Continúo con el reportaje del
cuestionario, en el que mi sometido esclavo, seguirá contestando a vuestras
preguntas maliciosas y en algún caso sádicas (cosa que por otra parte me
encanta). Por si alguno de vosotros no las escuchó bien, os envío esta imagen
de las interpelaciones que ya se le formularon a Porky y de las que todavía le
quedan pendientes para el segundo vídeo, así como también, de alguna imagen
elocuente, mostrando como el cuerpo del animal, iba tornándose hermosamente
rojizo a lo largo de la sesión.
En el reportaje anterior, hubo un
comentario que me llamó la atención y me pareció interesante comentar.
Posiblemente bastantes de vosotros desconoceréis a lo que en él mismo se hace
referencia. Dicho mensaje lo envío al blog, peqe75 y en el mismo daba por hecho
que Porky, probablemente se encontraba caliente, cuando recibía el correctivo
que duramente le apliqué durante el interrogatorio. Se basaba para dar esa
opinión, en un concepto denominado "subespacio", o dicho de otra
forma, el éxtasis que puede llegar a experimentar un sumiso en algunos momentos
de duro castigo físico, dominación e incluso vejación.
Pues bien, debido a ese
comentario de peqe75 y queriendo profundizar más en ese tipo de experiencia,
aprovecho en darla a conocer para todos aquellos que no sepáis de que va ese
tema. El post que en principio pensaba colgar para dar fin a la serie
CUESTIONARIO FORZOSO, iba a ir acompañado de un texto bastante escueto, pero a
consecuencia de traerme a colación el interesante tema, se ha convertido al
final, en una narración extensa y que constará de 3 ó 4 partes.
El alargarme tanto en la
narración, ha sido como consecuencia de recordar el desconcierto e incluso
susto que sentí, la primera vez que viví la forma en como Porky se vio
sumergido en el estado del "subespacio". Los recuerdos de aquellos
hechos han vuelto a mi memoria de forma abrupta y creo que merece la pena que
los conozcáis.
Como acabo de contar, mi perro
esclavo, ha traspasado en alguna ocasión la barrera que antecede a ese estado.
De hecho y desde aquella primera vez, cuando en alguna sesión, interpreto o
percibo que el cerdo puede entrar en esa fase. Inmediatamente suspendo el
castigo, tratando de evitar que llegue a experimentar ese trance, hasta que
vuelvo a comprobar, que el dolor y la total consciencia retornan a su cuerpo y
mente, reanudando entonces la tortura y constatando que el peligro de la
inconsciencia en el esclavo, ha pasado.
Os preguntaréis el porqué, de mi
manera de actuar, pues bien, os cuento: lo que yo pretendo y busco con el
cerdo, siempre que le doy una sesión de adiestramiento o humillación, es
asestarle el máximo sufrimiento, degradación, vejación, etc. y en ningún caso
constatar, el que no llegue a percibir fuerte dolor. En esos momentos, en los
que lo primordial para mi es la liberación de adrenalina, solamente lo
considero como un animal de mi propiedad que, a base de suplicios, debe pagar
muchos comportamientos pasados y en algún caso presentes, aunque estos últimos
sean mínimos.
Es posible que muchos de vosotros
no sepáis de que estoy hablando, cuando me refiero al "subespacio".
Por ese motivo voy a daros una escueta explicación al respecto. Cuando el
esclavo es golpeado o duramente vejado, al principio, lo normal es que sienta
dolor, vergüenza, humillación, pánico, etc., pero en algunos momentos, cuando
aparentemente parece que no se pueda ir más allá en la resistencia del sumiso
torturado, es cuando inesperadamente, el cerebro del sometido entra en ese
estado semi hipnótico y de éxtasis o "subespacio" motivado por las
endorfinas y encefalinas, que afectan al sistema nervioso simpático, bloqueando
el dolor, y que al mismo tiempo lo sumen en un trance de incoherencia, que
alteran su percepción de la realidad.
Quizás esta explicación, os haya
parecido algo excesiva, aunque puedo aseguraros que me he quedado corta, pero
para entender mejor a lo que me estoy refiriendo, os voy a contar la primera
vez en que inesperadamente, vivimos una experiencia semejante.
