jueves, 27 de junio de 2024

REGRESO AL MORBO - 2

  


    Terminé el anterior reportaje comentándoos que con lo aburrida y parada que había estado la noche decidí que ya era hora de abandonar el PK2, pero que cuando ya estaba a punto de marchar, entró un nuevo cliente, al que de primeras no reconocí, aunque más tarde él se encargaría de recordarme que ya habíamos tenido algo de morboseo unos meses atrás y que también recordaba que si en aquella ocasión no había sido demasiado intensa la situación, fue porque él, al igual que en esta ocasión llevaba barba y a mí ese exceso de pilosidad me produce una alergia acompañada de picores muy molestos en la piel de la cara.

 




     El caso es que con la sensación de que la noche podía cambiar, decidí quedarme un poco más para ver si con ese otro chico pudiera suceder alguna cosita caliente, de esas que a mí tanto me gustan.

 



     Seguí unos minutos más en el mostrador del pub, esperando el momento adecuado para volver a meterme en ese espacio más íntimo y algo más reservado a las miradas de los clientes de la barra, y que está pegado a las cortinas que lo separan de esa zona casi totalmente oscura donde se encuentran los barrotes metálicos. Como podéis ver en el vídeo, me puse a bailotear insinuantemente hasta que el chico nuevo se decidió a entrar y ponerse cerca de mí, pero sin atreverse a nada más. Resultaba curioso ver como llevado por la indecisión, tan pronto se metía detrás de la cortina, desde donde me observaba sin decidirse a dar ningún paso, como salía a beber del vaso que había depositado en la mesita. En una de esas salidas fue cuando se atrevió a decirme que ya nos habíamos conocido en otra ocasión.




 

    Como la situación seguía siendo muy parecida, llegó un momento en que pensé que quizás si yo me metía al otro lado oscuro de la cortina sería posible que perdiera esa timidez que muchos hombres sienten al verme cara a cara.

 




    Di ese paso y traspasé la cortina, dentro apenas se veía alguna sombra, pero no había hecho más que entrar cuando las manos del chico ya estaban sobándome el culo y las tetas impetuosamente.  Cada día me sorprendo más de las reacciones de muchos hombres y de la manera que se cortan a pesar de mis evidentes provocaciones eróticas.

 




Como lo que a mí me apetecía, además de tener ese momento caliente, también era grabarlo, me salí rápidamente y como con los tocamientos aceptados por mi parte, de alguna manera ya se había roto el hielo entre el chico y yo, le faltó tiempo para salir detrás de mí y por fin volverme a magrear delante de mi pelele maridín, que solamente cumplía su cornuda labor de grabar cualquier cosa que yo decidiera hacer.

 



Para mí es una delicia morbosa y caliente la experiencia de sentir la calentura de un buen macho a mi lado, tocándome descaradamente. Experiencia que todavía mejora al sentir la presencia del manso bobo, tremendamente humillado y recibiendo mi mirada con todo el desprecio que merece al no ser capaz de oponerse a que otros machos disfruten de su mujercita querida. Me puso muy cachonda imaginar lo que pasaría por la cabeza del cornudo, después de llevar meses y meses de castidad forzada, viendo como cogía la polla dura y gorda del macho que debido a la excitación babeaba e impregnaba mis dedos del precum que generosamente expulsaban sus cojones, sabiendo el inútil manso que su pollita seguirá enjaulada hasta que a mí me salga del coño.

 



    Me resultaba excitante contemplar los patéticos ojos vidriosos del ciervo, grabando y mirando a mi bizarro amante ocasional que, tremendamente encelado, recorría todos los rincones de mi caliente cuerpo que tenía a su alcance, como acariciaba mi culo y especialmente mis pechos, que sobaba y recorría generosamente, poniéndome los pezones bien duros. Pechos que el pelele cornudo tiene prohibido tocar y a los que no tiene acceso desde hace ya… ni me acuerdo. Disfruté requiriendo su atención para que viera como su corneador jugaba con ellos una y otra vez, para mayor humillación suya, hasta que no pudo resistir la idea de intentar tocarlos, el muy idiota, pidiendo un permiso que ya debería saber que no le iba a conceder.. Le tuve que recordar delante de mi macho que tenía prohibido tocarlos y tuvo que seguir viendo como su mujer era la hembra cachonda que conseguía ser la musa de su potente erección, a la que el cabestro no tenía derecho, y cómo disfrutaba yo acariciando su polla y masturbándole, hasta que de forma intempestiva terminaba por explotar en una copiosa eyaculación, mi preciado tributo y la culminación de su humillación, mientras yo, tremendamente excitada, sentía en mis manos los latidos de esa verga dura que, finalmente, iba perdiendo rigidez, al mismo tiempo que el macho paulatinamente también recuperaba el ritmo de respiración normal.

 


    Creo que es preferible que veáis el vídeo a todo lo que yo os cuente, y así os haréis mejor idea de lo excitante que fue para mí y de lo humillante que fue para el estúpido e impotente esclavo.

