He elegido este título para mi reportaje en el blog, debido a que al igual que en la famosa película: VOLVER A EMPEZAR sucedió algo parecido a lo que hice yo hace unos quince días después de tanto tiempo de abstinencia forzada y ni os podéis imaginar con cuantas ganas de divertirme viciosamente inicié, la que espero sea una larga andadura plagada de buenos ratos placenteros y morbosos.
Para esa primera vez, elegí el acudir al pub swinger Eskandol. Dicha elección vino dada, por haber leído en sus eventos, que esa noche estaría dedicada a la vestimenta de látex o vinilo. Ese tipo de prendas que tanto me gusta lucir, aunque para mi posterior decepción comprobaría que ese día fui la única mujer que acudió ataviada con ese tipo de vestidos.
Al llegar al pub me dirigí a la zona del bar seguida de mi sumiso maridín, en la barra se encontraban algunos clientes, que como suele suceder, observaron nuestra llegada. En primer término, había una parejita bastante joven en animados toqueteos, algo más hacia el fondo estaban dos chicos de unos treinta y pocos, que aparentemente eran amigos y algo más atrás se encontraba otro hombre solo, que rondaría la cincuentena. Este último no me quitó ojo desde el primer momento que entré, recorrió descaradamente mi cuerpo con la mirada de arriba a abajo varias veces, sin importarle lo más mínimo la presencia de Porky.
Pedí a la camarera que me sirviera mi bebida preferida, para las ocasiones en que salgo a pasarlo bien, mientras que para el ciervo le pedí un batido de fresa que le ordené tomarlo lejos de mí, con el fin de que no me espantara los posibles moscones, aunque para mayor humillación del manso, desde su asiento podía ver cómo me mostraba seductoramente. Me acomodé provocativamente en uno de los taburetes altos situado a unos tres metros más apartado de la barra, con la intención de hacerme más visible a las miradas de los posibles machos. La misma altura de la banqueta, propició el que mi corto vestido quedara bastante subido, mostrando con descaro la parte superior de las medias y casi dejando adivinar la minúscula braguita que apenas tapaba mi caliente coñito. Esa exhibición de mi cuerpo, consiguió que aquellos tres hombres estuvieran pendientes de mis movimientos y no perdieran detalle de lo que sugerentemente les mostraba. Permanecí un tiempo abriendo y cerrando los muslos de forma insinuante tratando de despertar el máximo interés de alguno de ellos, cosa que conseguí, pero como suele sucederme, ninguno dio el paso de acercarse (Cuánto les cuesta a los tíos lanzarse, por fácil que se lo pongan) a veces me pregunto, sí no sería mejor mostrarme más discreta o pudorosa ya que en muchas ocasiones se me genera la duda de si con mi actitud desinhibida los estaré intimidando.
Como pasaban los minutos y ninguno de ellos movía ficha, decidí ser yo quien lo hiciera, le hice una señal a Porky para que me siguiera y me dirigí al cuartito del glory hole. No habían pasado ni cinco minutos de estar dentro, cuando comenzaron a salir por los agujeros manos y pollas que de inmediato quise tocar y calibrar, (hacía mucho tiempo que no tenía entre mis dedos un buen rabo de macho) ansiaba sentir el calor y la dureza de una verga de verdad. Para mi gusto las aberturas circulares de la pared quedaban demasiado bajas y resultaban algo incómodas para llevar a cabo todo el vicio que un pasillo francés me inspira, además, era imposible que los machos pudieran sobar mis tetas o lamer mis pezones, cosa que me encanta y excita cuando lo saben hacer bien. De todas formas, consideré que el hielo estaba roto y ya se habrían dado cuenta de lo cachonda y zorra que puedo llegar a ser, así que decidí salir de nuevo a la barra y comprobar si alguno de aquellos varones, que incluso ya habían podido tocarme el chocho, era capaz de comportarse de forma más decidida.
Para mi decepción los tres seguían igual de parados, sin atreverse a proponerme absolutamente nada, ni siquiera acercarse para hablar, me costaba admitir que por lo menos dos de ellos que habían metido sus dedos dentro mi rajita no fueran capaces de ponerse a mi lado ni rozarme siquiera y os aseguro que mi chochito huele muy bien y sabe mejor. En los ojos de ellos se podía ver perfectamente el deseo que por mí sentían, pero también se adivinaba la falta de saber gestionar una situación como la que se les estaba presentando.