Los hechos a lo que me voy a
referir, sucedieron en el mes de junio del año 2011. Aquel día estábamos
invitados a la boda de un familiar cercano, mi puñetera suegra, mi hija (que no
quiso asistir), yo y Porky. Para la ocasión, yo me vestí con un vestido muy
vaporoso y bastante escotado, de color azul cielo, medias negras de nylon
transparentes y sandalias abiertas de tacón alto, me sentí guapa al mirarme al
espejo y por lo acontecido después, a más de algún asistente también le pasó lo
mismo, ya que a lo largo de la fiesta comprobé muchas miradas posándose sobre
mi cuerpo y la parte alta de mis pechos que generosamente mostraba. El cerdo
llevaba un traje de color gris, con corbata granate, cuyo nudo quedaba en parte
oculto por su voluminosa papada, y calzado con zapatos negros. El color del
traje, por cierto, le iba perfectamente con su patético carácter.
Después de la ceremonia
religiosa, vinieron las consabidas fotos de rigor y seguidamente, con el fin de
hacer tiempo para el banquete, fuimos unos cuantos de los invitados a tomar un
vermut por la calle D. Jaime, muy cerca de la Basílica del Pilar. La madre del
tocino, que también nos acompañaba, no se despegaba de su lechoncito. La muy
pesada no paraba de hacer comentarios de lo guapo que estaba su hijito,
mientras el cerdo sonreía estúpidamente, escuchando los halagos de su puta
madre. Aunque yo estaba hasta el coño de aguantarlos, la verdad es que no me
vino nada mal esa complicidad de la reducida piara, que con sus mutuas
babosadas, distraían su atención hacia mí, facilitándome de esa forma, el poder
ser blanco de algún que otro escarceo familiar, porque aprovechando las
circunstancias, los que no se despegaban de mi lado, eran un primo y el tío de
Porky, que con cierto disimulado atrevimiento, se rozaban sin parar contra mi
parte trasera y los muy pillos, con la excusa de tomar y dejar la bebida sobre
el mostrador, alargaban el brazo pasándolo descaradamente por delante tocando
mis tetas e incluso dejándolo pegado más tiempo de lo normal, cosa que desde
luego no me importaba facilitar, a pesar de que mis pezones ya se marcaban
duros, resaltando la tela del vestido y mostrándose muy visibles para
cualquiera de los presentes, varios de ellos y ellas, miraban la escena con
poco disimulo, percatándose de mi consentimiento a los roces y de la estupidez
del cornudo, que no percibía absolutamente nada, de lo que a sus espaldas
acontecía, ni que decir tiene que la cerda madre, con mirar y alabar a su
lechoncito tenía bastante.
Estando cercana la hora del
banquete, alguien dijo de marchar ya hacia el restaurante, y todos nos pusimos
en marcha. El gorrino llevando a su mamá del brazo, marchaban delante de mí,
que iba custodiada en medio de tío y primo, dándome conversación divertida,
sobre anécdotas del pueblo y al mismo tiempo obsequiándome con más de algún
roce discreto, procurando no ser vistos, ya que, caminando unos pasos por
detrás, venían varios de los invitados, que casi seguro irían expectantes,
observando nuestro comportamiento (menuda recua de hipócritas reprimidos).
Para que os hagáis una idea de cómo
eran mis dos admiradores, os doy algunos detalles: los dos eran hombres
curtidos por el trabajo en el campo, el tío de mi maridín y por consiguiente
mío, tendría unos 60 años y su hijo no llegaría a los 35, este último estaba
muy bien físicamente y su padre aunque dejaba algo que desear, se mostraba más
decidido y morboso, aparte de todo eso cuando estuvimos en el bar, pude notar
en mi trasero, que el muy bruto, era portador de un prominente bulto, que con
todo descaro me apoyaba de forma intermitente.
