martes, 12 de noviembre de 2019

CUESTIONARIO FORZADO - 4





     De nuevo con vosotros para continuar contando la experiencia de aquel extraño día; conforme la voy narrando, vuelven a mi memoria muchos recuerdos que parecían olvidados y que no me gustaría dejármelos en el tintero, aunque eso, sea a costa de alargar la historia muchísimo más de lo que en un principio tenía pensado, espero que todos esos detalles enriquezcan el texto y no os resulte demasiado aburrido.




     Las fotos que acompañan este capítulo, al igual que en el anterior, tampoco tienen nada que ver con lo sucedido aquel día, son instantáneas que se tomaron en el 2011. Como veis, por aquel tiempo, yo gozaba de una figura con unos cuantos kilos menos de los que ahora peso, ese aumento coincidió con el periodo en que dejé de fumar (todo tiene su precio), de todas maneras el incremento en mis curvas, también trajo consigo un buen abultamiento de pechos, y es aquí donde viene muy bien el dicho: "No hay mal que por bien no venga", no sé que pensaréis al respecto y si estaréis de acuerdo conmigo; pero os confieso que yo estoy encantada con el volumen de mis tetas actuales.




     Una vez hecha esta pequeña introducción, doy paso al relato, volviendo a colgar el último párrafo del anterior post, con el fin de refrescar vuestra memoria.

     No me convenía para mis intereses, el lamentable estado de ebriedad que el muy asqueroso animal seguía teniendo, dicho estado podría dificultar mi labor de reinserción o hacerme trabajar más de la cuenta para conseguirla. Me resultaba imprescindible, volverlo a la plena consciencia, sacándolo del adormecimiento etílico en el que se encontraba. Con el claro propósito de conseguir que estuviera totalmente lúcido durante el duro castigo al que pensaba someterle.



     Del exterior de la alcoba y proveniente de la calle, penetraba por la ventana una luz escasa y mortecina, debida en gran parte a los negros nubarrones que cubrían el cielo; claro presagio de la inminente tormenta. Me gustaba e inspiraba, el ambiente que se respiraba en la habitación, a lo lejos ya se escuchaba el resonar de los primeros truenos, parecía que el tiempo se había hecho mi aliado, para conferir un escenario de iluminación oscurecida; me hubiera gustado mantener ese clima ambiental, pero intentando evitar la propagación de sonido, decidí bajar la persiana y correr la gruesa cortina, aunque para evitar la oscuridad total, conecté la pequeña lámpara de mesilla, cuya pantalla cubrí con un pañuelo rojo, pero eso si, teniendo mucho cuidado de que no se quemara con el calor de la bombilla. Me volví hacia el cerdo, admirando como su grasienta piel brillaba con los preciosos reflejos rojizos y comprobando al mismo tiempo que la luminosidad era perfecta, para crear un ambiente lúgubre que potenciara mi inspiración sádica y que además consiguiera influir temor en el ánimo del atocinado esclavo, estimulando su poca hombría.




     Contemplé satisfactoriamente el tétrico decorado y con plena determinación de hacer volver al cerdo a la cruel y dura realidad de su triste existencia, me dirigí a la cocina; una a vez en ella, abrí el congelador, vaciando las cubiteras de hielo que había dentro en dos recipientes; en uno de ellos vertí también abundante agua, acompañada de una buena chorrada de amoniaco; me puse una mascarilla protectora para evitar inhalar los desagradables efluvios y empapando una esponja, comencé a pasarla por la cabeza, cara, espalda, etc., El puerco se resistía cabeceando lo máximo que los amarres le permitían; que por cierto, era más bien poco; sobre todo, cuando los vapores del producto invadían su olfato, además yo, con la otra mano le sujetaba del pelo, aplastando su hocico contra la esponja empapada, obligándole inevitablemente a aspirar e incluso tragar parte del fuerte y tóxico líquido. Aunque se debatía dando tremendos tirones, las fuertes sujeciones que apretaban sus muñecas y tobillos, le hacía imposible evitar que el fuerte y virulento hedor penetrara en su organismo. Después de ese tratamiento, el gordo parásito quedó con la cabeza baja, casi desvanecido, en ese momento tomé dos cubitos y le froté a base de bien los pezones una y otra vez, para seguidamente obligarle a abrir la boca, tapándole la nariz, introduciéndole otro par de hielos que le llenaron totalmente la cavidad bucal; trataba de empujarlos fuera con la lengua, pero evité que los expulsara, empujándolos hacia dentro con la palma de mi mano y poniéndole alrededor de la cabeza un par de vueltas de precinto de embalar, de esa forma el morro del animal quedó sellado a la par que sus ojos, en ridícula expresión, se abrían desmesuradamente.




