AQUELLOS MARAVILLOSOS COMIENZOS 2

ACOSTUMBRÁNDOLO

En aquellos Maravillosos comienzos, (Maravillosos para mí, que duda cabe) pensé que lo fundamental en el adiestramiento de lo que se supone era mi marido, consistía en ir acostumbrándolo a obedecer, acostumbrándolo a sufrir, acostumbrándolo a lamer, acostumbrándolo a darme placer, etc. etc. etc y sobre todo ACOSTUMBRÁNDOLO a ostentar unos hermosos cuernos.

Cómo veis en las fotos, el procedimiento para la adaptación a la vida que le estaba esperando, solía comenzar en bastantes ocasiones, con el uso de ataduras para la sujección del cerdo, que impidieran cualquier amago de oposición al trato que a mi me gustaba infringirle, a continuación para vencer esa mínima resistencia que pudiera darse, le aplicaba diferentes tipos de dolor, hasta conseguir hacer de él un animalito sumiso, como veis en esta ocasión, fue pisarle los huevos y pichinita, aparte de algún que otro fustazo.

Con el fin de darme un descanso y relajarme, en la mayoría de las sesiones que le administraba, le obligaba a comerme el coño, hasta correrme en su puta boca de cerdo mamón, para mí era un placer sentir la lengua viscosa metiéndose todo lo dentro de mi vagina, que el puerco esforzándose podía, los movimientos de aquel apéndice húmedo recorriendo mi interior, mientras sentía la superioridad sobre el esclavo, desembocaba sin remisión en un fuerte orgasmo acompañado de abundantes fluidos que el gorrino tragaba con glotonería, huelga decir que durante esa comida de chocho, si el bobo paraba o se cansaba, era estimulado por mi fusta sobre sus gordos cojonazos, haciendo que la lengua se moviera en mi delicada gruta con la máxima celeridad.

Lo más importante de todo el adiestramiento que llevé a cabo con mi "esposo", era vencer su resistencia a ser corneado y a la humillación ante el posible macho que después se convertiría en mi amante, para lograr ese objetivo, le ordené comprarse unos buenos cuernos y en muchas de esas sesiones le obligaba a posar con ellos coronando su cabeza, siempre haciéndole saber que esas fotos serían mostradas a muchos hombres con los que yo pensaba citarme.

Después de unos cuantos episodios como el que os cabo de narrar, resultaba manifiestamente que el comportamiento del animal iba tomando un excelente rumbo, aceptando sumisamente el nuevo tipo de vida que le aguardaba para el futuro, resultaba innegable que el dolor y las órdenes que yo le administraba, hacían mella en su corto cerebro y además, por si fuera poco, para aumentar ese sometimiento, me valía en ocasiones de amigos que me escribían o hablaban por teléfono, amenazándolo con golpearle y darle su merecido al encontrarnos, lo cierto es que el gusano terminaba con el rabo entre las piernas totalmente acojonado y mentalmente hundido, provocando en mí, fuertes oledas de satisfacción.

Al término de la sesión, en caso de ser por la noche y si me había dejado lo suficientemente contenta, le daba su premio permitiéndole dormir sobre la alfombra en vez del duro y frío suelo, os digo esto para que veáis que no soy tan mala y tengo ciertos miramientos con el perro.