Por fin doy por terminada, esta
serie de relatos tan largos; y con este último capítulo, os envío el vídeo con
la finalización del cuestionario que entre varios de vosotros preparasteis para
ser respondido por mi marido cornudo. Agradezco vuestras preguntas; en muchos
casos, cargadas de humillación hacia el cabestro. Las que me parecieron más
vejatorias, fueron con las que más disfruté ejerciendo de interlocutora y
obligando a Porky a responderlas.
Os vuelvo a poner la fotografía con
vuestras interpelaciones al pelele, con la finalidad de refrescar vuestra
memoria, aunque creo que se entienden bastante bien en el vídeo. Y sin más que
añadir, os invito a leer la conclusión de mi historia.
Muy cansada de tan agobiante día, me senté
en el salón, dándole vueltas a todo lo sucedido, estaba tremendamente
confundida, pero tenía la firme decisión de investigar hasta averiguar, que era
lo que podía haber causado un desenlace tan extraño e inesperado.
Aquella noche no dormí nada bien, me
desperté temprano y reflexioné sobre todo lo sucedido durante el castigo;
particularmente en la manera tan lamentable en que había quedado sumido Porky.
Permití que el puerco reposara hasta bien
entrada la tarde, pensé que el descanso recompondría su lastimoso estado, tanto
físico como mental. Lo acaecido el día anterior me había dejado muy confundida,
y no sabía a qué achacar el estado de trance en el que el primate se había
sumergido. Al principio, como ya he comentado, pensé que las pastillas para
perro que le había suministrado sin él darse cuenta, podrían haber tenido en su
organismo, un efecto altamente nocivo. Pero algo no encajaba y no terminaba de
verlo claro, por más vueltas que le daba en mi cabeza, seguía estando
desconcertada.
Serían aproximadamente las cinco de la
tarde, cuando al entrar de nuevo en la alcoba, me encontré al gorrino con los
ojos medio abiertos, le ordené entonces que viniera a la cocina para tomar algo
que lo reanimara del todo. Porky se levantó de la cama torpemente, increpado
por mis voces autoritarias; lo hizo con movimientos lentos y sin atreverse a
levantar la vista, su andar era con pasos cortos e inseguros y el cuerpo
aparentemente dolorido, estaba plagado de hematomas y algunas heridas, le
obligué a comer y beber alguna cosa, que él tragaba con dificultad. Viendo que
su lamentable estado no daba síntomas de mejoría, lo mandé de nuevo a tumbarse
en el lecho hasta nueva orden.
Aunque trataba de disipar todas las dudas
que lo ocurrido había sembrado en mi interior, no conseguía avanzar en ello.
Con el paso del tiempo, seguía sin comprender todo aquel inesperado desenlace;
hasta que de repente me vino a la cabeza mi amigo médico, con el que hacía ya
un tiempo, había tenido buenísimos encuentros sexuales, además de haberme
ayudado en el sometimiento y hormonización de Porky, (como algunos seguramente
recordaréis, si leísteis mis primeros reportajes), seguía manteniendo todavía
muy buena amistad con él, pero eso sí, en la distancia, ya que por asuntos
profesionales, tuvo que cambiar su lugar de residencia. Busqué el teléfono que
me dio en su día y marqué, rogando que siguiera manteniendo el mismo número. A
las pocas señales, descolgó y con alivio, escuché su varonil voz; le saludé muy
cariñosa y después de breves comentarios de contenido algo picantes, le conté
lo que había sucedido con pelos y señales; me mostró algo de extrañeza, pero me
comentó que al día siguiente tenía que encontrarse con un colega neurólogo y
que le hablaría del tema con toda la discreción posible; nos despedimos,
quedando en que me llamaría en cuanto tuviera más información.
