domingo, 28 de junio de 2020

TEST DE VIRILIDAD - 4


                                


                                   TERMINA EL CASTIGO

      Después de relajarme y hacer acopio de nuevas energías, decidí continuar con el castigo del anormal sujeto que tengo por marido. La verdad es que tampoco hay demasiados detalles que contar al respecto. Las grabaciones y el sufrimiento del puerco lo dicen todo, en este caso, es obvio aquello de "una imagen vale más que mil palabras".





     Sí que me gustaría hacer hincapié, en algo que estoy segura de que no se aprecia en el vídeo, me refiero a los diferentes instrumentos de tortura que empleé para marcar las sebosas carnes del gorrino. Puedo decir al respecto, que alguno de los látigos que parecen más contundentes por ser más sonoros, en definitiva, no lo son tanto, ya que, por si alguno no lo sabe, el sonido fuerte no es sinónimo de más dolor. Por ejemplo: de los que podéis ver en la grabación, el negro de las bolitas en las puntas, resulta extremadamente doloroso y además produce fuertes morados en los sumisos que tienen la desgracia de ser golpeados con él. Otro que también puede parecer suave, es el de color rojo, con hirientes y trenzadas cerdas; hace muy poquito ruido, pero las caricias que infringe pueden abrir la piel y hacerla sangrar sin que sea necesaria demasiada fuerza para conseguir ese resultado. Están también los látigos finos tanto el largo como el corto, ambos me fascinan y son ideales para lacerar las atocinadas carnes del capón y producirle rojas llagas a la par que un fuerte sufrimiento. Otro instrumento a tener en cuenta es la rueda de pinchos cortadora, se trata de un artilugio que a mí me encanta y por ese motivo tengo más de una, si se aplica con una cierta presión contra la piel, los pinchos penetran en la epidermis del cerdo, haciéndolo sangrar y dejando un espectacular rastro de puntos sanguinolentos preciosos. Sí que es cierto, que en esta ocasión no quise marcarlo excesivamente con ese delicioso aparato, debido principalmente a que en pocos días tenía que llevarlo al "veterinario" para un reconocimiento y como ya entenderéis hay marcas que son difícilmente explicables. No me gustaría que me denunciaran por maltrato animal.




      La sesión del correctivo terminó de la forma que podéis ver. Lo dejé encadenado toda la noche, en la misma posición que había asumido durante el castigo perpetrado, -tampoco era una posición tan incómoda- aunque claro, 13 horas sin poder moverse le causaron un fuerte anquilosamiento muscular.



     Deseosa de aliviar la desazón calenturienta que el suplicio del animal me había causado, decidí retirarme a la cocina con el fin de cenar algo rápido y reconstituyente, aunque realmente mi urgencia era más de sexo que de hambre. Una vez que metí algo de alimento en mi estómago, (sin preocuparme en absoluto el estado del borrego), decidí dirigirme a mi cuarto acompañada de un hermoso vibrador negro de buen tamaño. Necesitaba algo grueso dentro de mi gruta y aquel pene oscuro de marcadas protuberancias venosas, resultaba el complemento adecuado para follarme y masturbarme el coño hasta conseguir el tan deseado orgasmo. Cuando me quité el leggings comprobé que llevaba la entrepierna totalmente empapada de los flujos que mi vagina había ido destilando durante la sesión. Normalmente me sucede, que cuando uso esas mallas tan ceñidas no me gusta ponerme braguita, me encanta que se me marquen los labios del chocho y los mofletes del culo, pero claro, eso tiene el inconveniente, de que cuando me pongo calentorra, tal y como me sucedió azotando y escuchando los lamentos del desgraciado animal, dejo la prenda tan mojada, que si estoy en compañía de algún tío, sin poderlo evitar, quedo en evidencia mostrándome como una zorra guarra y salida.





      Como os he contado, subí a mi habitación, y desnudándome totalmente me tumbé en la cama bien abierta de piernas, comencé entonces a tocarme el coñito que estaba mojadísimo, disfrutaba metiéndome los dedos para acto seguido llevarlos a mi boca degustando ese rico sabor que la fuerte excitación hace brotar de mi sexo, me retorcía de placer, hasta que no tardando mucho tiempo, comencé a penetrarme con aquel grueso pene de látex negro, metiéndolo y sacándolo con fuerza mientras con la otra mano me sobaba los duros pezones. Con toda la calentura que llevaba contenida, no tardé mucho en tener un fuerte y convulso mostrando orgasmo que me dejó exhausta y rendida.




      Quedé despatarrada encima de la cama, exhibiendo mi húmeda rajita. Después del fuerte clímax que había tenido, me sentí muy relajada y aliviada, pero esa fue la causa de que sin darme apenas cuenta un dulce sopor se apoderara de mí, dejándome sumida en un delicioso sueño reparador.