     Con todo aquel tratamiento estimulante, el animal iba reaccionando, pero demasiado lentamente para mi gusto, (Con el tiempo he descubierto que el amoniaco en lugar de espabilar como era mi objetivo, tiene efectos totalmente distintos en el cerebro, ya que produce confusión, letargo y en según que dosis puede terminar en coma) así que viendo que los estímulos administrados en la bestia no causaban los efectos deseados para la realización de mis propósitos, en buena parte desanimada, me puse a pensar en que más podría hacer; fue entonces cuando me fijé, en como colgaban bamboleantes, los gordos huevazos del animal y se me ocurrió otra idea: en la cocina había visto un pequeño taper casi cuadrado y supuse inmediatamente, que podría ser ideal para llevar a cabo mi malévolo invento, fui a por él, comprobando que tenía la cavidad suficiente, para efectuar el experimento maquinado por mi perversa mente; calenté un clavo en el fuego y le hice dos agujeros a cada lado, pasé una cuerda por cada orificio, haciendo un nudo interior para evitar que se salieran y seguidamente volví a la alcoba, en donde tenía colgado al animal, me puse detrás de él y sin miramiento alguno le coloqué un collar de castigo con pinchos interiores y anillas de enganche, a las que fuertemente sujeté el recipiente de forma que quedara bien tenso y no se pudiera derramar su contenido, a continuación metí varios cubitos de hielo en el fondo del taper, luego me agaché y oprimiendo sus testículos sin piedad, los introduje dentro del angosto recipiente, dejándolo así perfectamente ajustado entre las piernas del puerco y fuertemente incrustado en el perineo; teniéndolo en esa posición, tensé las cuerdas al máximo, haciendo que los pinchos del collar de castigo, se clavaran dolorosamente en el cuello del morlaco; de esa forma, evitaba los posibles movimientos inoportunos durante el tratamiento porcino al que iba a ser sometido, aunque inevitablemente esas fuertes sujeciones, ocasionaran el derramamiento de las primeras gotitas de sangre. En esa situación las voluminosas criadillas del tocino quedaron embutidas dentro del envase y sin posibilidad de escapar por mucho que se encogieran. Para terminar de completar mi invento, metí un pequeño embudo, forzando entre el suelo pélvico y las aplastadas pelotas, procediendo a llenar el taper de agua helada con amoniaco. Al meter el líquido tan frío, lo que yo pretendía, no era otra cosa; que conseguir que los cubitos de hielo tardaran en derretirse el máximo tiempo posible y de esa forma, poder observar detenidamente, el efecto castrador que ese tratamiento pudiera ejercer sobre el tocino.




     El descerebrado homínido, con la nariz aplastada contra la puerta, se encontraba imposibilitado de mover la cabeza, ya que además de las sujeciones, los pinchos del collar, al más leve movimiento herían su pescuezo. Con el rabillo del ojo y mirada expectante, trataba de seguir mis desplazamientos a su espalda, la inseguridad de no saber lo que yo estaba preparando, le causaba gran desasosiego, los perceptibles temblores de su cuerpo delataban el pánico que estaba viviendo; hacía esfuerzos para hablar, pero el precinto bien adherido a su hocico se lo impedía. El esperpéntico atocinado emitía amortiguados gruñidos, mientras trataba de cabecear, aunque los pinchos del collar desgarraran su piel.



