Como ya conté en el anterior reportaje, al
llevar a cabo mi perverso plan conseguí contactar con un chico que
me hizo pasar momentos tremendamente morbosos, que ahora os quiero seguir
contando.
La
manera tan excitante en que Dylan me comía el coño penetrándolo con su húmeda
lengua haciéndome vibrar de placer, logró que en mi cabeza surgiera de repente
y sin esperarlo, un excitante “déjà vu”
en el que mi mente voló de una forma tremendamente nítida, hasta el año
anterior en fechas similares, recordando aquella situación tan tremendamente
caliente que había sucedido la noche en que de forma casual nos conocimos.
Como creo que ya dije en la
primera parte de este reportaje, a Dylan lo conocí en el verano del 2023 de una
forma totalmente casual, pero que terminó siendo especialmente viciosa y especial,
debido a lo bien que lo pasé y lo mucho que lo disfruté.
Para que os pongáis un poco más en
situación, comenzaré explicando que el antiguo local de El Pecado en ese año
estaba justo al lado de donde está ahora el nuevo y se trataba de un pub que fácilmente
podría denominarse swinger o liberal. El local estaba bien, aunque era muchísimo
menos espacioso que el actual. Al entrar había una terraza exterior con mesas
altas para todo aquel que prefiriese estar o alternar al aire libre, (…) una
vez dentro te encontrabas con la barra a la derecha, también con mesas y
banquetas a los lados. Enfrente de esa barra había una puerta a la izquierda y
otra en el extremo opuesto de la misma pared. La primera daba acceso a una sala
muy poco iluminada con varias camas en diferentes habitáculos a los cuales
solamente podían acceder parejas o chicos solos invitados por esas mismas
parejas. La otra puertecita daba paso a otra habitación, también en penumbra, y
al igual que la anterior con varios departamentos con colchonetas donde poder
jugar morbosamente. La considerable diferencia entre los dos cuartos, era que a
este
último
podía entrar quien quisiera sin restricción alguna.
Después de esa ligera descripción del
escenario de mi aventura, sigo con los hechos. Ese verano del 2023, ya había
ido 4 o 5
veces a ese club, siempre acompañada de mi mascota y normalmente con el mismo
resultado: muchas miradas escrutadoras o provocadoras, casi siempre de otras
parejas y también de chicos, pero que quizás por la presencia del cornudo, no
daban el paso ni tomaban decisión alguna de decirme absolutamente nada, con la
consiguiente decepción que ello me provocaba.
Algo cansada de tanta pérdida de tiempo,
una de las noches que salimos cuando íbamos hacia el
pub, tomé la decisión que llevaba meditando toda la tarde y le dije de manera
tajante al pelele cornudo:
- Tú te vas a quedar fuera
y hasta dentro de 15 minutos por lo menos, no quiero que entres y cuando lo
hagas a mí ni me mires, no quiero que nadie piense que vienes conmigo.
Se quedó con cara de
tonto, sin saber que decir hasta que me preguntó
- ¿Y cuándo entre que hago
y cuando voy a su lado?
– Te pides un agua y te
pones a bastante distancia de mí, si me miras no me importa que lo hagas,
pero como no lo hagas disimuladamente y alguien se dé cuenta de mi juego, te
capo por inútil. ¿Has entendido?
-Sí Ama.
- Otra cosa, sí ves que
hablo con algún chico y me apetece entrar a uno de los dos cuartos, que ya
decidiré yo cual será, acuérdate que, si elijo el de la izquierda, no
puedes pasar porque está prohibido para los putos mirones como tú. Pero si por
el contrario ves que elijo entrar al otro será porque me importará muy poco que
un cabestro inútil como tú pueda ver cualquiera de los juegos que yo pueda
tener con mi acompañante. ¿Te ha quedado claro?
- Sí Ama – me contestó con
su estúpida cara de cornudo bobalicón.
- Pues ya tardas en
largarte a hacer puñetas. Y ya sabes, antes de 15 minutos ni se te ocurra
aparecer ¡Largo!