Para que no fuera un obstáculo, ordené de nuevo a Porky que se alejara de mí, pero a pesar de ello, siguió sin haber cambios en la actitud pasiva de los chicos, así que decididamente y sin hacer caso alguno del cerdo mirón, me metí en el cuarto oscuro en el que por el momento no había nadie, con el rabillo del ojo pude comprobar como la mirada deseosa de los tres "tenores" seguía mis pasos, pero lamentablemente sus cuerpos parecía que estuvieran anclados a la barra, permanecí en la casi total oscuridad como unos diez largos minutos en los que aproveché para acariciarme los pezones y la rajita que estaba sumamente caliente y húmeda, hasta que dándome cuenta de que si continuaba sobándome el clítoris me iba a correr, decidí parar y volver a salir fuera. Quería correrme, claro que sí...lo necesitaba..., pero quería hacerlo de otra manera mucho más morbosa.
Al salir y ver que nada había cambiado, decidí darles una última oportunidad a ellos y por supuesto también a mí. Pensé y me di cuenta de qué si no era más explícita o provocadora, esa noche me iba a resultar complicado disfrutar con un buen macho. Me senté enfrente de ellos y abrí las piernas como una puta, dejando ver mi transparente mini braguita, mientras que con mi mano derecha me acariciaba la parte alta de los muslos que no cubrían las medias y mis ojos los miraban insinuantemente. Uno de los dos jóvenes no me atraía demasiado, pero el otro sí que me resultaba bastante apetecible, además, me pareció que este último era el propietario de la polla de mejor tamaño que yo había sobado en el pasillo francés, aunque como podéis ver en el vídeo a ninguno de ellos se le había puesto totalmente tiesa.
Continué tocándome y jugando seductoramente con la mirada y las sonrisas, me centré más en el chico que me gustaba y comprobé como posaba sus ojos en mí con evidente deseo, pero para mi desesperación pude constatar que le costaba muchísimo mantener el cruce de miradas. En uno de esos intercambios visuales, le lancé un guiño cómplice, al mismo tiempo que le hice un gesto con la cabeza en dirección al cuarto oscuro, en ese instante percibí en él un gesto de nerviosismo que no supe cómo interpretar, pero mi decisión estaba tomada, así que apurando mi última opción de conquista, me levanté del asiento y balanceando mi trasero de la forma más insinuante que supe me encaminé otra vez al interior de esa casi impenetrable y morbosa oscuridad.
Llevaba ya un buen rato dentro del cuarto bailando yo solita y allí no aparecía ni Dios. Me empezaba a cansar del juego y estaba a punto de salir dando por terminada la noche, pero entonces percibí que la cortina de la entrada se abría y alguien penetró al interior, mi corazón se aceleró y continué moviéndome al son de la música en el centro de la salita, hasta que de pronto sentí un roce en la cadera, continué moviéndome como si nada. La persona que estaba muy cerquita, dándose cuenta de mi reacción pasiva, tomó más confianza y sus fuertes manos me tomaron por la cintura, comenzando a perrear detrás mío muy morbosamente, sentía como poco a poco se iba apretando contra mi culo que yo lascivamente meneaba contra aquella enorme dureza, mientras que sus manos amparadas por la oscuridad se iban desplazando por todo mi cuerpo magreándome de una manera decidida y procaz.
Me sentí muy satisfecha por haber conseguido llegar a aquella situación que tanto había deseado durante toda la noche, inevitablemente la adrenalina se hizo dueña de mí y me sentí tremendamente cachonda, sobre todo al llevar tanto tiempo sin estar con un macho de verdad y quizás también, por el añadido de haberme tomado dos copas durante el tiempo de espera (el alcohol de manera moderada, consigue el efecto de que mi mente sea mucho más proclive a la excitación y al vicio). Fuimos desplazándonos bailoteando con movimientos lentos, pero al mismo tiempo viciosos hasta el fondo del cuarto, al llegar cerca de un banco que había pegado a la pared, me di la vuelta y mi pelvis comenzó a frotarse rotando contra sus genitales, en ese instante me di cuenta de lo grande y sobre todo gorda que tenía la polla y también de que se trataba del chico que más me había gustado. Con suavidad bien medida me fue desplazando el vestido hacia arriba, hasta dejarlo por encima de la cintura. Una de sus manos bajó hasta mi trasero sobándolo a su entero placer, mientras que la otra desplazaba la mini braguita a un lado con la clara intención de dedearme el coñito. Para facilitar sus deseos y eliminar obstáculos, terminé por quitármela y permití que pudiera tocarme sin impedimento alguno, como impulsivamente hizo. Con todos aquellos tocamientos no pude evitar empezar a gemir como una perra en celo, mientras que el macho dándose cuenta de mi calentura y predisposición, buscaba mi boca y yo el contacto de su pija, nos besamos como dos enamorados, nuestras lenguas comenzaron un frenético y vicioso baile mientras nos pajeábamos como posesos. Yo estaba ardiendo de excitación debido en gran medida a lo morboso de la situación, pero sobre todo a que siempre que estoy con un Macho de boca limpia y cuya lengua húmeda de saliva sabe recorrer mis labios mojándolos sin descanso, para terminar penetrando dentro de mi boca enroscándose con la mía en un tórrido morreo, pierdo el conocimiento. Mis sentidos se dividían o multiplicaban, no sé muy bien que decir, ya que también por abajo notaba como aquella tranca no paraba de crecer entre mis dedos hasta alcanzar un tamaño más que apreciable y no podía evitar el deseo de tenerla dentro de mi húmeda rajita.