     Por la forma en como se debatía y  trataba de escapar a mis manejos, pensé que quizás estuviera lo suficientemente despejado, para comenzar con su reinserción, pero para más seguridad, me dirigí de nuevo hasta el congelador y saqué de él un Calippo de los que le gustan comer a mi hija; (Por si desconocéis el aspecto que tiene: se trata de un sorbete de hielo, de forma cónica parecida a un cohete), pues bien, me coloqué detrás del gordo culo del becerro y con una mano, le abrí los mofletes todo lo que pude, dejando expuesto y abierto el ojete amarronado; le puse un buen chorretón de aceite de oliva, dentro del agujero, para que con el frío del hielo no se le pegara al intestino y pudiera penetrar sin problema alguno. Como si de una diana se tratara, apunté la punta del helado al centro del pequeño agujero y de un empujón, sin miramiento alguno, le introduje de golpe la totalidad del Calippo, hasta que solo quedó fuera el palo de madera. El animal con un gruñido amortiguado se crispó tensando todo su corpachón, mientras sus manos se cerraban y abrían con fuerza en ridículos espasmos que solamente me producían risas y placer.




     Con el cansancio normal después de haber llevado a cabo mi imaginativa obra y mientras el animal se debatía gimiendo ahogadamente, me senté para recobrar mis fuerzas, en un pequeño sillón a su lado, fumándome un cigarrillo pausadamente, ya que por aquel entonces, aún no había podido dejar el vicio del tabaco y me gustaba relajarme y deleitarme, mientras veía los implorantes y asustados ojos del puto aborto de cerda. Me recreaba disfrutando del resultado de mi obra, hasta ese momento. La visión de mi esclavo maridín, sudoroso con la atocinada piel brillante de grasa y a mi total disposición, para hacer con él cualquier tipo de cruel castigo que se me ocurriera, por muy violento que fuere, hacía que inevitablemente mis bragas se humedecieran de malsano placer. En mi detallado recorrido visual, me fijé particularmente, en como sus arrugados huevos, habían reducido su tamaño considerablemente e iban adquiriendo un color morado precioso. Siguiendo los instintos sádicos que aquellas imágenes despertaban en mí y también para terminar de ayudar a su total recuperación mental y física, de vez en cuando aplicaba la punta del cigarrillo contra una de sus gordas nalgas, chamuscando sus grasientas carnes que desprendían un desagradable tufillo a torrezno quemado, mientras el muy nenaza se agitaba convulsivamente en pequeños estertores, debidos a las férreas sujeciones que lo tenían aplastado contra la puerta. Cuando acabé el pitillo, lo apagué contra su espalda y me acerqué de nuevo hacia la cara del puerco, comprobando que por fin y gracias a todos mis esfuerzos, el mastuerzo había recuperado la total consciencia, tal y como yo pretendía para poder dar paso a la dura sesión.




     En el momento en que confirmé que el cerdo había recobrado los cinco sentidos, comencé a preparar mi arsenal de instrumentos persuasivos, tales como: la tralla, fustas, látigos, flogers, pinchos, agujas, etc., colocándolos todos sobre una mesita cercana. Me recreé contemplándolos y calculando de antemano el uso que pensaba darles sobre el saco de vísceras. El motivo de tener tantos artilugios de tortura diferentes, no es otro que el de ir variando el castigo, tratando de evitar siempre, que el esclavo se acostumbre al mismo tipo de dolor que infringe cualquiera de ellos y al irlos permutando, consigo que el sufrimiento y desconcierto en el cerebro del sumiso, sea mucho más intenso y difícil de asimilar.




