martes, 24 de mayo de 2022

PECADOS en el PK2


 

     Saludos de nuevo. Ya sé que he tardado mucho en volver a colgar una nueva publicación. Desgraciada o afortunadamente cada día voy más pillada con el tiempo libre, aunque también debo confesaros que para el vicio procuro sacarlo.

 



     Este reportaje no tiene mucho que explicar ya que las imágenes y lo que se puede escuchar en el vídeo, son lo suficientemente descriptivos y hablan por sí solos.

 

     Lo que aquí os muestro fue el resultado de una tarde/noche en el PK2. Los que me seguís habitualmente ya sabéis que se trata de ese pub swinger en el que tan excitantes momentos he pasado y que os recomiendo visitar si alguno de vosotros pasa por Zaragoza, siempre claro está, que deseéis disfrutar de buenos momentos de morbo en mi ciudad.

 




      El PK2 está regentado por madre e hija, dos mujeres súper amables y magníficas anfitrionas. Además, el pub dispone de unas excelentes instalaciones perfectamente adecuadas para el juego sexual o fetichista, los habitáculos para interrelacionarse con otras personas, son bastante amplios, además de cuidados y lo más importante es que se puede apreciar en ellos mucha limpieza, cosa que a veces se echa de menos en este tipo de locales. Con la descripción que os he dado del PK2, quizás alguno de mis seguidores os animéis a pasaros por el pub y quien sabe si con algo de suerte podamos coincidir, y tener algún tipo de diversión de la que a mí me gusta y seguro que a vosotros también. Una vez dicho todo esto, paso a relataros lo que pude disfrutar hace como unos 20 días.

 



     Normalmente cuando voy a cualquier pub swinger, prefiero encontrar la presencia de chicos solos, antes que parejas, ya que, teniendo como acompañante a una caricatura de marido con colita de bebé y medio bobo, como el que yo tengo, es muy complicado meterme a jugar con una pareja, aunque también es cierto que no lo descarto, pero claro siendo consciente de que la mujer se va a quedar a dos velas a no ser que sea lesbiana.



 

     Pues bien, en esta ocasión me encontré al llegar con que había unas cuantas parejas y para mi decepción solamente un chico, que además tampoco era un adonis, pero bueno ya sabéis el dicho: "A falta de pan buenas son tortas". No obstante, esperé como una media hora a ver si venía alguien más, pero lo que iba llegando eran todo parejas.



 

     Para no aburrirme con la espera decidí ordenar a la maricona mini polla, que me siguiera al cuarto tipo mazmorra que tienen muy bien equipado para la práctica del sado. Una vez allí lo aprisioné en el cepo y comencé a divertirme haciéndole gruñir a base de azotes en el culo y espalda, acompañados de algún que otro apretón de huevos.

 



     Como siempre que empiezo a ejercer el dominio sobre una bestia atocinada como Porky, me encontraba totalmente abstraída mientras disfrutaba con el golpeo a la cerda sebosa y escuchaba sus patéticos gemidos o gruñidos de dolor al sentir las caricias de mi látigo sobre sus blancas y fofas carnes, que poco a poco se iban tornando rojizas al compás de mi brazo.

 



      Me hallaba posicionada de espaldas a la puerta, que yo normalmente y debido al placer que me produce el exhibicionismo, casi siempre suelo dejar abierta, por si algún curioso atrevido le da por asomarse y se muestra dispuesto a intervenir en mis sádicos juegos. La verdad es que mientras ejercía ese gran placer que me produce el azotar a un puto esclavo, se me había olvidado de vigilar la entrada, para enterarme en el hipotético caso de que alguien se decidiera a ver lo que yo hacía con el gordo cabrón, ya que, en aquellos momentos, mi cabeza solo estaba pendiente de golpear el asqueroso culo del lechón.

 



     Después de una buena tunda de azotes en los muslos y culo del puerco, observé que una de sus nalgas estaba mucho más marcada que la otra, juzgué en ese instante que no quedaba con la estética visual que a mí me gusta, así que con el ánimo de igualarlas, decidí beber un poco de mi consumición y darme un pequeño respiro mientras me desplazaba al lado contrario. Al cambiar de posición para proseguir azotando al jadeante y dolorido cebón, fue cuando me di cuenta de que el chico que había visto al entrar en el pub estaba observando con aviesa curiosidad la dura azotaina que yo le estaba propinando a mi animal. Me le quedé mirando con una media sonrisa y le hice un gesto con la mano libre invitándole a acercarse, lo hizo algo dubitativamente, pero al final se acercó y entonces le pregunté si no le apetecía azotar a un cerdo impotente, se me quedó mirando con gesto de extrañeza y dudando me contestó que no se atrevía o no sabía cómo hacerlo, le dije que no se preocupara que yo le enseñaba, pero por su forma tímida de coger la fusta, comprendí de inmediato que no tenía lo que hace falta para saber castigar con mano dura a un capón seboso como es mi marido.