Mientras nos dirigíamos paseando,
entre broma y broma, (algunas veces picantes), me solicitaban con insistencia,
que les permitiera tomar asiento lo más cerca posible de donde yo me ubicara en
el banquete, y si podía ser pegados a mí, mucho mejor. Para que accediera a ese
requerimiento me ponían como excusa, el seguir hablando de los chismes del
pueblo. Yo les contesté que al llegar veríamos como lo podíamos hacer, no os
negaré que me apetecía mucho más sentarme con ellos, que con el cornudo y su
tetuda madre. En mi pensamiento bullía la intención, de que Porky se sentara a
mi izquierda con la jamona pesada a su lado y que a mi derecha se colocaran
padre o hijo, (eso me resultaba indiferente). Consideré que de esa forma podría
disfrutar de una comida mucho más "entretenida", pudiéndome librar de
la absurda conversación, de los dos componentes de la mini piara.
Para mi decepción y la de mis dos
cariñosos admiradores; al llegar al restaurante, nos encontramos con un
cartelón, asignando la colocación de los invitados en las mesas, con lo cual no
pude llevar a cabo lo planeado mentalmente, y me tocó tener que soportar
durante el banquete, la compañía de gente aburrida con las que tenía muy pocas
cosas en común, aunque desde la mesa cercana, donde habían colocado a mis
familiares, los dos me lanzaban miradas comprometedoras y algún que otro guiño,
a los que yo correspondía con sonrisas picaronas, e incluso en algún momento,
inclinándome disimuladamente hacia delante, dejaba que contemplaran el
canalillo de mis tetas, a lo que ellos correspondían con gestos obscenos y
abriendo los ojos con deseo. De esa forma y con ese tipo de coqueteo, la comida
se me hizo más llevadera y pude distraerme de mirar hacia mi izquierda, para
ver como el cerdo y la vaca se ponían morados de tragar todo el pienso que les
llegaba a sus platos.
Después de toda la parafernalia
que se monta en las bodas. Que si fotos, que si cortar la tarta nupcial, que si
el vals de rigor, etc. etc. etc., llegó el jolgorio y comenzaron a poner música
pachanguera, con el fin de animar a los invitados a desmadrarse y como no podía
faltar, empezó a sonar "Paquito el Chocolatero". Inmediatamente, mis
queridos parientes por parte de mi cónyuge, vinieron a la mesa donde nos
encontrábamos sentados, mi cornudo, la tetuda vaca y yo, animándonos con
insistencia a sumarnos al tumultuoso sarao, Porky todo congestionado no quería
salir, pero casi empujándolo lo metieron en la rueda, con la clara intención de
cansarlo, (según me confesaron después), le instaban a moverse y le hacían
girar, mientras, el sobrino se ponía detrás mío para aprovechar los
bamboleantes movimientos de ese pasodoble, podéis imaginaros lo que pasó con mi
culo, y la cantidad de hábiles y excitantes puntazos que recibió. Entre el
gentío y a una prudente distancia, pude apreciar, como mi puta suegra, con
rostro sudoroso, se había sentado para reposar todo el pienso que había
ingerido.
Tanto tío como primo hermano, con
aviesas intenciones, se turnaban para hacer bailar al cebón, hasta conseguir
agotarlo. Cuando comprobaron el aspecto deplorable que presentaba, con la cara
enrojecida, la corbata del revés, el cuello de la camisa abierto y toda llena
de sudor, le permitieron retirarse, pero sin dejar de tenerlo controlado en
todo momento. Los muy pillos se turnaban, para mantenerlo en la barra libre y
conminarle a beber copa tras copa, con todo el propósito de emborracharlo;
mientras uno de ellos hacía esa labor, el que quedaba libre bailaba conmigo,
sobándome con muy poco disimulo y escandalizando a más de alguna reprimida
maruja que pudiera percatarse de los "inocentes juegos" que entre
familiares estábamos llevando.
