Terminé el anterior reportaje comentándoos que con lo aburrida y parada que había estado la noche decidí que ya era hora de abandonar el PK2, pero que cuando ya estaba a punto de marchar, entró un nuevo cliente, al que de primeras no reconocí, aunque más tarde él se encargaría de recordarme que ya habíamos tenido algo de morboseo unos meses atrás y que también recordaba que si en aquella ocasión no había sido demasiado intensa la situación, fue porque él, al igual que en esta ocasión llevaba barba y a mí ese exceso de pilosidad me produce una alergia acompañada de picores muy molestos en la piel de la cara.
El caso es que con la sensación de que la noche podía cambiar, decidí quedarme un poco más para ver si con ese otro chico pudiera suceder alguna cosita caliente, de esas que a mí tanto me gustan.
Seguí unos minutos más en el mostrador del pub, esperando el momento adecuado para volver a meterme en ese espacio más íntimo y algo más reservado a las miradas de los clientes de la barra, y que está pegado a las cortinas que lo separan de esa zona casi totalmente oscura donde se encuentran los barrotes metálicos. Como podéis ver en el vídeo, me puse a bailotear insinuantemente hasta que el chico nuevo se decidió a entrar y ponerse cerca de mí, pero sin atreverse a nada más. Resultaba curioso ver como llevado por la indecisión, tan pronto se metía detrás de la cortina, desde donde me observaba sin decidirse a dar ningún paso, como salía a beber del vaso que había depositado en la mesita. En una de esas salidas fue cuando se atrevió a decirme que ya nos habíamos conocido en otra ocasión.
Como la situación seguía siendo muy parecida, llegó un momento en que pensé que quizás si yo me metía al otro lado oscuro de la cortina sería posible que perdiera esa timidez que muchos hombres sienten al verme cara a cara.
Di ese paso y traspasé la cortina, dentro apenas se veía alguna sombra, pero no había hecho más que entrar cuando las manos del chico ya estaban sobándome el culo y las tetas impetuosamente. Cada día me sorprendo más de las reacciones de muchos hombres y de la manera que se cortan a pesar de mis evidentes provocaciones eróticas.
Como lo que a mí me apetecía, además de tener ese momento caliente, también era grabarlo, me salí rápidamente y como con los tocamientos aceptados por mi parte, de alguna manera ya se había roto el hielo entre el chico y yo, le faltó tiempo para salir detrás de mí y por fin volverme a magrear delante de mi pelele maridín, que solamente cumplía su cornuda labor de grabar cualquier cosa que yo decidiera hacer.
Para mí es una delicia morbosa y caliente la experiencia de sentir la calentura de un buen macho a mi lado, tocándome descaradamente. Experiencia que todavía mejora al sentir la presencia del manso bobo, tremendamente humillado y recibiendo mi mirada con todo el desprecio que merece al no ser capaz de oponerse a que otros machos disfruten de su mujercita querida. Me puso muy cachonda imaginar lo que pasaría por la cabeza del cornudo, después de llevar meses y meses de castidad forzada, viendo como cogía la polla dura y gorda del macho que debido a la excitación babeaba e impregnaba mis dedos del precum que generosamente expulsaban sus cojones, sabiendo el inútil manso que su pollita seguirá enjaulada hasta que a mí me salga del coño.
Me resultaba excitante contemplar los patéticos ojos vidriosos del ciervo, grabando y mirando a mi bizarro amante ocasional que, tremendamente encelado, recorría todos los rincones de mi caliente cuerpo que tenía a su alcance, como acariciaba mi culo y especialmente mis pechos, que sobaba y recorría generosamente, poniéndome los pezones bien duros. Pechos que el pelele cornudo tiene prohibido tocar y a los que no tiene acceso desde hace ya… ni me acuerdo. Disfruté requiriendo su atención para que viera como su corneador jugaba con ellos una y otra vez, para mayor humillación suya, hasta que no pudo resistir la idea de intentar tocarlos, el muy idiota, pidiendo un permiso que ya debería saber que no le iba a conceder.. Le tuve que recordar delante de mi macho que tenía prohibido tocarlos y tuvo que seguir viendo como su mujer era la hembra cachonda que conseguía ser la musa de su potente erección, a la que el cabestro no tenía derecho, y cómo disfrutaba yo acariciando su polla y masturbándole, hasta que de forma intempestiva terminaba por explotar en una copiosa eyaculación, mi preciado tributo y la culminación de su humillación, mientras yo, tremendamente excitada, sentía en mis manos los latidos de esa verga dura que, finalmente, iba perdiendo rigidez, al mismo tiempo que el macho paulatinamente también recuperaba el ritmo de respiración normal.
Creo que es preferible que veáis el vídeo a todo lo que yo os cuente, y así os haréis mejor idea de lo excitante que fue para mí y de lo humillante que fue para el estúpido e impotente esclavo.
Y esto fue todo en mi deseado reencuentro con la vida morbosa. Espero que os haya gustado, asegurándoos que esto será el principio de muchas más aventuras viciosas, sobre todo ahora que comienzo mis vacaciones y espero que sean muy calentitas.