 



    Y esto fue todo en mi deseado reencuentro con la vida morbosa. Espero que os haya gustado, asegurándoos que esto será el principio de muchas más aventuras viciosas, sobre todo ahora que comienzo mis vacaciones y espero que sean muy calentitas.





 

lunes, 10 de junio de 2024

REGRESO AL MORBO - 1

 


     Saludos a mis queridos y fieles seguidores. Siento mucho el haberos tenido tanto tiempo sin apenas noticias mías. La cuestión es que a veces nos encontramos en momentos de duda en la vida en los que se hace necesario parar y pensar detenidamente en que camino es el que se quiere adoptar para intentar sentirse mejor y más feliz en un futuro inmediato. Esas grandes dudas son las que me asaltaron a mí y de ahí fue el que me decidiera a tener ese periodo de reflexión que me he tomado durante todo este tiempo de ausencia.

 



    Posiblemente os preguntaréis algunos de vosotros, que fue lo que me impulsó a reflexionar sobre si era conveniente para mi estabilidad familiar y también social el plantearme abandonar esa vida morbosa que tanto placer me ha proporcionado desde el momento en que la descubrí. Pues bien, por una parte, tenía las continuas quejas y lloreras que me montaba el puto cornudo que tengo por marido, cuando veía como me divertía con algún macho y particularmente con uno en especial que es capaz de follarme tres ó cuatro veces en la misma sesión, proporcionándome orgasmos tremendamente intensos.  Escuchar esas pataletas de niño pequeño y más después haber sido tan bien montada y todavía transpirando sudorosa, me llevó a pensar si estaría haciendo bien al ignorarlo y tratarlo de la manera tan cruel y humillante en que lo vengo haciendo desde hace tantos años ya. Pero también hubo otra razón, y más importante todavía, fue que en los círculos cercanos de mi vida familiar y social se estaba dejando entrever cada día más mi actitud dominante sobre el pelele, al mismo tiempo que mi forma de vestir, dejándome llevar por la inercia y casi sin percatarme de cómo me estaba mostrando, se iba tornando mucho más provocativa y sexy. Yo no me daba demasiada cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor, ya que a fuerza de costumbre y casi llevada por la confusión comenzaba a mezclar el tipo de vida sexual y dominante con el otro tipo de vida, dijéramos el normal”. Fue una amiga íntima, que está al tanto de casi todo lo que hago y de cómo someto al idiota cornudo, ya que incluso alguna vez lo hemos humillado a dúo, quien me informó de que estaba escuchando rumores al respecto. 

 



    No fue nada fácil tomar la decisión de parar y comprobar cómo me podía sentir sin adiestrar perros sumisos o dejar de tener buenos y potentes amantes que me dieran el placer que yo necesito para sentirme mujer deseada y por supuesto bien follada.

 



    Pero después de todo, no os resultará muy difícil entender que, si me estáis viendo de nuevo por aquí, es porque esa larga meditación y castidad autoimpuesta, me ha demostrado que ser niña buena es terriblemente aburrido y nada motivador, por lo que tengo clarísimo que a partir de ¡YA! voy a reanudar ese tipo de vida de niña mala, mala, pero muuuuuy mala, que tantos placeres me ha proporcionado. Y no os quepa la menor duda de que el cornudo pagará con creces este lamentable tiempo que he perdido por su culpa y que me ha mantenido alejada de cualquier tipo de juego vicioso. Tiempo que desde luego voy a recuperar con creces y en el que a partir de ahora le va a tocar joderse y sufrir de la manera más vejatoria y cruel todas las humillaciones que le pueda aplicar para que tenga muy presente su condición de esclavo cornudo, siempre contando con que los amantes que tenga de aquí en adelante colaboren activamente en su degradación y logremos llevarlo a ser el puto pelele que es y que nunca debió dejar de ser.


 

    Acompaño este reportaje con una muestra visual y bastante descriptiva de lo que fue mi reencuentro con el morbo, en el club PK2, que tanto me gusta visitar por muchas razones, tales como pueden ser, sus magníficas instalaciones, la forma en que lo llevan y lo atentas que se muestran siempre Chon y Jenny y sobre todo por lo bien que se presta para poder realizar todos esos juegos calientes y viciosos que tanto me gusta disfrutar. La pena es que, con las prisas por volver a tener morbo, llegué al local demasiado pronto, sin dar tiempo a que se animara tanto como suele ser habitual.


 

    Mis enormes ganas e impaciencia por volver a reanudar mi vida morbosa me llevó a acudir al PK2 nada más abrir ese día y pasó lo que era normal que pasara, que al llegar me encontré con que solamente había un cliente antes que yo y mi cabestro. Me dirigí a la barra seguida del ciervo y allí estuve un rato, en el que aproveché para tratar de intercambiar contacto visual con aquel chico, que no me quitaba los ojos de encima, hasta que mi mirada se cruzaba con la suya, momento en que quizás intimidado bajaba la vista al suelo rápidamente en lo que resultaba ser un ejercicio de timidez mal disimulado. Estuve en ese juego de coqueteo un poco tiempo, hasta que intentando provocar otro tipo de situación le ordené en voz alta al cornudo que me acompañara a la zona oscura de las verjas.