Tengo que deciros, que tanto el
padre como el hijo, tenían mucha práctica a la hora de embriagar a los
foráneos, ya que, en su pueblo, como en muchos otros por aquel entonces, era
una práctica muy habitual el llevar a cabo ese tipo de diversión. Los mozos se
las ingeniaban para con la excusa de brindis tras brindis, y casi siempre
mezclando bebidas para conseguir mayor efecto, conducir al forastero hasta un
estado etílico deplorable, para posteriormente reírse de él y poder manejarlo a
su antojo , haciendo con el borracho las mayores ridiculeces, incluso en muchas
ocasiones, fotografiarlo en actitudes tremendamente vergonzosas, que al
recuperar la serenidad en días posteriores, las comprometedoras imágenes podían
ser usadas, para manipularlo, e incluso aprovecharse del incauto sin ningún
reparo, extorsionándole sibilinamente, para obtener más de algún favor o
invitación.
En aquella ocasión, emplearon esa
misma táctica con Porky, pero entonces el objetivo a ganar era muy distinto, el
trofeo no era otro, que conseguir mis favores, que por otra parte era demasiado
obvio, que en lugar de molestarme su actitud, me prestaba gustosa a ese juego
morboso, así que mientras espiaba desde lejos, como mi "amado esposo"
se apoyaba en la barra sudoroso como un cerdo y era víctima de la manipulación
de sus familiares, las pollas del tío o primo, se iban turnando rozándose
contra el coñito de su amada esposa, siempre hasta ese momento por encima de la
ropa, (aunque yo deseara disfrutarlas más íntimamente) mientras sus rudas
manazas de macho, abarcaban la parte baja de mi cintura para presionar más
fuerte contra ellos.
Me sentía muy zorra cachonda, y
en mi interior, ansiaba el momento de poder despistarnos hacia algún lugar más
oculto y sentir esos duros rabos de una forma más contundente y sin prenda
alguna de por medio. Mientras ese momento pudiera llegar, comenzó a sonar una
pieza muy lenta, el tío de Porky estaba a mi lado y movida por el deseo, fui yo
la que me abracé a él, comenzando ambos a bailar muy pegados, sintiendo como
nuestros calientes cuerpos se acoplaban al son de la balada, percibía en mi
ingle, como su miembro estaba durísimo, me tenía muy sujeta, con una mano por
la parte superior de mis nalgas y la otra por la espalda, sus labios se
acercaron a mi cuello y comenzó a chupetearlo, mientras me decía palabras muy
calientes, haciendo que mi cabello se erizara,
- Cómo me gustas Dana y que
caliente me pones ¿Notas lo dura que tengo la polla?
- ¡Siiiii..., ummm, la siento!
pero ten cuidado, nos van a llamar la atención y vamos a dar un escándalo.
- No te preocupes Danita,
mientras no nos vea mi sobrino, los demás no me importan, aunque con la cogorza
que lleva tu maridito, no se entera de nada.
- Pero nos puede ver la cerda de
su madre y es una bruja chismosa.
- Qué le den a esa cabrona. Llevo
la pija que me va a explotar, estoy manchando el pantalón, ya puedo cuidar que no me lo vean, ja,ja,ja, ¿Y tú cómo
llevas la braga, putita?
- Llevo un tanga de color negro,
- Ummm... me excita ese color, me
lo tienes que enseñar, pero lo que te preguntaba es ¿Vas mojada?
- Siiiiiii......
- Que puta estás hecha y tu
marido que cornudo, seguro que no te da lo que te mereces.
- No lo cuentes, pero tiene un
penecito de niño chico, con eso te puedes imaginar cómo estoy
- No te preocupes, que desde
ahora no te va a faltar lo que tú deseas zorrona. ¿No te gustaría tener un bebé
con genes de macho?
- ¿Qué cabrón estás hecho, ¿no te
da pena tu sobrinito?
- Creo que es lo que se merece
Dana, nunca te tenías que haber casado con ese medio hombre.
- Tienes razón, es lo que se
merece
- Cómo me estás poniendo con los
movimientos que haces, me voy a correr bailando.......bufff, nunca me ha pasado
esto.
Mientras me susurraba todo este
tipo de guarradas, yo cerraba los ojos y me dejaba manejar a su antojo, no
sabía a qué movimientos se refería, hasta que caí en la cuenta, y es que cuando
estoy caliente con algún macho, sin proponérmelo, mi pelvis efectúa movimientos
giratorios, buscando acoplar los labios vaginales a la dureza del miembro viril
del semental que tengo enfrente, hasta que siento como los fluidos de mi
coñito, irremediablemente se escurren por mis piernas.
