LA MASTURBACIÓN
En esta parte del reportaje, vais a poder
comprobar el enorme esfuerzo que tuve que emplear para tratar de sacar lo mejor
de Porky, intentando por todos los medios de que su mini pollita se endureciera
en toda su reducida plenitud, tenía un enorme interés en que así fuera, debido sobre
todo, a que tengo una enorme curiosidad por comprobar el tamaño que puede
alcanzar erecta una cosita tan mínima. Además, si hubiera conseguido levantar
ese trocito de carne fofa y todavía hubiera sentido su excitación, me habría
seguido dando pie, al hecho de poder continuar disfrutando del progresivo
castramiento físico y psíquico del animal.
La piel sebosa del puerco me produce una
irreprimible aversión y ya no digamos el rozamiento con el minúsculo colgajillo
que tiene para hacer pipí, así que tratando de tener el mínimo contacto me dejé
los guantes puestos antes de proceder al pajeamiento del gordito cebón.
El subyugado animal, estaba desconcertado
ante la posibilidad de volver a tener una vida en libertad y en que yo me
volviera a convertir en la servicial esposa que en otro tiempo fui. El muy
inútil estaba excesivamente nervioso ante esa expectativa del nuevo horizonte
que inesperadamente se abría ante él. Claro que lo que el muy estúpido no
sabía, era que mis promesas de cambio no eran más que un señuelo para intentar
lograr mi objetivo. Bastante que me importa a mí, jurar cualquier cosa por la
zorra vieja de su madre, que le den por el culo a la asquerosa tetuda, sobre
todo por haber parido un esperpento tan inmundo como Porky.
Sin pensarlo más y venciendo mi
repulsión, me puse a la complicada labor de pajear esa mierdecilla en que ha
quedado convertido el penecito de Porky, solamente descapullar el diminuto
glande ya resultaba una odisea, además en cuanto me descuidaba se volvía a
esconder entre el pellejo que lo envuelve, (como si de una pequeña guarida se
tratase). Me resultaba muy difícil menear la colita del puerco, y mientras lo
hacía, no podía evitar acordarme de las hermosas pijas que a lo largo de mis
años de vicio morboso, habían pasado por mis manos, boca y coño.
De todas formas, mientras le meneaba el
exiguo rabito y trataba infructuosamente de endurecerlo, animaba a Porky con
frases cariñosas de aliento que hacía ya muchos años, sus orejas porcinas no
habían escuchado de mi boca. El pequeño balano que coronaba la colita del
lechón, seguramente y debido al temor que me tiene el muy desgraciado, pugnaba
por escapar del meneo que mis dos deditos le estaban dando y volvía a ocultarse
dentro del pellejudo prepucio, aunque era bastante obvio que el inútil porcino
estaba disfrutando con mis manipulaciones.
Como podéis contemplar en la grabación hice lo
indecible para sacar un poco de hombría de mi esperpéntico animal, pero
lamentablemente para él y después de muchos esfuerzos, decidí que no merecía la
pena continuar con el test, que claramente había suspendido.
Como es tan bobo e inútil y resulta tan
fácil engañarlo, le hice creer que quería seguir excitándolo de otras maneras,
pero mi contenido enfado con su manifiesta impotencia, solo podía tener una
consecuencia, que no era otra que la aplicación de un severo correctivo, al no
haber sabido apreciar toda la dedicación y oportunidades que le brindé.
Para algunas partes de la grabación del
vídeo hice uso de dos cámaras, intentando averiguar que tal quedaba haciéndolo
de esa forma, pero como habréis comprobado, con una de ellas las imágenes salen
más oscuras y menos nítidas, aunque al final he decidido montar la película
uniendo escenas de ambas ya que me pareció que podía quedar un resultado más
morboso.
En el siguiente capítulo, os mostraré el
castigo al que muy justamente se hizo merecedor el impotente gusano. Espero que
os esté gustando toda esta serie de capítulos y os aclare mucho más sobre la
especie de nenaza que tengo por marido y también si tengo motivos suficientes
para zorrear por ahí, buscando tíos de verdad que me den lo que toda mujer
merece sexualmente.