 


    Tanteando por la oscuridad de esa zona tan morbosa, llegué a donde quería ordenando al ciervo que se pusiera a bastante distancia de mí para que no molestara ni incomodara a cualquier chico que pudiera entrar, yo me coloqué en la esquina opuesta y que más me gusta por ser el punto donde más manos de tíos mirones pueden tener acceso a mi cuerpo y lógicamente donde más pollas pueden aparecer para ser pajeadas por mí o jugar con ellas poniéndolas bien duras y húmedas. Esperé bailando de manera insinuante unos pocos minutos hasta que el chico tímido de la barra traspasó la cortina y muy lentamente empezó a atreverse a cruzar la verja con sus manos y a darme algunas suaves caricias.

 


     Mientras me acariciaba por encima de la poca ropa que yo llevaba, todo iba bien, pero cuando se decidió a ir más allá y sus manos entraron en contacto con mi piel, no pude evitar contraerme al sentir que quizás debido a los nervios, llevaba las manos heladas, fue un instante, pero debió interpretarlo como una negativa mía, porque no solo cesaron sus tímidas caricias sino que se marchó de allí, algo que no entendí porque yo enseguida que me acostumbré a esa sensación, seguí moviéndome tan provocativamente como antes o más. Por todo ello me dio por pensar que aquel chico era bastante rarito.

 



     No me paré a comprobar si se decidiría a volver o no, así que como en la reja me quedé solita y con la única compañía de ese imbécil atocinado que me acompaña, decidí salir otra vez a la barra y ver que sucedía. Estando allí y como ese chico seguía sin parar de mirarme mal disimuladamente, decidí volver a dar otro paso e ir a ese otro cuarto del fondo en el que hay variados elementos para poder jugar de múltiples formas viciosas o sádicas, al entrar dejé la puerta abierta con clara intención y le ordené al manso que me grabara disimuladamente porque me apetecía bailar insinuando poses exhibicionistas y calientes, con la excitante idea de que aquel chico se acercara a mirar, teniendo la clara intención de provocarle.

 



    Efectivamente, el chico mirón (me es difícil calificarlo de otra forma) no tardó ni cinco minutos en ponerse a observar desde la puerta mis evoluciones desvergonzadas, mientras yo me iba quitando ropa bailando bastante descaradamente, en una especie de striptease provocador. Lamentablemente y en vista de que una vez más no se atrevió a dar ningún paso, decidí parar mis movimientos eróticos e ir a otro de los departamentos más oscuros, pero también abierto a que los chicos solos puedan entrar, mirar o tocar, siempre que la mujer lo permita, claro está.

 



    En el tiempo que me había costado recomponer mi vestuario, el chico ya se había metido en ese cuarto semioscuro, me dio igual que estuviera allí, al fin y al cabo no había llegado todavía ningún otro chico y por lo tanto yo no me iba a marchar a ningún otro lugar del club. Pensé que quizás me había escuchado como yo le decía al cabestro que íbamos a ir allí y se había sentado en un pequeño sofá que hay al fondo. Casi nada más entrar ordené al cornudo que se quedara en una de las esquinas donde menos molestase y rápidamente comencé a moverme de manera sensual y provocativa, mientras el chico me contemplaba sentado y sin el mínimo atisbo de decisión, tal y como me hubiera gustado. Igual estoy anticuada, pero a mi forma de ver el juego de la seducción es cosa de dos y hay pasos que debe dar el macho, de manera qué si él no es capaz de darlos, a mí no me resulta nada motivador el intentar promover situaciones más fuertes o viciosas.

 


    Ya podréis imaginar que, para ser mi reencuentro con el vicio, la cosa no pintaba demasiado bien, ¿podéis entender que un chico que va a un local de este tipo tenga tan poca decisión? ¿Podría llegar a plantearme que ya no resulto tan deseable? ¿O debería quizás, pensar que mi vestuario y mis movimientos intimidaron su personalidad ya de por sí algo apocada? Todas esas y más preguntas son la que me hice en aquellos momentos tan decepcionantes para mí, e incluso me encontré por momentos tan decepcionada que llegué a pensar sí no me habría equivocado y debería haber seguido en esa castidad autoimpuesta que acababa de romper.

 



     En vista de cómo se estaba desarrollando la noche, decidí volver a la barra con la intención de terminar mi bebida y marcharnos, pero me encontré que afortunadamente había llegado otro joven cliente que en principio no reconocí, hasta que él más tarde se encargó de recordarme que ya habíamos tenido algo de juego un tiempo atrás. No había sido algo muy intenso porque llevaba barba y los pelos en la cara me causan alergia en la piel. De ese detalle él también se acordaba y de que esa había sido la causa por la que el juego de la vez anterior no resultó todo lo morboso y sexual que hubiera sido deseable. No obstante, la noche no había terminado todavía, afortunadamente, y quedaban más cosas por pasar que me hicieron volver a casa bastante más contenta, pero eso ya será para la segunda parte y continuación de este reportaje.