Agachó la testuz de una manera muy
parecida a como lo haría el manso de la ganadería, se dio la vuelta y me causó
una doble impresión, por un lado, no sé muy bien si de pena y por otra de
desprecio al contemplarlo alejarse cabizbajo, entristecido e incluso encogido
de frustración al saberse tan poco hombre. Al final y cuando ya se perdía entre
la gente, no pude reprimir una amplia sonrisa sádica al pensar en el marido tan
patético que tenía y de lo mucho que me excitaba imaginar lo que estaría
sufriendo ante los cuernos que se le venían encima y lo mal que él lo llevaba. Sonrisa
que no se apagaba al pensar en todas las posibilidades que me permitían su
obediencia y sumisión y de las que pensaba aprovecharme al máximo.
Sin más demora, aparté de mi perversa mente
todo lo que pudiera estar pensando o penando el ciervo, y con
la enorme curiosidad de ver si mi plan daba algún fruto, entré en el pub, me
dirigí al interior del local y pedí un mojito. Me senté en una de las banquetas
altas, a unos tres metros de la barra, junto a un barril que hacía las veces de
mesa. Ese
día mi atuendo era un vestido blanco, bastante cerrado de cuello pero que por
otra parte transparentaba muy bien la silueta de mis pechos y también la redondez
de mi culo con el que no termino de sentirme plenamente satisfecha,
pero que a los tíos parece atraerlos como un imán. Las
sandalias que elegí llevar, como siempre que salgo a divertirme, eran de tacón
y color negro. Al sentarme y ser la banqueta alta, ya imaginaréis que mi
corto vestido, que todavía se subió más, hizo que, inevitablemente,
tanto mis piernas como mis muslos quedaran excesivamente expuestos a las
miradas de muchos de los clientes.
Escuchaba la música tranquilamente y disfrutaba de mi
bebida y de mi pose exhibicionista, imaginando todos los pensamientos lascivos
que estaría provocando entre la concurrencia, por ello no dejaba de pensar que
algo caliente podría pasar en cualquier momento. Pero ni tenía
prisa ni sufría de impaciencia
alguna, tenía claro que esa pose de chica solitaria y pecadora me encantaba y que si pasaba algo diferente estaría muy
bien y si no ocurría nada, pues estaría en lo mismo de otras veces,
pero habría disfrutado de esos momentos de íntima soledad sin tener al cabestro
a mi lado. Debían de haber pasado
los quince minutos que le marqué al pelele, cuando
lo vi como entraba y, siguiendo mis instrucciones, se ponía también de pie en
otra mesa-barril, a unos doce metros
de donde yo estaba. Y aunque me
miraba de reojo continuamente, nadie podría pensar que era mi marido, entre otras cosas porque
muchos otros hombres solitarios hacían lo mismo.
No me pasaba desapercibido y
me divertía enormemente la
mirada angustiada del imbécil. Por supuesto que yo no
le hacía ni puto caso para que se sintiera más despreciado, mientras continuaba
escuchando música y balanceando levemente mi cuerpo al ritmo que sonaba, hasta
que una voz varonil me sobresaltó.
- Hola, llevo un rato
observándote y te veo muy solitaria, ¿te apetece hablar un poco?.
El chico me pareció muy apuesto y varonil, le dediqué una sonrisa y
le respondí que no tenía problema en charlar con él. Estuvimos un rato más bien
largo de animada conversación sin que hubiese nada lo suficientemente reseñable,
salvo algún pequeño roce o el acercamiento que él hacía a mi oído para decirme
algunas frases que la música casi no me dejaba entender. El sentir su
aliento cerca de mi cuello cuando se acercaba a hablarme, sí que me perturbaba
un poco y lograba que mi piel y bello se erizara. Terminamos presentándonos, yo
le di mi nombre y él me dio el suyo, como ya habréis deducido se trataba de
Dylan, mi sugerente amigo reencontrado en el 2024.