     Antes de comenzar la dura sesión para la reinserción de Porky a su estado natural, y para evitar cualquier obstáculo que pudiera entorpecerla, procedí con calculada calma a retirar el helado del ojete del guarro; o más bien, el palo, ya que el Calippo se había derretido, quedando una buena parte del chocolate y limón, en el interior del intestino del animal y otra parte escurriendo asquerosamente por las ajamonadas patas del puerco. Retiré también el taper de agua helada, cuyo borde, debido a la fuerte tensión de las cuerdas, se le había incrustado en la zona del perineo, dejando un pequeño rastro rojizo. Al liberar las criadillas del morlaco, presentaban un aspecto muy distinto a lo habitual, se hallaban encogidas y de un color cárdeno oscuro, las estrujé con mis dedos; comprobando que estaban heladas. Me acerqué al desgraciado muy despacio, recreándome con el pánico que destilaba todo él; me puse detrás, con mis tetas pegadas a su cebado cuerpo, pudiendo notar sus temblores y entonces, pellizcándole los pezones fuertemente, le dije muy cerca del oído,
-"¡Hijo de la gran puta!, lo que has hecho, y la forma en que me has hablado esta tarde delante de la gente y de la zorra que te parió, no lo vas a volver a hacer nunca más, te lo puedo aseverar; la cerda asquerosa de tu madre, jamás podrá estar a mi altura, esa vaca de tetas gordas, no es más que una basura y te aseguro que eso tiene que quedar bien grabado a partir de hoy, en tu corto cerebro de mono. Todo lo que te va a suceder en esta habitación a partir de este momento, no es más que la consecuencia de tus actos y debes de comprender que lo que voy a hacer contigo, es por tu bien y el de nuestra familia, espero que aprendas esta lección, porque si alguna vez se repitiera un episodio parecido a lo que he tenido que aguantar hoy, podría tener unas consecuencias terribles para tu nefasta y desgraciada vida".





     La piltrafa humanoide, intentando ladear la cabeza, todo lo que las tensiones de las ataduras le permitían, me miraba de soslayo, con suplicantes y aterrorizados ojos. Cogí una de las fustas, acaricié suavemente con ella los hombros del animal primero, para seguidamente alzar mi brazo y sin el menor atisbo de compasión, golpear fuertemente sobre su espalda, provocándole un fuerte encogimiento, acompañado de un gemido ahogado por la cinta que amordazaba su hocico. A ese primer fustazo, siguió otro... y otro... y otro... y muchos más, alternaba los látigos y demás elementos de tortura; la piel de la alimaña, se iba cubriendo de finas líneas rojas, al mismo compás que los sordos gruñidos del desgraciado, se confundían con el silbido del siguiente latigazo rasgando el aire. Hubo un instante en que las piernas del lacerado esclavo se doblaron desfallecidas, el verlo medio derrumbarse, no me hizo sentir ninguna compasión y pinchándole por el interior de los muslos, mientras lo jaleaba con gritos imperativos, le obligué a erguirse de nuevo.



     Cuando lo tuve de nuevo en la posición que me convenía, tensé las correas mucho más fuerte, evitando de esa forma que pudiera caerse otra vez, además y para más seguridad, le até un cordel fino pero resistente rodeando fuertemente sus gordas criadillas, a continuación lo pasé por debajo de la puerta y luego por encima de ella, hasta llegar a su nuca, sujetándolo al collar de castigo que seguía llevando puesto; de esa forma le dejé muy claro, la constatación de que si sus piernas se doblasen de nuevo y si por un casual fallasen las correas y se precipitara hacia el suelo, corría el enorme peligro de castrarse él solito, dejando sus huevos colgando del cordel y por consiguiente, quedaría convertido en un eunuco afeminado de voz aflautada, durante el resto de su miserable y arrastrada vida. 




     Al observar que su espalda, culo y piernas, presentaban un aspecto amoratado bastante deplorable, decidí hacer una pausa; me sequé el sudor con un pañuelo y opté por preguntarle si estaba asumiendo la lección. Para poder escuchar su respuesta le quité la mordaza, llevándome con el precinto algún que otro mechón de pelo y al retirarla un torrente de babas espesas escaparon de su hocico acompañadas por un fuerte quejido. Con una vocecita débil, medio amariconada, y mientras las lágrimas y los repugnantes fluidos, embarraban tanto su cuerpo como su rostro animalizado, me respondió con prontitud,
- "Perdón mi Ama,... perdooooón.... le juro que no volverá a suceder, no sé que me pasó hoy, estaba bebido, fue culpa de mi madre, yo no quería......¡lo juro mi Ama!, lo sientoooo......."
- "Vamos bien imbécil, ¡Dime ahora mismo que es tu mamá para ti!"
- "Ella es la que me dio la vida, pero es la tercera persona más importante de mi vida, después de mi hija y usted, mi Diosa"
- "Contestación incorrecta cerdo, continuamos tu adiestramiento, hasta que aprendas bien la lección".