Reconozco que en aquel momento ni me acordaba de que el cabestro de mi marido estaba fuera sin tener la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo dentro del cuarto y de los enormes cuernos que le estaban creciendo. Mi mente estaba casi totalmente entregada por la fuerza del deseo. El joven semental me sacó las dos tetas por el escote y comenzó a acariciarlas primero y a lamerme los pezones después, absorbiendo de ellos como un bebé hambriento, llegando a ponerlos como garbanzos de duros, luego me hizo sentarme en el banco que había pegado a la pared, me abrió las piernas y comenzó a comerme el chocho maravillosamente haciéndome gemir como una puta caliente, estuvo un buen rato recorriendo la rajita con su lengua y poniéndome al borde del orgasmo. Yo también deseaba corresponder al placer que me había proporcionado, así que le hice sentarse e inmediatamente me incliné para mamarle la polla como si no hubiera un mañana, la tenía muy gorda y me costaba mantenerla dentro de mi boca, aunque no desaproveché el lujurioso momento para juguetear largamente con aquel hermoso glande que no dejaba de expulsar líquido preseminal. En la oscuridad los sentidos se agudizan y el olor a sexo lujurioso invadía nuestro entorno provocándonos la necesidad de ir más allá, cogí su polla y tiré de ella haciéndole levantarse, nos pusimos de pie uno frente al otro, enseguida nuestras bocas se volvieron a juntar, esta vez con el afrodisíaco y estimulante olor de nuestros respectivos sexos. Seguimos morreándonos como cerdos babosos, mientras que con mi mano usaba el grueso capullo para darme y mojarme a lo largo de toda la raja y clítoris. El joven macho movía la pelvis descontroladamente, buscando introducirse dentro de mí. Me di cuenta de su viciosa intención y para evitarlo cerré las piernas bruscamente aprisionando su verga fuertemente dejándola atrapada entre ellas y los labios de mi coño que todavía no estaba preparado para recibir una tranca de aquel calibre, el Macho no paraba de follar mis piernas convulsivamente y claro, aquel incesante roce contra mi caliente conejito me estaba poniendo malísima de tanta excitación. Ambos gemíamos como perros desenfrenados y por mi parte, en cada movimiento que el chico daba con su pene, sentía como mis piernas se aflojaban e iban cediendo a lo que parecía inevitable, ya casi estaba a punto de dejarme penetrar, cuando sentí que alguien ajeno a nosotros dos, me tocaba la cintura y seguidamente el culo desnudo, aquello me sorprendió y me cortó el excitante momento de calentura. Lógicamente quise saber de quien se trataba, encendí la pantalla del móvil y vi que era el gilipollas del cornudo sentado en el banco que nosotros habíamos ocupado hacía un momento para darnos placer, le pregunté ásperamente, qué coño hacía allí y me contestó de forma sumisa que ya habían pasado veinte minutos y que por eso había entrado, le dije que era un estúpido aguafiestas y que dejara de molestar, que cogiera la mini braguita para que no se extraviara y que se marchara fuera hasta que yo saliera, agachó las orejas como un puto mierda y se marchó del cuarto. Mientras el manso salía, el chico y yo volvimos a lo nuestro sin hacer ni puto caso del desgraciado cornudo.