En la tarde posterior a nuestra
conversación, mi examante me devolvió la llamada. Me dijo que había estado
hablando con el neurólogo y que este le había dado la siguiente información: lo
más probable que podía haber sucedido, es que durante la sesión de sometimiento
a Porky, si el castigo hubiera llegado a un punto difícil de soportar por el
sumiso, su cerebro de manera inconsciente, se habría defendido, entrando en un
especie de trance hipnótico que le permitiera resistir lo que de otra forma era
inevitable. Terminó recomendándome que para investigar más al respecto, me
metiera primero, en una página médica y después en otra de bdsm en la que se
hablaba del "subespacio"; me dijo, que él había entrado en esta
última y le había parecido muy interesante e incluso morbosa.
Agradecí todo el interés mostrado y
después de recordar con mucho agrado, alguno de los viciosos encuentros que
habíamos mantenido en el pasado, nos despedimos con el propósito de volvernos a
encontrar en cuanto se diera la ocasión oportuna. Nada más colgar el teléfono,
me metí en el ordenador tratando de satisfacer mi incipiente interés, para en
el caso de que se volvieran a dar hechos semejantes, poder tener un control de
la situación y no tener que soportar esa angustia, que me había originado el
estado en que quedó postrado Porky.
Ávida de curiosidad, me sumergí en la
lectura de aquellas páginas web. Al principio me costaba entender algunos
términos que se vertían en ellas, pero indagando por los buscadores de
internet, todo fue cobrando un sentido, particularmente, cuando leí lo que se
explicaba al respecto en la página bdsm; debo reconocer que lo que averigüé, me
dejó sin palabras.
Cuando di por terminada la lectura,
comencé a comprender lo sucedido con mi esclavo y también lo acaecido en un
episodio, que había tenido la ocasión de vivir hacía pocos meses. En aquella
ocasión y un par de días antes de los hechos, recibí la llamada de un amigo de
tendencia Dominante, que era y es muy versado en el tema bdsm, me dijo que
tenía mucho interés en verme y hacerme una propuesta. Dado que mantenía una
buena amistad con él, desde hacía ya bastante tiempo, acepté la invitación de
tomar un café y hablar de su misteriosa proposición. Quedamos en vernos esa
misma tarde, en una cafetería cerca de su trabajo. Al llegar a la cita y
después de unas primeras palabras de cordiales saludos, me solicitó lo siguiente:
Quería probar sensaciones fuertes, y estaba muy interesado en vivir una sesión
como sumiso. Ese interés estaba motivado con la finalidad de comprobar una
tesis que él tenía y no había podido experimentar hasta entonces. Me confesó,
que de todas las Amas que conocía (qué eran bastantes); yo era la que más
confianza le inspiraba para llevar a cabo esa experiencia.
La sesión que me solicitaba, consistía en
ser azotado continuamente, subiendo la intensidad de los latigazos
paulatinamente, hasta tratar de conseguir que en su cerebro se diera un efecto
mental, comparable a una dosis de LSD. El Amo, había estudiado e indagado
acerca del "subespacio", y quería comprobar de primera mano, si algo
así podía ser posible y si él era capaz de aguantar el castigo, hasta caer en
ese estado. Me pareció interesante y hasta divertida la propuesta. Acordamos de
vernos al día siguiente y proceder con el experimento.
Nada más entrar en la bodega de mi casa,
adopté el rol de Dómina y le ordené desnudarse, lo sujeté con cuerdas para
evitar que renunciara al castigo antes de tiempo y poniéndolo en la posición
conveniente de flagelación, comencé a propinarle azotes, con diferentes látigos
y fustas; unas veces le daba más flojo y otras mucho más fuerte; mientras el
sometido por orden mía, iba contando los golpes. En las casi 4 horas que duró
la sesión, llegué a propinarle 1.800 latigazos; de los cuales, los que peor
aguantó, fueron algunos de ellos que de vez en cuando le propinaba en las
plantas de los pies. Al terminar la sesión quedó bastante marcado y me comentó
que se sentía extrañamente confundido, me dio las gracias por haberle permitido
llevar a cabo la experiencia y eso fue todo. Cuando volvimos a hablar, ya
pasados unos días, me explicó, que su mente había pasado por fases de
desconcierto y que durante varias jornadas se había sentido como flotando en
una nube, hasta que por fin, y poco a poco, pudo recuperar la normalidad
habitual de su día a día.