     Aquellas palabras no me dejaron satisfecha, no era lo que yo quería escuchar. Me senté de nuevo detrás de él, para recuperar el máximo de vigor, tomé un refresco tranquilamente y cuando me vi con energía renovada, proseguí con el suplicio del borrego, azotándolo con dureza. Para aumentar el dolor, empuñé un látigo fino, muy flexible y al mismo tiempo fuerte, que usado con el mínimo esfuerzo trazaba sobre la piel del esclavo, largas laceraciones de color rojo intenso. A cada latigazo, el animal lanzaba fuertes gruñidos que rompían el silencio de la alcoba. Al haberle quitado la mordaza de la boca, era inevitable escuchar sus lamentos y temí que pudiera ser oído desde la casa colindante, pero arriesgándome a que eso pudiera suceder, no por ello paré la tortura, además me gustaba y excitaba el escuchar los gritos de sufrimiento del afligido energúmeno.



     Transcurridos unos 45 minutos de duro suplicio, el aspecto de Porky resultaba lastimoso, toda su espalda estaba enrojecida y en buen parte lacerada, culo y piernas presentaban un aspecto parecido, su cara estaba cubierta de lágrimas, mocos y babas, así que decidí parar de golpear por un momento y volví a preguntar,
- "Perro de mierda, ¿Si estuviéramos en una situación límite las tres, y dependiera de ti el salvarnos, en que orden lo harías?"
- "No le entiendo mi Ama", - contestó entre sollozos
- "¿Qué no lo entiendes? ¿Quieres que te lo repita con el látigo imbécil?"
- "¡Nooo Ama! perdón ya lo entiendo...... primero a la niña, después a usted Señora y por último a mi mamá"
- "¿Tú mamá? ja,ja,ja, que ridículo eres........ dime ahora mismo ¿Con que te amamantó tu mamaíta cuando te echó a este mundo?"
- "Ella siempre dice que me dio de mamar de sus pechos, durante los primeros meses". - contestó apresuradamente.
- "¿Sus pechos? ¡Qué idiota eres asqueroso!, tu puta madre no tiene pechos, no es más que una puta vaca gorda y las vacas no tienen pechos, estúpido. Las vacas, tienen ubres, para ser ordeñadas, aunque todas las becerras putas, como tú cebona mamá, se las dejen manosear por todos los machos que quieran divertirse con ellas". 
-"¡Siguen sin convencerme tus respuestas, mamarracho! pero no te preocupes que al final aprenderás" - le dije de manera burlona y sádica al mismo tiempo.



     El animal escrutaba de reojo, mis movimientos a sus espaldas. Ocultándome de su reducido ángulo de visión, me acerqué a la mesita donde estaba depositado mi arsenal de castigo, contemplé los instrumentos de tortura que tenía sobre ella. Entre todos ellos, se encontraba uno de los látigos que todavía no había empleado, debido a su gran dureza y las lesiones que puede infringir sobre un cuerpo débil y atocinado como es el de Porky; lo había reservado, por si se demoraba demasiado la consecución de mi proyecto de reinserción animal, se trataba del "vergajo de toro"; dicho látigo está confeccionado con piel seca de toro, retorcida y trenzada, en especial, la cortada de la verga del astado; de ahí su explícito y llamativo nombre.

     Sin dudarlo un minuto más, con mano férrea empuñé el "vergajo de toro", disponiéndome a usarlo con todas las consecuencias que pudieran derivarse; pero antes de hacerlo restallar sobre las ya muy magulladas carnes del puerco, se lo puse delante de los ojos, para que contemplara lo que se le venía encima, su expresión se tornó en puro terror. Conocía ese flagelo y el pánico que sentía por ese látigo, era la consecuencia de que cuando lo adquirí en un viaje por Cantabria; concretamente en Santillana de Mar, tuvo la ocasión de probarlo.