Me encontraba excitadísima y casi
flotando, gozando de tan sensual baile. Cuando de pronto una altisonante voz al
lado de mi oído, rompió todo el encanto y me sacó del dulce sopor en el que me
hallaba sumergida, la dueña de aquellos desagradables bufidos, no era otra que
mi puta suegra increpándome,
- Ya está bien ¿Nooo? menudo espectáculo
estás dando, pareces una puta en celo, y por si fuera poco, con tu tío Juan.
Por un instante me sentí
desconcertada al ser pillada infraganti, e instintivamente me aparté de mi
pareja de baile, sin darme cuenta de que, haciéndolo, dejaba a la vista de los
más cercanos, la prominente hinchazón y humedad que mostraba el pantalón de
Juan, así como el delator manchurrón de mi vestido a la altura pélvica, cosa
que sin lugar a dudas delataba el gran calentón que ambos llevábamos. Me da
reparo deciros que no pude evitar sonrojarme, mientras la mala bruja continuaba
recriminándome,
- ¿En qué lugar estás dejando a
mi niño? ¡Qué vergüenza! ¿Qué pensará mi nieta cuando le diga lo que hace su
madre? eres una golfa.
Estas palabras, refiriéndose a mi
hija consiguieron enfurecerme, aunque solamente fueran escuchadas por el grupo
de invitados más cercano a nosotros; miré hacia donde se encontraba Porky y vi
que no se enteraba de lo que sucedía, (bastante tenía con sujetarse en el
mostrador), Juan a su vez, trataba de ocultarse de las chismosas miradas, al
mismo tiempo que hacía por taparse la mancha húmeda de su bragueta, y a su vez
pugnaba nervioso, por calmar a la vaca tetuda.
Toda aquella desagradable
situación me cogió desprevenida y mi rostro enrojeció, debido seguramente a la
mezcla de vergüenza e ira que sentí. El martilleo de los berridos de mi
puñetera suegra, en mis oídos, lanzando andanadas verbales contra mí, me sacó
de mis casillas y no pude contenerme replicándole de muy mala manera,
- ¡La zorra es usted!, ¿se piensa
que no sé los cuernos que le ponía a su difunto marido? Ahora se quiere hacer
la estrecha, ¿Pero a saber a cuantos se tiraría para tener un hijo tan inútil?
seguro que ese atontado es fruto de mil leches y entre ellas la de algún perro
callejero, porque de otra forma no sé explica un producto tan anormal.
- Pero que dices, tú estás loca,
calla, calla - respondió en un tono mucho más bajo
- ¿Se cree que no sé, los
escarceos que se llevaba con el cura de la parroquia y con algún que otro
"amigo" del cornudo de su marido?. El tonto de su hijo me ha contado
muchas cosas y aunque él es muy fácil de engañar a mi también me resulta muy
fácil atar cabos de todo lo que he ido escuchando, además sé perfectamente por
una "amiga" suya, la clase de penitencia que le ponía el curita,
siempre que la confesaba, por cierto, bastante a menudo. Así que la golfa es
usted, zorra.
Mi suegra, totalmente blanca ante
mi fuerte reacción, acompañada de todos los improperios que salieron por mi
boca, se quedó muda y sin poder defenderse de mis acusaciones, enrojeció y
comenzó a llorar, alejándose acompañada por Juan, que en actitud desconcertada
intentaba calmarla. Reconozco que fui muy dura con ella, pero al mismo tiempo,
pienso que después de lo que me había dicho, se merecía algo así.
Me retiré hacia una silla más
apartada, para tratar de tranquilizarme, fumando un cigarrillo, antes de volver
a ir al lado del cornudo, y desaparecer de la fiesta cuanto antes. A
consecuencia del disgusto, se me había bajado toda la lívido que había ido
acumulando a lo largo del día y solamente quería alejarme de todos los
invitados que habían estado al tanto del altercado.
