Saludos a mis queridos amigos del blog. Por exigencias personales dejo aparcado el último
capítulo de dominación sobre mi esclavo “Pug”, pero con la promesa de
terminarlo en cuanto mi tiempo lo tenga más controlado.
Como no quiero dejar abandonado el blog
durante demasiado tiempo os voy a relatar la forma en que conocí a Jean Paul y
lo que sucedió en la muy interesante cita que tuve con él.
El contacto con J.P. viene de varios años
atrás. En un principio solamente fueron mensajes amistosos por correo, no
carentes de una cierta dosis de picante en algunos de ellos, pero sin la
posibilidad de conocernos personalmente debido sobre todo a que nos separan una
buena cantidad de kms., que por una causa u otra
siempre supusieron un buen obstáculo, para poder conocernos en una primera
cita.

Esa relación de amistad morbosa se fue
afianzando cada vez más, al mismo tiempo que la confianza entre nosotros, iba
aumentando considerablemente, hasta el punto de abrirnos en detalles personales
e incluso darnos nuestras respectivas direcciones con pelos y señales. Jean
Paul me dijo que vivía en Madrid, muy cerquita de la Castellana y me invitó a qué si yo me decidía a hacer el viaje que tengo
pendiente a la capital, no tuviera el mínimo inconveniente en alojarme en su
casa y que por supuesto tampoco debería sentir preocupación alguna por el
cornudo, en el caso de que decidiese llevarlo como mascota, puesto que en el
garaje de su vivienda tiene un cuartito trastero donde meterlo y en él que se le
pondría una colchoneta para que pudiera dormir sin molestarnos. Como ya imaginaréis, J.P. vive solo y es soltero,
lleva viviendo en Madrid seis años desde que su empresa lo envió desde Francia como delegado en funciones y con la
encomiable tarea de reactivar la actividad comercial en España.

El caso es que mi generoso amigo, desde el mismo
momento en que le pasé mi dirección, me quiso hacer un regalo que me encantó (a
qué mujer no le agradan ese tipo de sorpresas) y, por supuesto, yo se lo
agradecí muchísimo. Se
trataba de un vestido con un cierto toque sexy, pero al mismo tiempo elegante y
no demasiado exagerado. Ese regalo desinteresado no hizo más que avivar mis
ganas de conocerle personalmente, y todavía
fueron aumentando de intensidad al mismo tiempo que Jean Paul seguía
halagándome con diferentes detalles, siempre sin pedirme absolutamente nada a
cambio, salvo mi amistad.

Nuestro intercambio
de correos continuaba con bastante asiduidad al mismo tiempo que las
confidencias entre nosotros se iban haciendo bastante más íntimas y en algunas
ocasiones calientes, hasta que, en el mes de agosto pasado, me notificó que
tenía que venir a resolver unos asuntos a Zaragoza y podría estar al menos un
día en mi ciudad. Me causó una gran alegría la noticia ya que por fin se abría
la tan esperada posibilidad de conocernos en persona. Me puse contentísima e
incluso excitada al saber que después de tantos meses de confidencias personales
y sexuales al fin íbamos a vernos.

Mientras el día tan esperado se iba acercando,
el tema de nuestros correos se centró en ir haciendo planes para cuándo
estuviéramos juntos y como ya supondréis, fantaseando con la creación de
algunas situaciones morbosas. Fue en uno de esos correos cuando Jean Paul me
contó una de las fantasías que rondaba por su cabeza desde hacía tiempo y,
después de exponérmela, me preguntó si me apetecería ser cómplice de algo cómo
lo que a él tanta excitación le producía.

La fantasía que J.P. me contó, consistía en
que él y yo fuéramos al PK2 simulando ser matrimonio y una vez allí poder
exhibirme delante de los clientes masculinos que hubiera en el pub e incitar a
alguno de ellos para que bailara conmigo de manera sensual y me dejara magrear
delante de él. A mí me pareció una idea muy morbosa y ni lo dudé, acepté rápidamente, pero le dije que para que fuera
más efectivo e incluso ambos sintiéramos de manera más real el peso de los
cuernos que yo hipotéticamente le pensaba poner, en todas las horas o incluso
días que él estuviera a mi lado debería tomar el puesto de mi esposo a todos
los niveles en nuestro hogar, incluyendo derechos maritales y por supuestísimo
sexuales, mientras que Porky quedaría relegado a
ser el siervo obediente y cornudo de mi marido francés y de su puti-esposa. Ni
que decir tiene que mi ofrecimiento le encantó y aceptó de inmediato para
llevarlo a la práctica.