     Me encontraba paseando por esa preciosa población cántabra, escoltada por mi perro, cuando al pasar por una tienda dedicada a la venta de artículos para caballerías, lo vi colgado a un lado de la entrada, me llamó la atención poderosamente, lo toqué y el tacto duro del cuero, además del penetrante olor me cautivó, ordené al animal pagarlo y muy ilusionada con aquella adquisición, me lo llevé imaginando su uso. Tenía muchas ganas de llegar al hotel me intrigaba el grado de dolor que pudiera causar y me apetecía probarlo en el lomo de mi burro; en cuanto subimos a la habitación, le ordené desnudarse con rapidez y ponerse a cuatro patas, y aunque en aquella ocasión lo azoté ligeramente, el muy cobarde, había podido sentir e imaginar todo el dolor que aquel instrumento podía producir, en el caso de ser usado con fuerza contra su seboso cuerpo.



     Con expresión aterrorizada, comenzó a gemir y suplicar desesperadamente, mientras su cuerpo se convulsionaba entre espasmos temblorosos, me dio repugnancia ver una nenaza de ese calibre. El oír sus gruñidos porcinos y verlo tan acobardado no me produjo ninguna lástima, es más, me sentí enrabietada y asqueada, al recordar qué en algún momento de un tiempo pasado, pude estar ¿enamorada? de aquel repelente, amasijo gordo y lacerado, cuya visión de carne grasienta y desnuda surcada de líneas rojas, ensuciando la alcoba, resultaba un insulto para mis ojos. Además, en mi interior todavía coleaba la ira que había sentido esa misma tarde, por el nefasto episodio que me habían hecho vivir, mamá cerda y su puto lechón.

22 comentarios:

  1. Sublime Ama. No sé cómo pude evitar pajearme con esta historia. Me aguante solo por respeto a Usted. El castigo de Porky era absolutamente merecido no solo por su falta de esa noche sino porque observando sus fotos es inentendible no solo que una perfección de la naturaleza como Usted hubiese podido enamorarse de esa bestia y que el cerdo tuviera la osadía de despreciarla como mujer con ese cuerpo maravilloso y esas piernas enfundadas en esas medias y con esos tacos, son rayanas a la perfección. Solo por poder contemolar esas piernas a diario sería su esclavo. Gracias por compartir este hermoso recuerdo con nosotros. Espero su final con ansias. A sus pies Diosa.

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    1. Hola cuernitos, no te preocupes y puedes pajearte sin problema, yo entiendo perfectamente que lo seres que tenéis tan poca virilidad y que en la mayoría de los casos estáis más cerca del mono que del hombre, tenéis que tener vuestro escape pajeandoos como unos putos macacos.
      Agradezco tus palabras, valorándolas como lo que son, simples deseos de un venado.

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    2. Gracias Ama. Ya mismo mientras me baño voy a descargar con la imagen de sus piernas perfectas mientras me castigo las bolas por cornudo pito corto. Gracias por desmerecer mis halagos. Lo merezco. La seguiré admirando. Saludos Ama.

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    3. ¿Qué tal asqueroso, ya te pajeaste? casi todos los cornudos sois como monos pajeros, no me inspiráis más que ganas de someteros y de haceros dura vuestra puñetera vida de macacos.

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    4. Si Ama, luego de castigarme las bolas lo hice mirando su cuerpo maravilloso. Sé que soy un cornudo pajero y merezco su desprecio.

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  2. Ama Dana, reconozco que me seria muy difícil aguantar un castigo físico como el que da a su cerda maricona, aunque también creo que no hubiera podido darse porque Vd. es una diosa y no hubiera cometido el error de enfurecerla. Lo que si ha ocurrido ha sido que ha conseguido empalmar mi pollita, viendo su cuerpo y su determinación para hacer que su maridido entienda como debe tratarla.

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    1. Hola Cerdo Sumiso, quiero que sepas que para que se diera un castigo de tal envergadura se concatenaron varias circunstancias tales como fueron, primero mi inexperiencia, segundo mi confusión o desconcierto y tercero la rabia que sentí con los insultos y con haberme privado de la calentura que estaba viviendo bailando.

      La de aquel día es la mayor paliza que ha tenido que soportar Porky a lo largo de los años que llevo adiestrándolo.

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  3. Mi Mujer, cuando se enfada, es como un volcán. Se enfada muy muy contadas veces pero cuando lo hace arrasa con lo que haya a su alrededor, no por que levante la voz, que no lo hace, sino por las coladas de lava ardiente que salen de Ella, que cuando te tocan te queman en vida.

