Estando ya muy cerquita del inicio de mis
vacaciones (que, dicho sea de paso, espero que sean muy moviditas y morbosas),
doy comienzo a este relato o experiencia, que en principio constará de tres
partes, en las que quiero mostraros toda la cantidad de fotos que se sacaron
durante la sesión y también algunas de las diferentes secuencias del vídeo que
se grabó.
Debido a la premura y al poco tiempo que
dispongo en estos momentos, vais a comprobar que el texto va a ser mucho más
cortito de lo habitual, de hecho, os contaré únicamente lo indispensable, para
resaltar algunos detalles que puedan pasaros inadvertidos a través de las
imágenes.
Comenzaré el relato, diciendo que el
principal protagonista de esta historia es un sumiso cuyo nick es el de
"Perro Pamplona" y también que lo que voy a contar, se remonta a los
años 2012 y 2013, con una diferencia de tres meses entre las dos sesiones que
le di. Por aquel entonces, era todavía la época en la que yo andaba explorando
y tomando conciencia de lo que podía suponer en mi vida la dominación y la
superioridad que podía llegar a ejercer sobre los putos sumisos, como después
pude constatar sometiendo tanto a Porky como a aquel otro nuevo perro.
Si no recuerdo mal todo se inició, cuando
"Perro Pamplona" me envió un mensaje expresando sus deseos de
esclavitud, rogándome el poder ponerse a mi servicio. Después de intercambiar
algunos mensajes en los que me explicaba sus ganas de ser sometido y también
sus límites, decidí darle la oportunidad de conocerlo y ver que clase sumiso
era.
Acordamos una fecha para la cita y a la
hora fijada el perro se presentó obedientemente en el lugar que yo le indiqué,
fue muy puntual, sobre todo, teniendo en cuenta que tuvo que hacer muchos km.
de desplazamiento desde su ciudad hasta Zaragoza, pero hizo lo que se espera de
todo buen esclavo: no hacer esperar al Ama ni un segundo.
Habiendo pasado tanto tiempo desde
aquellas sesiones, no puedo evitar tener bastantes lagunas de cómo se desarrolló
la primera toma de contacto entre Ama y perro. Si que recuerdo, que tanto su
aspecto como educación, no me desagradaron y creo que fue aquel día, cuando
después de reconocer al animal en un parque discreto, me lo llevé a una tienda
del Corte Inglés, para divertirme y comprobar que grado de obediencia mostraba
al ser humillado.
Porky en su denigrante papel de mascota
obediente y siempre siguiendo mis órdenes, sacó alguna foto en la que se puede
ver como "Perro Pamplona" obedientemente se ponía una faldita delante
para mostrarme el efecto, mientras que yo en voz alta le decía como le podría
sentar puesta, por supuesto alrededor nuestro había algunos clientes que
miraban sorprendidos. Elegí esa falda de cuadritos y me lo llevé al probador
para que se la pusiera, mientras que mi cerdo sumiso se quedaba fuera
esperando.


Hasta ese momento, todo lo que pude
apreciar de aquel nuevo sumiso me pareció bien y de confianza, así que decidí
ir más allá y probarlo más a fondo dándole una sesión. Le ordené montarse en el
coche, tirado en el suelo de los asientos de atrás como un animal y me lo llevé
a mi rincón del sado. Por aquel entonces no lo tenía acondicionado a como lo
tengo ahora y esa es la causa de todos esos difuminados que salen en la
grabación. Por otra parte, nunca en aquellos años pasó por mi imaginación, el
qué con el tiempo, pudiera ser capaz de manejar un programa de edición de
vídeo, como del que ahora dispongo.

Nada más llegar a mi rincón secreto,
ordené desnudarse a los dos puercos y procedí a inspeccionarlos de arriba a
abajo, prestando especial interés en el nuevo ejemplar. Me recreé especialmente
en el volumen de los genitales de ambos animales de manera comparativa, con la
perversa intención de poder precisar cuál de los dos podría ser el macho y cual
la hembra en el hipotético caso, de que en el transcurso de la sesión me
apeteciera presenciar un degradante apareamiento animal. Para saber a cuál de
los cerdos elegí como semental, solo tenéis que fijaros en cuál es el que lleva
corbata, aparte claro está, de la comparación en el tamaño de rabo, que resulta
altamente visible y eso que por aquel entonces, Porky todavía no había visto
reducida su virilidad a la mierda diminuta que a día de hoy le cuelga entre las patas.

Una vez concluida la vejatoria inspección y
de haber asignado a cada uno el papel degradante que les correspondía mantener
durante la sesión, empecé a divertirme con la humillación y sometimiento de los
dos animales. Lo primero que se me pasó por la cabeza, fue el obsequiarlos con
una apetitosa alimentación, lo más apropiada posible para unos cerdos como
ellos. Me encantó prepararles el repugnante y cremoso pienso, aunque antes de
ponerlo al alcance del hocico de las bestias, me compadecí de ellos y de manera
altruista quise mejorar el sabor, aderezándolo con un espeso salivazo en cada
recipiente, revolviéndolo seguidamente con mis dedos enguantados, para que todo
aquel suculento engrudo quedara muy bien mezclado. Puse los comederos delante
de ellos, que como dos animales bien adiestrados esperaban mi orden para
lanzarse a engullir su alimento. Después de unos segundos de espera en los que
ambos me miraban sin saber muy bien que hacer, les permití tragar la bazofia,
que como dos gorrinos gruñendo sin parar (para mi deleite), comieron hasta
dejar limpio el recipiente en un festín porcino y grotesco.


Seguidamente me dispuse a darles un
aspecto mucho más adecuado a su condición de cerdos, para ello procedí a
rasurar el culo y genitales de ambos cochinos, dejándoles el ojete bien visible
y limpito. Como podéis escuchar, a mi seboso puerco no le hacía ni gota de
gracia el que después del afeitado lo frotara con masaje por toda la zona
rasurada ¡Qué se joda ! Ya sé que escuece y por eso lo hago.


De lo que no se quejaba el hijo de puta
mal parido, fue del ordeño que le hice a continuación. Por aquel entonces, una
de las cosas con las que yo disfrutaba y me resultaba tremendamente divertido,
era ponerlo cachondo perdido y hacerlo jadear hasta que presentía que estaba a punto de correrse, en ese instante paraba la
manipulación de su rabito y lo abandonaba, mientras entre risas, escuchaba sus
lastimeros y suplicantes gemidos, quedándose el muy imbécil con los cojones
llenos y en la mayoría de las veces doloridos, eso le creaba una enorme
frustración y lo hacía ser mucho más servicial y obediente. Si por un casual,
como en alguna ocasión ocurrió, no paraba en el momento adecuado y el lechón
llegaba a expulsar algo de semen, indefectiblemente era obligado a tragarlo sin
dejar una gota, cosa que hacía entre arcadas, pero lo hacía. Actualmente todo
eso ha cambiado de manera radical, ya no es hombre (virilmente hablando) su
diminuta pollita me resulta ridícula y repelente, siéndome causa de asco no
exenta de risa y humillación.
Por ahora la primera parte del relato se
queda aquí, aunque es cortito espero que os haya divertido y sobre todo, sirva
para no perder el contacto durante mis largas vacaciones. Por cierto y como ya
dije en el anterior reportaje, os recuerdo que voy a viajar por varias ciudades
de nuestra geografía, así que si alguno de vosotros está interesado en poder
conocerme, deberá escribirme por privado a mi correo y os contaré los sitios
que voy a visitar, siempre claro está, que yo vea que puede resultarme morboso
y sabe jugar a lo que a mí me gusta.