Y por fin llegó el día tan esperado y
deseado. Jean Paul, al llegar a Zaragoza, y a
pesar de que yo le ofrecí mi casa como alojamiento, quizás por la inseguridad
lógica del desconocimiento personal que todavía existía entre nosotros, optó
por instalarse en un hotel del centro de la ciudad y muy cerca de la Basílica del Pilar, cosa que, por otra parte, pensé que era una decisión muy acertada y que
era yo quien me había precipitado con la invitación. Una vez que llegó a la
habitación y colocó su escaso equipaje, me envió un mensaje avisándome de su
llegada y para concretar donde poder vernos. Quedamos en que sobre las 7 de la
tarde se acercaría con su coche a una calle cercana a mi casa y que yo, usando
de chófer al cornudo, saldría a buscarlo.
ESTE ES EL VESTIDO QUE JEAN PAUL ELIGIÓ PARA EXHIBIRME
Debo reconocer que estaba muy nerviosa,
porque una cosa es relacionarse por correo y otra muy diferente estar cara a
cara, y además también me causaba algo de inquietud el hecho de citarlo en mi
casa sin tener ni
idea de cómo podría resultar ese primer encuentro y si nos gustaríamos o
echaríamos a correr nada más vernos. Esa enorme incertidumbre que me invadía en
aquellos momentos, más tarde comprobaría que era compartida, ya que posteriormente
Jean Paul me confesó que él había acudido a la cita igual de nervioso o incluso
más que yo.
ESTE ES EL VESTIDO QUE ELEGÍ PARA EL PRIMER MOMENTO
POR DELANTE
Para salir a su encuentro me puse un
vestido vaporoso bastante escotado, similar al que llevaba Marilyn Monroe en la
escena famosa de “La tentación vive arriba”, en la
que el aire del suelo le eleva la faldita, con la diferencia de que el mío era
de color negro. Me miré en el espejo y me encontré atractiva además de algo
sexy, así que sin más dilación le ordené al chófer cornudo que me llevara al
encuentro de J.P., y allí estaba él, impecablemente vestido y, como he dicho, muy
nervioso. Abrí la puerta trasera, nos dimos dos castos besos y se sentó a mi
lado, nada más entrar en el coche noté la fragancia del perfume que usaba Jean
Paul, su cuerpo desprendía un olor masculino y embriagador que hizo que, tanto
por su parte como por la mía, la confianza fuera
dejando atrás el nerviosismo. Nos gustamos mucho mutuamente, todo prometía que el encuentro
iba a ser muy morboso y especial.
ESTE ES EL VESTIDO QUE ELEGÍ PARA EL PRIMER MOMENTO
POR DETRÁS
Llegamos a casa y pasamos al salón, nos
sentamos en el sofá y de una bolsa que llevaba sacó tres regalos, uno de ellos
para Porky que me hizo mucha gracia, se trataba de una
colonia cuyo envase era una estatuilla de una cabeza de ciervo con unos
cuernos majestuosos, muy pero que muy apropiado, y para mí una caja de dulces
muy bonita y un perfume de una marca selecta que
me encantó. Aunque Por encima de aquellos regalos, todavía me gustaron mucho
más y comenzaron a excitarme sus primeros besos en cara y labios, algo tímidos al principio, quizás debido a la presencia del manso
que rompía con su patética mirada la magia del momento.
EL VESTIDO QUE MÁS LE GUSTÓ A J.P.
Le ordenamos al cabestro que nos trajera
algo de beber y picar mientras hablábamos y poco a poco se iba rompiendo el casi
imperceptible hielo inicial, con el paso de los minutos la conversación se fue
tornando más calentita comenzando a contarnos algunas de nuestras fantasías y
también conocernos más íntimamente.
EL PUTO CRIADO CORNUDO SIRVIÉNDONOS