Aunque las enormes ganas de morbo que yo tenía de VOLVER A EMPEZAR a disfrutar de todo lo que me había visto obligada a dejar debido a las restricciones pasadas. Aquella noche al ser la primera salida después de tantos meses, mi intención no era otra, que la de tener una primera toma de contacto con el ambiente swinger y en ningún momento me pasó por la cabeza el que se me diera la oportunidad de follar, así que debido a ese torpe pensamiento no había tenido la precaución de meter en mi bolso el tubito de lubricante. No obstante, aquel gordo capullo expulsaba bastante líquido preseminal que el chico esparcía hábilmente a lo largo de los labios de mi coñito humedeciéndolos. Mi calentura era máxima e incontrolable, así que llegó un momento que abriéndome de piernas le pedí que me la metiera, pero no sin antes advertirle que fuera despacio, porque estaba muy cerradita de no follar en tantos meses, se sorprendió pero me contestó que estuviera tranquila, que me la metería con mucho cuidado y suavemente, después se agachó me abrió el chocho con los dedos y escupió dos veces en la caliente cueva, luego se levantó y apuntó el duro ariete hacia la entrada de mi estrecha rajita, empujó lentamente desplazando con el grueso capullo los labios mayores muy humedecidos por nuestros jugos y comenzó a penetrarme. Mi excitación me hacía desear que toda aquella gorda tranca invadiera mi interior hasta que sus calientes huevos hicieran tope, pero cuando el viscoso glande comenzó su andadura invadiendo mi interior, sentí un incipiente dolor que me hizo comprender que todavía era demasiado pronto para que mi coño pudiera albergar una tranca de aquel calibre, así que muy contrariada por no ser capaz de acoger en mi vagina aquel hermoso rabo, le pedí que sacara lo poco que me había podido meter, pero a pesar del dolor, no me resignaba a terminar sin correrme y también quería que él lo hiciera, así que como seguíamos demasiado calientes, le propuse terminar los dos masturbándonos, el chico entendió mi reticencia a ser penetrada y tampoco le desagradó la idea de corrernos tocándonos y retozando como cerdos, sin pensarlo más nos pusimos manos a la obra (nunca mejor dicho).
Buscando estar lo más cómodos posible, nos pusimos en el banco a comernos la boca, yo me senté sobre sus piernas meneándole la verga, mientras que él me masajeaba el clítoris que quedaba totalmente expuesto al tener mis extremidades abiertas a ambos lados de las suyas. Con el ruido de la música, lo único que se podía escuchar vagamente, era el sonido de algún gemido o gruñido que salía de nuestras gargantas, presas de la excitación, el chico estaba sentado hacia la puerta y por ese motivo pudo darse cuenta de que alguien volvía a entrar en el cuarto y se acercaba a donde nosotros nos encontrábamos, me dio una palmadita en la pierna advirtiéndome de la inoportuna presencia, volví un poco la cabeza, bastante molesta y pensando que sería otra vez el cornudo, pero al girarme vi en la penumbra que la silueta era mucho más grande y me di cuenta de que se trataba del amigo de mi macho de ese momento, me echó mano al culo sin pedir permiso y yo se la retiré rápidamente, negándome de inmediato a que participara con nosotros en una especie de trío, que es lo que parecía buscar. Mi negativa fue muy tajante por dos razones de peso: la primera, porque en aquel instante solo me apetecía jugar con el chico que había conseguido calentarme como una perra y con el cual ya había conectado perfectamente y la segunda y también muy importante, porque cuando le había tocado la pollita en el glory hole había podido comprobar que la tenía bastante pequeña y no me motivaba absolutamente nada, bastante tengo con la mierdecilla de penecito que tengo en casa (en una corta secuencia del vídeo se puede ver la colita del amigo). El chico aceptó mi negativa sin problema alguno y salió del cuarto, de esa forma nosotros pudimos terminar de desahogar nuestras respectivas calenturas con unas corridas bestiales. De la que yo tuve, puedo dar y fe y pienso que para mí joven semental, por el gruñido tan fuerte que dio, también lo fue.
Salimos los dos cogidos de la cintura, yo un poco mareada por todo lo vivido y también por el efecto de las dos bebidas que me había tomado, me quedé un rato hablando con ellos y permití que mi amante le mostrara mis pechos a su amigo y se los dejara tocar (siempre con mi consentimiento, claro está) cuando lo estaba haciendo volví la mirada y me encontré con la del puto ciervo y su estúpido semblante entristecido de cornudo abandonado, todos los presentes se habían dado cuenta de lo que es y más de alguno miraban la situación con gesto burlón. Pasado un tiempo me senté un poco a su lado y con sorna le acaricié la frente, fingiendo que me pinchaba, logrando con mi gesto burlón que se escuchara alguna risita. Cuando me hube terminado de relajar, le ordené al cabestro (pensando en vosotros) que me sacara algunas fotos por la zona de arriba, para que pudierais ver el vestuario que me puse para esa primera ocasión ya que en el vídeo estaba segura de que no se podría apreciar bien (tal y como así fue). Después de que el manso me sacara algunas instantáneas haciendo poses que os pudieran gustar, le dije que por esa noche ya me había divertido suficientemente y le ordené marcharnos, ya que allí quedaba muy poca tela que cortar.
Desde aquel día ya he hecho un par de salidas más y en ninguna de ellas me he olvidado de meter el lubricante en el bolso ya que nunca se sabe dónde puede saltar la liebre o el "conejo"