      Habrían pasado unas 3 horas, cuando el frescor de la noche me sacó de mi agradable ensoñamiento; me incorporé somnolienta y sin hacer ruido bajé a ver como seguía el borrego, me asomé desde la puerta sin encender la luz y lo escuché lloriquear y gemir ahogadamente; también pude percibir a través de la mínima claridad de la luna que se filtraba por las rendijas de la persiana, que seguía encadenado en la misma posición que yo lo había colocado. Me encantó oír sus lamentos y comprobar que seguía sintiendo sufrimiento. Creo que ya sabéis que no siento ni la más mínima lástima por semejante maricón de clítoris reblandecido.



     A la mañana siguiente y después de descansar plácidamente, me desperté muy relajada pero todavía caliente. Inconscientemente los dedos de mi mano derecha volaron hacia el interior de mi conejito acariciándolo suavemente. Mientras me estiraba desperezándome, continuaba sobándome toda la zona pélvica, dedeando mi excitado clítoris y abriendo mis labios sexuales e introduciendo de nuevo en el coño, el gran consolador negro, follándome con él la húmeda rajita una y otra vez, resultará obvio que como no podía ser de otra manera, terminé experimentando otro fuerte orgasmo que volvió a dejar pringadas las ya arrugadas sábanas.




     Al concluir aquella caliente paja, incluso yo podía percibir el olor a hembra en celo que desprendía mi cuerpo y estaba claro que necesitaba recomponerme, así que me bañé tranquilamente y a continuación tomé el desayuno, (en esa ocasión algo más copioso de lo habitual), era consciente de que debía reponer tanta energía gastada.




      Al sentirme mejor y bien limpita, decidí pasar a comprobar el estado del tocino, me encaminé al cuarto del castigo y me lo encontré dormido y medio colgando de las cadenas, la contemplación de su patética estampa me repele, es superior a mí, lo considero un ser tan despreciable y grotesco que solamente me inspira deseos de hacerle las peores y más dolorosas putadas, tanto físicas como psicológicas. Me acerqué sigilosamente y le propiné un fuerte puntapié que le hizo reaccionar sobresaltadamente, entonces me fijé que el muy asqueroso llevaba la capucha llena de babas y mocos, resultaba repugnante. Me puse unos guantes de goma para no ensuciarme y le quité la mordaza, comprobé entonces que llevaba las comisuras del hocico abiertas y con un poco de herida. Seguidamente le solté las sujeciones de la capucha y se la quité, me le quedé mirando inquisitivamente a los hinchados ojos, seguramente fruto de los lloros derramados durante las largas horas de cautiverio y el poco hombre desgraciado bajo la mirada al suelo de forma temerosa.




     En cuanto se vio liberado para hablar, con la vista baja y gimiendo me suplicó agua para beber, las grietas del morro denotaban el estado sediento del animal. Me incomodó que se tomara la libertad de dirigirse a mí, sin haberle dado mi permiso antes, así que le solté un fuerte bofetón que le cruzó la cara y le dejé marcada la mejilla -Nadie le había dado permiso para hablar-. De todas formas y viendo su lamentable estado, le puse un cuenco en el suelo y le consentí amorrarse para calmar la sed. Cuando lo hubo hecho, le saqué unas fotos de recuerdo y le permití tumbarse en la cama que yo había abandonado un poco antes y en la que se podía apreciar el olor a hembra caliente. Me quedé bastante satisfecha del correctivo aplicado al hijo de la gran puta y creo que fue una buena lección para que en lo sucesivo sepa apreciar y desear lo que tiene en casa. 


        

      En las imágenes que os regalo, podéis contemplar el resultado de mi obra, me encantaría saber que vosotros difrutais conmigo del placer que siento haciendo sufrir a mi esclavizado marido, quizás me consideréis sádica, yo creo que no lo soy, solamente es que cuando consigo hacerle suplicar y llorar de dolor o humillación, siento un placer interno difícil de explicar. En el instante en que consigo alcanzar ese estado tan cargado de adrenalina no siento la más mínima pena por el sufrimiento o dolor que ese inmundo ser pueda sentir, se me olvidan totalmente sus posibles sentimientos y considero que solamente me estoy cobrando alguno de los muchos desaires que en otros tiempos tuve que soportar.





     Algunas de las fotos que ilustran este reportaje están sacadas durante la sesión, tal y como habéis visto en el vídeo. Otras instantáneas, en las que el manso está de pie, se las hice por la mañana, en el momento en el que lo solté, obligándole a incorporarse para poder tomarlas mejor y las últimas, las que está en la cama y en el exterior, fueron disparadas unas 38 horas después de la paliza, como podéis apreciar la dureza del castigo quedó bien patente en su seboso cuerpo durante un buen periodo. 