    La única opción para no quemarte es ... no hay opción. Hay que esperar a que termine la erupción y dar tiempo a que los rescoldos se enfríen, y si mientras te quemas toca aguantarse.

    Si asumiese de pleno su dominio y le cogiera el gusto a castigarme, es muy probable que me ocurriera algo así, pues en su furor, su cabeza sólo quiere hacer el mayor daño posible. Ya en frío se tranquiliza pero igual pasan un par de días.

    En este post, la narración del enfado me resulta familiar.. pobre diablo, al menos sabemos que sobrevivió y según dices que se sumergió en el sub-espacio...

    Imagino que al final acabó dando con la respuesta correcta

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  4. Empiezo por tu final, la última respuesta que debía darme Porky, nunca podré saber si hubiera sido la que yo quería escuchar o no, en el siguiente capítulo sabrás el porqué.

    Si tu mujercita tiene tan mala leche cuando se enfada, quizás sería conveniente, (sobre todo para tu salud), que le dieras oportunidad de leer algo de lo que yo relato.

    Te aseguro que si te diera una sesión similar a la que yo le di a Porky, con toda probabilidad saldrías más quemado de lo que tu pretendes y seguramnte correrías riesgos que en principio son difíciles de calibrar.

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    1. Eso me temo, que podría pasarse. La experiencia es un grado. Si Ella estuviese dispuesta a dar ese paso o le apeteciese, sí le diría que leyera sobre otras experiencias, incluída la tuya o le pasaría información sobre las cautelas.

      Una cosa que hago, ya que Ella aún no se anima con disciplinarme, es utilizar una vara (que es una pieza de mi impresora-copiadora) de 40 x 1 cms, plana pero con dos estrías en relieve a cada lado, para azotarme a mí mismo si no cumplo con alguna de las especificaciones del planning.

      Al principio también tenía curiosidad y morbo. Ahora me tengo que obligar, porque duele de verdad. Digamos que empecé a hacerlo "por mí" (tenía muchas ganas de probar un azote), ahora me obligo "por Ella" para que no me den ganas de dejarme alguna de las cosas que tengo en el planning sin hacer alegremente. Si se me queda algo por algún motivo, aunque sea ajeno a mí, me toca un mínimo de azotes. Si sé que ha sido por alguna vaguería mía me doy todo lo fuerte que puedo ese mínimo y un extra. Y si pasara más días sin hacerlo, pues de nuevo y sumando.

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    2. Si te tuviera yo cerca no ibas a tener que autoflagelarte, no me importaría darte una buena para que fueras suavecito a los pies de tu Ama.

      Si supiera donde venden cilicios te mandaría la dirección, pero no lo sé, así que ya sabes duro y sin compasión.

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    3. Ahora mismo sin ir más lejos. Tengo dos tareas pendientes, una de ellas que ya tenía que haber hecho la semana pasada (son tareas de las que me he puesto de hacer 1 vez al mes: una la limpieza de mi armario - la del armario de mi Ama sí la hice- y otra la limpieza de los armarios de ropa y juguetes de las niñas) No las he podido hacer por motivo de trabajo. Al ser por motivo de trabajo el mínimo (que son 10 azotes) no los doy excesivamente duros -tampoco flojo, que hago que me pique- pero luego doy uno por cada día que ha pasado desde el día en que tenía que haber hecho esa tarea pendiente (en la que más llevo seis días de retraso) y ahí los azotes sí los doy duros y sin compasión.

      El culo lo llevo ahora mismo rojo y con marcas.

      Te agradezco mucho el ofrecimiento, aunque lo suyo es que fuera Ella la que lo diera, o en su caso decidiera si una tercera persona de su confianza pudiera dar el castigo si prefiriera delegarlo.

      Igual un día de éstos me toca explicarle el porqué tengo el culo rojo. Se puede, desde reir y decirme cómo te pasas, a enfadarse o preocuparse por meterme tanto, o encantarle y animarse a ponérmelo Ella rojo.

      En cualquier caso más vale que me espabile (creo que hoy lograré terminar el trabajo retrasado -el laboral-) para poder empezar a recuperar trabajo retrasado de la casa y empezar a bajar la "factura de los azotes" Eso o me pilla el toro, pues el jueves me toca cristales.