Me encontraba muy a gusto hablando con él, tanto
que me olvidé totalmente de la presencia de mi marido. Tenía también la
sensación de ser una chica sin ataduras, como
en mis años jóvenes, y eso me hacía sentir como mi cuerpo vibraba
al lado de un chico que despertaba en mí esas emociones
casi de adolescente. Quería ir más allá sin tener muy claro hasta donde podría
llegar, así que arriesgándome fui yo quien decidí dar un paso más y le pregunté
si
le apetecía que entráramos a ver uno de los dos cuartitos reservados. Por
supuesto, su respuesta fue afirmativa y aceptó encantado, me levanté con mi
vaso y seguida por él me dirigí a la mesa donde estaba sentado Porky que,
desconcertado, no sabía qué hacer. Sin mirarle siquiera deposité mi vaso en esa
mesa y con paso decidido me fui hacia el cuarto de la derecha, aquel en que
cualquiera podía entrar sin restricción alguna. En cuanto cruzamos la tupida
cortina me di la vuelta y comenzamos a tocarnos y besarnos como si no hubiera
un mañana, yo estaba frente a la puerta y él de espaldas a ella, de esa forma
pude ver como
a los pocos minutos entró el cornudo y se quedó mirando como
nuestros cuerpos y nuestras bocas parecían fundidos en un balanceo supersexual. Lejos de
incomodarme su presencia y sus penosas miradas, lo vi como una
nueva humillación de las que tanto disfruto dándole, pero al no estar segura de
que mi nueva conquista se pudiera sentir incomodado, dejé
por un momento de comerme su boca y le dije que teníamos un mirón y que
sí le molestaba que estuviera. Me dijo que a él le daba igual, por lo que me entregué de
nuevo a sus calientes besos con la satisfacción de saber que Porky lo vería
todo en primera fila y él se libró de ser despachado, lo que le hubiera dolido
más aún, pues su imaginación lo torturaría más que sus ojos.
Después de unos minutos de mucho
calentamiento, de que nuestras lenguas se entrelazaran una y otra vez, de acariciar
su torso y mordisquear sus orejas mientras él acariciaba mis muslos y mi culo y
besaba mis pechos, tomé la iniciativa de nuevo y le propuse
ponernos más cómodos, tumbándonos en una de las colchonetas que había dentro de
una especie de camarote sin puerta. Lo hicimos ya medio desvestidos
y seguimos el ritual que habíamos comenzado, de lado uno frente al otro,
acariciándonos y
abrazándonos
sin parar hasta que la mano de él fue bajando y comenzó a sobarme el culo
suavemente al mismo tiempo que mi vestido iba subiendo, me giró dejándome boca
arriba mientras que sus labios recorrían mi cuello y la mano comenzaba a tocarme
por encima de la braguita delineando con sus dedos el contorno de mi coñito de
arriba abajo sin parar y haciendo que la blanca seda llevada de la ligera
presión se introdujera brevemente dentro de la pequeña gruta que ya se
encontraba plena de humedad. Dylan al sentir mis temblores de excitación y
mis gemidos, corrió la braguita a un lado y se apoderó libremente de mi vagina sin
impedimentos, jugando muy viciosamente con los empapados e inflamados labios
debido a la tremenda excitación.
Así permaneció un buen rato masturbándome
el clítoris, y haciéndome gemir, hasta que notándome tan excitada, me dijo,
-Levanta el culo, que no
me gustan los estorbos.
Lo hice obedientemente y
él cogió la braguita por los laterales y me la quitó dejándome totalmente
expuesta de cintura para abajo. Se puso de rodillas en el suelo a los pies de
la colchoneta me cogió de las piernas y me atrajo hacia él comenzando a
hacerme una de las mejores comidas de coño que he recibido, mientras él metía
la lengua y jugaba con mi clítoris sin descanso, me pareció escuchar voces
cerca, pero con la música y las sensaciones tan fuertes que estaba recibiendo,
no presté ninguna atención. Mientras me lamía el sexo, las manos de Dylan
subían y se apoderaban de mis pechos por debajo de la ropa, poniéndome los
pezones como escarpias de duros, hasta que, con un gruñido que hasta yo me
sobresalté al escucharme, me corrí como una perra.
Al darse cuenta Dylan del fuerte orgasmo
que me había hecho sentir se subió a la colchoneta y se puso a mi lado.