No habrían pasado ni quince
minutos, cuando me di cuenta de que venían hacia donde yo me encontraba, los
dos porcinos, madre e hijo, cogidos de la mano y con gesto malcarado, sobre
todo la cerda, ya que Porky bastante tenía con mantener el equilibrio. Al
llegar donde yo me encontraba, se pararon frente a mí en actitud desafiante, y
entonces el puerco sin soltar a su mamá de la pezuña, me dijo balbuceando,
- ¡Qué sea la última vez que le
hablas de esa forma a mi madre, no te lo voy a consentir, por mucho que yo te
quiera, ella es lo primero, pídele perdón!.
Aquella frase interpelativa y de
palabras arrastradas a causa del alcohol, en boca del cornudo, me desconcertó
por un instante, aunque casi inmediatamente contuve mi cólera, y mentalmente
decidí que debía jugar bien mis cartas, adopté un gesto de falso
arrepentimiento y dirigiéndome a la bruja, le dije
- Le pido que me perdone, todo ha
sido por culpa de la bebida, no sé ni lo que he dicho ni lo que he hecho, si la
he faltado el respeto lo siento, no volverá a suceder.
Miré hacia Porky y con inmensa
rabia contenida, contemplé como sonreía con satisfacción machista. En ese
momento los recuerdos de los tiempos pasados con él, cuando se creía muy superior
a mí, vinieron a mi cabeza y no pude evitar enrojecer de ira, aunque haciendo
acopio de toda mi fuerza interior, la pude refrenar, pero a partir de ese
momento comencé a pensar, en cómo debía actuar para volver las aguas a su
cauce.
Tanto el tío como el primo,
viendo el cariz que habían tomado los acontecimientos, cobardemente optaron por
alejarse y desaparecer de la escena, dejándome tirada y lidiando con todo el
marrón. Taimadamente comencé a tejer mi plan y adoptando una actitud cariñosa
al mismo tiempo que dócil me cogí del brazo de Porky, que envalentonado seguía
pavoneándose, el muy desgraciado, seguramente imaginaba que había recuperado su
estatus como hombre de la casa. El verlo tan confiado me provocaba una sonrisa
malévola que lógicamente y para llevar a cabo mis taimados propósitos, no
exterioricé. Al cabo de una media hora, ya demasiado harta de ver el gesto
hosco de la cerda madre y de las estupideces que el puerco borracho hacía, le
dije al oído con voz melosa,
- ¿Cariño, te importa que nos
vallamos a casa? tengo muchas ganas de tener sexo contigo, que hace mucho
tiempo que no lo hacemos., si te parece bien, acompañamos a mamá a su piso y
luego tú y yo solitos nos vamos a lo nuestro.
El cabestro me miró con ojos muy
abiertos a pesar de la borrachera, como no dando crédito a lo que escuchaba, y
con muchísima torpeza en la lengua, me contestó.
- Si, si, pedimos un taxi,
dejamos a mamá en su piso y nos vamos a casa los dos juntitos.
Mientras hicimos el recorrido y
dejamos a la vaquita tetona, Porky torpemente, me iba sobando la pierna, yo me
dejaba hacer, aunque me resultaba asqueroso aguantar su baboseo, pero consideré
que debía seguir simulando deseo, para que todo el plan que iba diseñando en mi
vengativa mente se pudiera realizar sin contratiempos.
Espero que tengáis paciencia
hasta que termine de colgar, todo lo relacionado con el tema que ocupa mi
reportaje del CUESTIONARIO FORZADO, como ya he dicho al principio, el
comentario de peqe75, referente al "subespacio" despertó mis
recuerdos y consideré que podía ser un buen momento para hablar de ello,
esperando que os resulte interesante y quizás morboso.
Aunque no tengan nada que ver
algunas de las fotos que acompañan este texto, las pongo para tratar de hacerlo
más vistoso y también más jocoso, contemplando las imágenes de "La cerda
desnuda" tal y como le ordené posar a Porky, espero que el montaje que
realicé con la puerquita maricona, despierte alguna risa en vuestro rostro,
viendo la ridiculez de semejante y afeminado animal, de incipientes curvas
(reclamo vuestra atención en la firma del cuadro). Por cierto ¿No pensáis, que
la oronda cerdita, podría ser un buen ejemplar para prostituirla?.