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  5. Que castigo ha dado al pobre Porki. Demasiado para el. Lo tiene merecido par tratarla mal y haber hacho lo que hizo. Si quiere darle un poco de descanso, puede usarme como esclavo.

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    1. Claro que lo tiene merecido, aunque en esta ocasión por mi desconocimiento, me pasé.

      Ya sabes que para poder usarte estamos a demasiada distancia, perro

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  6. Su blog es excelente, no lo conocía. Casualmente lo conocí hace unos días y he visto de manera rápida todas las entradas. Me gustan los vídeos y las fotos. Leer he leído poco todavía, pero pienso hacerlo por que me ha gustado.
    Felicitarle por la evolución que ha seguido y en mi opinión ha sabido trasmitir su experiencia y su evolución. Gracias.
    Seguiré su blog por que es muy interesante.

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    1. Bienvenido Sissy conni, un comentario muy agradable el que haces de mi blog.

      Es un placer contar con un sissy entre mis seguidores, me gusta la forma en como vivís vuestra sexualidad.

      A veces me gusta vestir a mi cornudo con ropitas de nena, pero siempre es de forma forzada y humillante para él, me divierto convirtiéndolo en una putita, sobre todo cuando eestoy con algún amante.

      Gracias por tu mensaje y espero que sigas disfrutando con mis aventuras morbosas.

      Besitos rosas

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    2. Gracias, Señora.
      Hoy he leído el castigo de porki. Uno de los castigos más eficaces que usa mi Señora es ignorarme y otro que ha usado es obligarme a llevar pañal bajo la ropa por la calle. El castigo físico no lo emplea por que considera que me puede gustar

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    3. Hola Sissy, es normal que tu esposa te ignore, sois tan poca cosa, que más que personas sois objetos, con la única finalidad de ser usados por vuestras Amas/esposas,

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  7. Hola Dana, soy AmoM. Un relato muy morboso el que nos estás presentando en capítulos... Mmmmm... He de corroborar lo doloroso que es la polla de toro, para los lectores que no la conocen. Mi sumisa es el instrumento de castigo que más teme. Conoce su agudo dolor sobre su piel. No me extraña el "terror" del manso que tienes cada vez que lo usas en él.
    Un saludo Dana.

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  8. Hola AmoM, la verdad es que comencé a escribir esta serie pensando que casi no había texto, pero entonces se cruzó en mi cabeza el tema del "subespacio" y los recuerdos de la primera vez que lo viví en segunda persona afloraron en mi mente, dando paso a esta serie de capítulos, que espero no se hagan demasiado pesados.

    Si usas el "vergajo de toro" con contundencia, en la piel de tu perra, luego tendrá menos valor a la hora de emputecerla, lo digo por las marcas que deja, en Porky daba asco verlo.

    Posteriormente, en esta misma serie y relacionado con el "subespacio" hablaré de un Amo que creo que tu conoces y que por lo que cuento, igual podrás deducir quien es, aunque yo no te lo confirmaré.

    Saludos y sigue disfrutando de tu sumisa.

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  9. Soy AmoM. Tienes razón Dana. Cuando tengo pensado emputecerla con algún cliente, procuro antes no hacer uso de la polla de toro para no dejarla marcada. Como suelo emputecerla con vainillas, y no saben apreciar las delicatessen de unas buenas marcas, éstas hacen que baje el valor de mercado de la cerda a la hora de alquilarla para que la usen. Así que en periodo de montas de la cerda procuro no hacer mucho uso de la polla de toro.
    Un saludo Dana.

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  10. Ya me imagino, a los vainillas les acojonan bastante estas prácticas, en mi caso te diré que cuando ven como trato al cornudo, tanto verbalmente como físicamente, se quedan cortadísimos.

    Cuando eso ocurre me sabe fatal, porque mira que yo advierto de antemano cuales son mis gustos y lo que espero de ellos para con el ciervo.

    Así que ya sabes llévales el género en condiciones para que lo usen y siempre te queda el después, si te apetece darle una buena tunda, por zorra.

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