Descansé brevemente de la agitación que me había invadido al correrme y me
dispuse a intentar proporcionarle a él su momento de placer. Le ayudé a que se
desnudara y yo hice lo propio, comencé a tocarle las tetillas y a comerle los
pezones mientras mi mano alcanzó su hermosa polla, sorprendiéndome por el
tamaño, que sin ser enorme la encontré perfecta para mí coñito, Se la empecé a
menear durante un buen rato acariciándole los huevos al mismo tiempo, pero no
terminaba de correrse, así que pasados unos minutos de esos meneos, no sé de
cuál de los dos partió la idea pero fuera de quien fuese a mí me encantó que se
pusiera encima de mí y que sorprendentemente
aquel mástil duro buscara la entrada de mi vagina, no encontrando ninguna
oposición por mi parte y que además, sin lubricante alguno, abriera los labios
de mi coño y penetrara dentro de mí hasta hacer tope con sus huevos, comenzando
un desenfrenado y lujurioso vaivén que me hizo vibrar nuevamente como una perra
salida. He
dicho sorprendentemente porque mi vagina es más bien estrechita y cuando la
polla es gorda como lo era la de Dylan prefiero que haya lubricación, pero al
darme cuenta de que no hacía falta me resultó evidente que, con la inmensa
excitación de aquel encuentro, el uso de cualquier otro tipo de lubricante diferente
al que mi propio coño aportaba, resultaba totalmente innecesario.
Mientras
Dylan me montaba con fuertes movimientos de cadera, noté como una manos que
deduje eran las del cornudo queriendo ayudar e intentando ganarse mi
agradecimiento, levantaban mis piernas dejando muy abierto mi chochito para que
mi amante me pudiera penetrar más libremente y más adentro, me extrañó que
Porky tomara esa decisión ya que siempre que tengo encuentros sexuales es como
un mueble o un objeto de uso sin intervenir salvo que reciba órdenes mías o de
mi macho, pero me gustó que por una vez hubiera sabido interpretar una
necesidad del momento y al mismo tiempo una labor ideal para un cornudazo como
él. Teniendo las piernas bien sujetas y abiertas en V, ya solo tenía que
preocuparme de gozar y de sentir la verga caliente que penetraba y llenaba mi
vagina. Entre gemidos Dylan me susurró,
-
¿Te puedes quedar embarazada?
Aunque estaba superexcitada,
me hizo gracia la pregunta y le contesté,
-No te preocupes por eso,
y lléname el coño de leche, no te salgas por favor que lo estoy deseando.
Dio entonces cuatro o
cinco estocadas más hasta que comenzó a exteriorizar unos roncos gemidos,
mientras noté como su pija se tensaba e hinchaba al mismo tiempo que mandaba
fuertes pulsaciones al interior de mi vagina, síntoma inequívoco
de que todo el semen de sus huevos era depositado dentro de mí. Menos mal que
ya no puedo quedarme preñada, porque de no ser así no sé lo que hubiera podido
pasar con tantos estertores de su rabo que pude sentir y de cuanta leche
escurría por mis muslos cuando la pija salió de la “madriguera”.
Ya sé que pensaréis que
soy una inconsciente, por permitir que un macho que acabo de conocer deposite
todo el semen de sus testículos dentro de mi vagina a las primeras de cambio,
pero son cosas que pasan y que son difíciles de controlar cuando la excitación
se impone al sentido común, además de que la impresión de limpieza que
transmitía Dylan, me daba total tranquilidad.
Al terminar de follarme, se tumbó un poco
a mi lado respirando agitadamente, cogimos papel del baño, limpiándose Dylan
primero y luego yo, pero en mi coño reparé muy poco y solo lo limpié
exteriormente, ya que me apetecía llevar dentro la corrida del macho durante el
máximo tiempo posible. Ya sé que me vais a decir que soy muy cochina, pero es que
para mí el sexo, cuando es bueno y morboso, me encanta que tenga ese punto de
suciedad y vicio. Lo que sí me extrañó bastante y eso sí que me lo limpié, fue
que al ir a levantarme para vestirme me di cuenta de que también llevaba semen
por las pantorrillas y además no poco, pensé que podría ser también de Dylan,
pero no me cuadraba. Algo más tarde sabría el motivo y el origen de aquella
leche.
