se deslizaba machaconamente una y otra vez recorriendo el interior de mi vagina, totalmente lubricada, debido principalmente a mi excitación y también a los salivazos que antes yo le había dedicado, el sonido de mis jadeos acompañaba el rítmico golpeteo de sus huevos contra la entrada de mi caliente chochito, el gusto que sentí me hacía abandonarme sin remisión, entre los brazos del joven semental que con tanta fuerza me montaba...

Me gustó tanto la forma en como movía la polla dentro de mi interior, que totalmente entregada al macho, me abría de piernas totalmente para facilitar sus calientes acometidas. Llevada por los intensos deseos y obnubilada por la pasión, me olvidé casi completamente del perro cornudo, que fiel a sus obligaciones como marido astado, no perdía ningún detalle, cámara en ristre, de la gran puesta de cuernos que su querida mujercita le estaba obsequiando.