Volviendo de nuevo a la cuestión que nos
ocupa. Leí atentamente las diferentes informaciones que sobre el
"subespacio" se vertían en ambas páginas web: en la de asuntos
médicos, me encontré con que el estudio estaba tratado de una manera demasiado
profesional e incluso algo tediosa, sobre todo por mi desconocimiento de muchos
de los términos que en ella se empleaban. Sin embargo, cuando accedí a la de
bdsm, me resultó muy interesante y mucho más sencilla de comprender. La lectura
de una y otra, me aclararon muchos puntos, sobre lo que podía haberle ocurrido
a mi mascota durante la sesión reinsertiva. Salí de dudas, con casi la total
certeza, de que lo que le había sucedido a Porky, no se debía a ningún tipo de
problema medicamentoso, sino a que como consecuencia del inmenso dolor que yo
le infringí para saciar mi rencor, había cruzado la línea roja traspasando la
barrera del "subespacio", sumiéndose en aquel trance hipnótico, que
le hizo insensible al sufrimiento y que a mi tanta preocupación me había
generado (maldito hijo de la gran puta).
De toda la información que me aportaron
ambas páginas, saqué la siguiente conclusión: al adentrarse en el
"subespacio", el esclavo traspasa una especie de umbral mental e
inconscientemente penetra en un estado psicológico alterado, que se produce al
tocar el fondo de resistencia al máximo dolor. Cuando se consigue llegar a ese
punto, el individuo torturado, entra en una especie de trance hipnótico que le
hace abstraerse de la realidad, perdiendo la consciencia e incluso el sentido
del tiempo y espacio. Todo ello es debido a que el sufrimiento, sumisión o
degradación soportados, terminan desencadenando una respuesta del sistema
nervioso parasimpático, que provoca la liberación de adrenalina por las
glándulas suprarrenales y que al mismo tiempo, activan un vertedero de
endorfinas y encefalinas, que no son otra cosa, que unos productos químicos
naturales, que actúan en el cerebro del sumiso, con unos efectos muy similares
a los de algunas drogas, tales: como la morfina o heroína, inhibiendo y
bloqueando el sentido del dolor.
Por lo tanto, cuando el ser esclavizado
alcanza el "subespacio", penetra en una sensación flotante y al mismo
tiempo eufórica, muy similar al hecho de estar borracho. Todas sus
preocupaciones desaparecen, se vuelve incoherente y el dolor se desvanece casi
por completo. Tal es la incongruencia en su cerebro, que la palabra de
seguridad, que a todos los sumisos les ofrezco, para poder parar la sesión
pronunciándola, en el caso de no ser capaz de resistir más castigo, al
encontrarse bajo ese trance, se muestran incapaces de articularla. En el caso
de Porky, esto no llega a suceder, puesto que nunca le otorgo ese tipo de
escape al castigo y siempre soy yo quien decide, hasta donde debe sufrir y
aguantar.
Con toda la información que obtuve, podría
alargarme mucho más en mis explicaciones, pero tampoco quiero ser demasiado
pesada; solamente decir, que los efectos del "subespacio" pueden
durar horas o días y que también tiene sus riesgos. Al actuar como una droga,
el sujeto que lo sufre o disfruta, obtiene un fuerte subidón, pero como a toda
subida luego conlleva la inevitable bajada, y si esa bajada no viene de forma
equilibrada, puede producirse algún tipo de daño psíquico, como consecuencia de
aterrizar en forma abrupta, pudiendo generarse algún tipo de estado depresivo
durante más tiempo del deseado.
Con todas las aclaraciones que obtuve
sobre el "subespacio", quedaron despejadas casi todas mis dudas, y
tuve clarísimo que lo que había sucedido con mi estúpido cabestro, no era otra
cosa, más que el haber propiciado con mis latigazos, el que hubiera podido
traspasar la barrera que lo llevó a penetrar en aquel estado de incoherencia.