 




     Al comprobar que por ese camino no íbamos a ninguna parte, me desprendí del vestido y le pedí al chico que me sacara algunas fotos, mientras que yo me divertía sometiendo a mi esclavo. Al quitarme el brillante vestidito, (que por cierto, me compré ese mismo día en el Pk2), y quedarme con la ropa interior que veis en las fotos se sorprendió y se me quedó mirando de una forma que me pareció lujuriosa. Ya sabéis cuanto me gusta y excita el despertar deseos en los machos, así que no os extrañará, que al sentir sobre mi cuerpo aquella mirada tan viciosa, me sintiera encantada y me incitara a darle una sesión de posturitas morbosas.

 




    Mientras el apocado macho no paraba de tirarme instantáneas con evidente nerviosismo, observé de reojo sus vaqueros, comprobando muy satisfecha el gordo bultaco que marcaba la erección de su polla. Me sentí entonces tremendamente erótica y al mismo tiempo halagada, por el hecho de comprobar que de alguna forma, aunque fuera tan nimia, aquel chico se estaba involucrando abiertamente en la caliente escena, aunque para mi decepción seguía mostrándose excesivamente tímido.

 




    Pasados unos minutos y unas cuantas fotos más, quise darle un empujón al mozo, porque me di perfecta cuenta de que si no hacía algo, él no se iba a atrever a dar ningún paso y resultaba obvio que mis deseos en aquel momento no eran otros, que contemplar como aquel bulto en el pantalón dejaba de ser anónimo y me permitiera sacar de su encierro el rabo que lo motivaba, para poder sopesarlo y comprobar su dureza.

 




     Empleando mis armas de mujer para conseguir que aquello se hiciera ser posible y el chico perdiera la timidez, le pregunté de manera insinuante si le apetecía hacerse alguna fotografía conmigo. Dudó un momento, pero enseguida accedió. Como podéis ver en las instantáneas que el cornudo me hizo con él, me mostré amable y abierta, pero para mi sorpresa y decepción no se atrevió a tocarme ni un pelo y no digamos ya una teta. Esta fue una de las primeras veces en que estando "vestida" como estaba, el macho que tengo a mi lado no se lanza a tocar alguna parte de mi cuerpo. Dándome cuenta de que de ahí no iba a salir nada sexual, decidí dar por finalizada la sesión, ordenándole al manso que se pusiera algo encima que ocultara su desagradable y seboso cuerpo, ya que íbamos a salir a la zona de la barra y no me apetecía herir la vista de los presentes.

 




     Al llegar, lo primero que hice fue comprobar si había entrado algún otro cliente masculino, no vislumbré ninguno, así que de nuevo me dispuse a hacer tiempo. Afortunadamente la espera no fue demasiado larga, habrían pasado unos 15 minutos cuando sonó el timbre de la puerta y al momento un hombre no acompañado, entró en el pub, tampoco era un Apolo, pero por lo menos me pareció adivinar que mostraba un gesto bastante decidido.

 



    El recién llegado se colocó en la barra a un par de metros de donde yo me encontraba, enseguida me di cuenta de que no me quitaba ojo. Yo me había sentado en un taburete alto, mostrando los muslos intencionadamente y casi la braguita en clara provocación, mientras que el cornudo que vestía una camiseta con el dibujo de un cinturón de castidad, estaba situado a mi espalda sin que yo le prestara la mínima atención.

 





    La insistente mirada viciosa de aquel hombre, recorriéndome de arriba a abajo me estaba encendiendo, así que me giré y despectivamente le dije al cabestro que me siguiera hasta el cuarto oscuro, en el que hay algo parecido a un pasillo francés, aunque algo más abierto, para facilitar el manoseo desde el otro lado de la verja. Se lo ordené en un tono de voz bastante alto, con toda la intención de que aquel macho de penetrantes ojos me escuchara y de esa forma poder comprobar a ciencia cierta, si tenía interés real por mí o si por el contrario era imaginación mía.

 




    Al traspasar la oscuridad, le ordené al idiota que pusiera la cámara en una de las esquinas desde donde me podía grabar mejor y de forma más discreta, pero siempre con el máximo cuidado y observando que no saliera en la grabación el rostro de nadie. Casi no dio tiempo a preparar el "escenario" cuando la cortina de fuera dio paso a una persona, quiero pensar por su forma de comportarse, que se trataba del recién llegado y aquí abandono el relato, porque a partir de aquel momento, lo mejor que puedo hacer, es recomendaros que veáis y escuchéis el vídeo, porque lo que ocurrió resulta más elocuente que las palabras.

 




     Debo decir que me causó una sorpresa y al mismo tiempo excitación el hecho de que aquel macho sin conocerme de nada, empleara todo ese tipo de vocabulario grosero y procaz, que tan caliente me pone, sobre todo, cuando estoy metida en el juego o en el morbo. Otra cosa bastante distinta es cuando comienzo a conocer a alguien, aunque también es cierto que, por norma general, si el tío que estoy conociendo me atrae lo suficiente, enseguida echo de menos las palabras soeces y vulgares. A mí todo ese tipo de lenguaje fuerte y provocador me pone muchísimo y me predispone a profundizar más en el vicio, mientras que al apocado eunuco de mi marido lo degrada y humilla, cosa que me encanta. El que un tío le hable a su mujercita de una forma tan irreverente y viciosa le demuestra y le hace palpable al cornúpeta, que él no es más que un poco hombre cobarde, incapaz de protestar ni reaccionar ante toda esa serie de groserías que un buen y viril macho emplea con su querida y amada esposa, madre de su hija.