Como lo que llevábamos idea de hacer esa noche era ir
al PK2 como pareja y que él pudiera hacer
exhibición de su recién estrenada y flamante esposa, le propuse que debería elegir el
vestido que más le gustase para que yo me lo pusiera y atrajera las miradas viciosas de otros hombres. Le
gustó y excitó la idea de hacerme vestir a su gusto, no había más que ver el
bulto de su bragueta para saber que era así. Me dirigí
a mi habitación y fui probándome, uno a uno, los modelos que consideré
que podían ir mejor para la ocasión. No recuerdo
ahora si fueron 6 ó 7, al final le gustó uno largo y
muy transparente, sobre todo por la espalda, que dejaba ver la totalidad de mi
culo cubierto únicamente por un minitanga. En el pase de modelos que le hice a mi nuevo marido, le ordenamos al ciervo
que nos fuera sacando las correspondientes fotos
de recuerdo con cada una de las atrevidas prendas y también que grabara en
vídeo nuestras respectivas reacciones. Y como en
ese punto Jean Paul ya había perdido muchísima
de la timidez inicial, con cada uno de los vestidos se levantaba del sofá y me
tocaba, besaba o abrazaba sin cortarse un ápice por la presencia del inútil que
tengo por marido, e incluso pienso que se recreaba en la humillación que todo
aquello le pudiera producir al manso.
EL CORNUDO SACANDO FOTOS DE SU MUJERCITA Y AMANTE
Cuando ya quedó claro el vestido que debería
ponerme para complacer a mi recién estrenado marido, mandamos al cabestro que
nos preparara la cena y nos la sirviera diligentemente, estando únicamente
pendiente de que nuestras copas y platos estuvieran siempre servidos. Me
encantó la complicidad marital que tuve con Jean Paul y aunque apenas lo
conocía desde hacía un par de horas, conectamos tan bien y hubo tanta química que casi lo sentía como mi auténtico esposo. Qué bonito fue
aquello y cómo se prestaba la situación para
vivir de forma real esa fantasía que él tenía y sigue teniendo, de sentirse
como un marido cornudo. Aunque en principio todavía no tengo muy claro si J.P.
desea que esos cuernos se culminen viéndome bien follada por otro hombre o
solamente su deseo es excitarse viéndome zorrear, para después de calentarse
con la situación, terminar copulando con su recién
estrenada puti-esposa (es decir, conmigo)..

Serían como las 21,30 cuando nos pusimos
en marcha hacia el club swinger PK2, el puto esclavo por delante, marcando el
camino, y mi nuevo marido y yo siguiéndole. Al llegar nos recibieron las dueñas
tan amablemente como siempre y ahora con el
cornudo dos pasos por detrás. Les presenté a mi
esposo Jean Paul que les cayó muy bien y privadamente me dijeron que había
acertado con la elección y que desde luego mi nuevo marido valía cien veces más
que el idiota que habitualmente me acompaña, me lo dijeron delante de Porky,
riéndonos humillantemente en la puta cara del cerdo seboso.

Desafortunadamente y para frustración
nuestra ese día había poca gente y además bastante pasota, aunque sí que es
cierto que posteriormente alguno de los presentes estuvo de mirón a distancia,
mientras J.P. y yo nos lo pasábamos bien y el cabestro Porky nos grababa. No
obstante, y mientras Porky se quedaba en la barra como un pasmarote, yo me metí
con mi marido francés por la zona privada para enseñársela y de esa forma me
pudo pasear y en cierta forma exhibir por delante de los pocos clientes que
había, haciendo que mostrara morbosamente mi culazo, claramente visible a
través de las transparencias del insinuante vestido.
Estuvimos
en la barra como una media hora, y en ese tiempo
Jean Paul me estuvo morreando y tocando delante de las camareras que de reojo
nos miraban y reían
entre ellas ante la patética presencia del estúpido de Porky en su
irrelevante papel como auténtico marido corneado y sufriente.
Con todo el calentamiento que nos estaba
produciendo la situación y los sobeteos, decidimos entrar a la zona privada acompañados del bobo fotógrafo, para
que nos grabara o nos acercara las bebidas cuando se las pidiéramos. Una vez en
el habitáculo, nos desnudamos y por fin llegó el momento, tanto tiempo deseado,
de juntar nuestros cuerpos desnudos y poder sentir el intenso olor del perfume
mezclado con el deseo, además de ese cálido y sensual tacto íntimo de la piel
contra la piel, aderezado con los inevitables gemidos
de excitación e intercambio de fluidos.
Por el momento termino este primer reportaje aquí y os dejo algunas de las
fotos que nos sacó Porky, así como también algunos de los momentos grabados. En
la segunda parte os pondré el resto de los vídeos que el ciervo tiene siempre
la obligación de grabar inmortalizando una nueva puesta de cuernos.