Durante el tiempo en que se encontró
sumido en aquella especie de letargo, me podía haber ensañado con mis golpes o
haberlo despellejado en vivo y seguramente hubiera seguido con la misma
expresión en su atocinada cara; por
consiguiente, todo mi desgaste físico al azotar fuertemente sus sebosas carnes,
no hubieran tenido la recompensa de poder aplacar mi rencor, mediante el
padecimiento del animal.
Por todo lo dicho, desde que tuve
constancia de lo que era el "subespacio" y de los efectos tan
negativos para mi realización como Ama; siempre que tengo una sesión bdsm,
trato de evitar que vuelva a sucederme un episodio semejante. Por lo tanto,
cuando tengo la impresión de que Porky o cualquier otro sumiso al que yo esté
adiestrando, puede alcanzar ese estado semi hipnótico; detengo inmediatamente
el castigo y espero un tiempo prudencial para continuar con la tortura que le
esté aplicando. Mi placer es el sufrimiento de los animales de dos patas y no
me gusta renunciar a ello. Si el puto esclavo, no siente dolor, humillación,
degradación, etc., etc., de una forma en que yo pueda desahogar mi adrenalina,
me siento frustrada y muy cabreada.
Como muestra de mi proceder, para evitar
que los perros alcancen esa especie de nirvana; podría servir la sesión que
tuvo que soportar Porky, obligado a contestar vuestro cuestionario. El hijo de
la gran puta, estuvo en varios momentos, bastante cerca de traspasar la
frontera del "subespacio"; por ese motivo, yo hacía pausas que
aprovechaba para cambiar de látigo y volver a golpear seguidamente, siempre y
en todo momento tratando de controlar la sesión, para que el cerdo sufriera
cada uno de mis golpes y terminara de contestar plenamente consciente, dando
respuesta a vuestras morbosas preguntas.
Para esas sesiones en la finca de Dom
Látex, me había llevado varios látigos más y unas cuantas agujas hipodérmicas,
que pensaba emplear durante el largo y duro sometimiento, que tenía previsto
practicar con mi esclavizado marido. La parcela tiene una extensión perfecta
para poder practicar innumerables torturas bdsm. En mi primera inspección
ocular, me había parecido un sitio ideal, para poder ensañarme con el puto
borrego sin temor a que se escuchasen sus lamentos, quejidos o lloriqueos.
Con el fin de conseguir hacer más extremo
el dolor, sobre el cuerpo atocinado de Porky, le había pedido a Dom Látex, que
llevara una botella de alcohol. Quería probar el efecto que produciría en el
amorfo puerco, cuando sin previo aviso, lo arrojara por su espalda, en el
momento en que estuviera fuertemente llagada y pinchada. El Amo, siguiendo mi
petición trajo el frasco de alcohol, pero por motivos que aún desconozco, no lo
pude llegar a usar ya que al final para mi enorme desilusión, no pude llevar a
cabo aquel experimento, ni ninguna otra de las maquiavélicas intenciones con
las que quería obsequiar a mi animal.
La causa de mi decepción, vino
derivada como resultado, de que el Dominante, que hasta entonces yo consideraba
mi amigo, y con el que había intercambiado muchísimos correos, planificando
multitud de sesiones distintas; llegado el momento de poderlas ejecutar, no
estuvo por la labor de alargar mucho tiempo la sesión, ni tampoco de
continuarla al día siguiente; así que lamentablemente, tuve que anular una
noche de estancia en el hotel, para marcharme a otra población, ya que el
haberme desplazado a esa ciudad, que tan a desmano me caía; solamente había
sido con la finalidad de reafirmar mi amistad con Dom Látex y compartir con él,
unas trepidantes sesiones de sado fuerte usando a mi sumiso y también a una
sumisa que él tenía, pero que no llegué a conocer. Y ese fue el motivo, por el
que todo terminó mucho antes de lo que yo hubiera deseado.
Espero que esta serie de capítulos, no os
haya resultado demasiado pesada, y que algunos de vosotros por lo menos, hayáis
aprendido algo de ese tema tan poco conocido como es el "subespacio";
un tema que por otra parte, yo no tenía ni idea de que existiera.