Porky, cuando se dio cuenta de que el
encuentro había terminado, se salió fuera y se encontraba en
la barra. Luego salimos Dylan y yo y estuvimos hablando un rato, a modo de
despedida. Nos dimos nuestros respectivos nombres y le comenté de mi blog por
sí lo quería visitar, cosa que sí hizo tal y como ya comenté, pero nos faltó
darnos los teléfonos para estar en contacto, ya que para ambos había sido muy
satisfactorio y merecedor de repetirse. Además, es un chico al que no le
importa ser grabado en el encuentro sexual, entre otras cosas porque está al
tanto de mi esmerado cuidado a la hora de preservar cualquier identidad de los
que aparecen en
mis vídeos. Lo que siento de aquel excitante encuentro, es que no lo pudiera
inmortalizar en un vídeo el cornudo de mi marido.
Me despedí de Dylan con un beso y me reuní
con mi cornudo que ya me estaba esperando a unos pasos de la entrada, me fui
hacia él y como único saludo le dí mi braga que la llevaba encerrada en el puño
para que la guardara en su bolsillo, diciéndole que llevaba el chocho todavía
demasiado caliente para taparlo con esa prenda y que para que se me fuera
calmando me apetecía ir a tomar algo a un club cercano.
Opté por El Ángel, (creo que así se llama) ambientado
más bien para personal gay y me pareció el
más indicado dado el estado en que yo me encontraba, pedí un cosmopolitan
para mí y agua para el perro, pretendía calmarme tomando la bebida
tranquilamente, pero casi fue al contrario ya que estaba muy bueno pero lo
encontré bastante cargado de vodka y las consecuencias que tiene el
alcohol en mi organismo, cuando es moderadamente, me provoca más calentura que
otra cosa, o
sea que me pone cachonda. Estaba sentada en una banqueta alta,
pero casi de inmediato me puse de pie ya que sentí como de mi
coñito comenzaban a salir fluidos y lo último que quería era salir de allí con
todo el vestido empapado y preferí que fueran mis muslos quienes tuvieran que
ser los receptores de los goterones de semen que iban escurriendo.
Me terminé la consumición casi
apresuradamente y le ordené al ciervo que pagase y nos fuéramos al coche para
volver al apartamento y poder darme una buena ducha que me liberara, tanto de
la sudoración como de los fluidos que estaban poniendo perdidas mis piernas. Teníamos
el coche aparcado muy cerca, y en cuanto llegamos le dije al puto pelele que
pusiera en el asiento mío una toalla de las que siempre suelo llevar en el
maletero por si resulta necesaria, como sin duda alguna lo era en esta ocasión. Me
subí el vestido por la parte de atrás y puse mi culo desnudo sobre la toalla,
diciéndole que ya podía arrancar, cuando ya casi estábamos llegando le dije que
estaba contenta por su comportamiento sumiso al haberse preocupado de sujetarme
las piernas en alto para que la polla de Dylan me penetrara más a fondo, vi
como su cara se transformaba y entre titubeos me dijo,
-
No fui yo Ama, entraron dos hombres y
fueron ellos quienes lo hicieron, yo pensé que usted se había dado cuenta.
Me quedé desconcertada por
su respuesta, pero enseguida me recuperé y le dije da la vuelta al coche y ve a
esa zona de aparcamientos oscuros que hemos pasado hace un par de minutos que
me vas a contar todo lo que has visto esta noche, pero con pelos y señales.
PARA TERMINAR ESTE REPORTAJE, SOLAMENTE ME QUEDA ACLARAR QUE LA FOTO QUE LO ENCABEZA, ES DE UNA SESIÓN QUE LE DÍ A ESA PERRA SUMISA HACE DIEZ DÍAS Y QUE POR LO TANTO NO TIENE NADA QUE VER CON MI AVENTURA CON DYLAN.