      Cuanto más tiempo duran las marcas sobre su repelente piel, más patente le queda en su corto cerebro la prueba de su poca hombría y en su lánguida y triste cara se puede adivinar la inmensa vergüenza de saber que su amariconada actitud será expuesta ante todos vosotros y ante algunos de mis amantes que habitualmente visitan el blog.







viernes, 19 de junio de 2020

TEST DE VIRILIDAD - 3


  
                              COMIENZA EL CASTIGO

      Como ya os conté y pudistéis escuchar en el reportaje anterior, le hice creer al imbécil impotente, que iba a continuar dándole mimitos y caricias de otras maneras diferentes. El muy idiota, no imaginaba lo que le esperaba y se mostraba feliz y contento. Se me ocurrió entonces, que con los testículos bien sujetos tendría menos opción de movimientos para eludir el castigo, así que le hice levantarse y procedí a atarle las pelotas antes de volver a ordenarle colocarse en la posición más adecuada para recibir el correctivo.




      El estúpido y descerebrado cerdo, seguía sin percatarse de que la forma en que yo lo estaba preparando, no presagiaba nada bueno para su integridad física. En su animalizada mente las neuronas son tan escasas, que me resulta bastante fácil dirigirlo en la dirección que a mí me convenía. Además, con sus porcinos ojos tapados, todavía me resultaba más fácil la manipulación del "eunuco".



      Al muy imbécil, dentro de su acostumbrada candidez, le costó algún tiempo comprender todo lo que se le venía encima, y cuando por fin quiso darse cuenta del inminente castigo, debió de pensar que se quedaría en cuatro zurras sin más. Pero rápidamente la marcha de los acontecimientos, le demostraron que el correctivo no iba a ser en absoluto suave. Sobre todo, en el instante en que le pinché las bolas y las hice sangrar, en aquel momento, empezó a temblar y gemir como un puto cobarde de mierda y todavía lloriqueaba mucho más, cuando le froté las heridas del escroto con alcohol. Por su agitación y lamentos deduzco que el escozor en sus bolas no debió ser nada agradable, ja,ja,ja.



      Me sentía tremendamente agraviada y enrabietada por todo el desprecio que me había demostrado Porky, y la única forma de cobrarme aquella afrenta, no podía ser otra, que el alivio de tal ofensa a través del sufrimiento del esclavo. Disfruté muchísimo torturando al cerdo seboso, los lamentos y gemidos ahogados por la mordaza, me excitan de una forma tremenda, que algunas veces me parece incomprensible e incluso cruel y la contemplación de su rostro bañado en lágrimas me resultaba como un elixir afrodisíaco que estimulaba mi brazo para golpear más duramente sus atocinadas carnes. Me causaba un enorme regocijo el escuchar su peticiones ahogadas y ridículas, queriendo pronunciar un suplicante ¡POR FAVOR!:..... ¡¡ffo favoff....ffoo favooff......ffooo favooffff!!....                       -Enormemente divertido,... ja,ja,ja,



      No os podéis ni imaginar, cuanto agradecí por otra parte, que la nenaza semi-capada no fuera capaz de endurecer su miserable "clítoris" y ello me diera pie a tener la excusa perfecta para asestarle una buena paliza y humillarlo de la forma más denigrante y retorcida que puedo maquinar. Una de las maneras que más le afecta psicológicamente a Porky, es la de vejar obscenamente a la cerda tetuda de su madre; siempre que lo hago, el muy hijo de perra siente un inmenso dolor y agravio familiar. Desde que aprecié el enorme sentimiento de angustia, que mis improperios hacia la ramera que lo había parido le producían, comencé a disfrutar muchísimo degradando a la muy puta asquerosa, y también como no, al cabrón cornudo de su padre que murió hace ya bastantes años.




      Como podéis ver en el vídeo, de vez en cuando paraba para sacarle fotos y poder mostraros más fidedignamente la intensidad del castigo, ya que en la filmación no se aprecian demasiado bien las marcas que iban surgiendo en la sebosa piel del puerco. Con alguno de los instrumentos con que lo azoté -no sé con cual-conseguí que en el glúteo derecho le saliera un buen bulto. En un principio pensé en abrirlo con un pincho, pero al final decidí dejarlo tal cual.




      Las imágenes que pongo tanto de vídeo como fotográficas son del inicio del correctivo. Las fotos en que Porky está recostado en la cama, son del día siguiente al correctivo. Aunque pueda pareceros excesivamente compasiva, el hecho de haberle permitido descansar, fue debido a que el cerdo había permanecido toda la noche en la misma posición en que lo dejé sujeto y cuando al levantarme le solté de las cadenas, estaba entumecido y no podía ponerse en pie, así que, llevándolo de la correa a cuatro patas, conseguí dirigirlo al dormitorio y darle tiempo a recuperarse, no sin antes volver a burlarme de su asqueroso y ridículo penecito.




      Ya veis que esta primera parte del escarmiento, termina apagando la cámara, el motivo es que se me había agotado una de las baterías y a la que estaba puesta le quedaba muy poco tiempo. Por otra parte, y mientras se recargaba, procedí a relajarme y descansar el brazo, para proseguir con renovadas energías.




      Como ya imaginaréis a continuación de ese merecido descanso, -solamente roto por los amortiguados gruñiditos del puerco-, vendría la segunda parte y final, que será el tema del próximo reportaje, en el que podréis contemplar como quedó el cuerpo del casi eunuco impotente.