miércoles, 12 de agosto de 2020

AÑORANZAS MORBOSAS

 

      Cuando parecía que se estaba venciendo al covid y que con ello iba a poder retomar de nuevo mi vida liberal, los nuevos y alarmantes rebrotes me han obligado a seguir con este puñetero estado de forzosa abstinencia sexual que tanta insatisfacción me produce.



 

 

      Toda esta peligrosa y descontrolada situación pandemiológica, todavía me predispone mucho más contra el pedazo de asno amariconado que tengo en casa, el muy inútil no ha sabido reservar absolutamente nada de hombría y ya no es capaz de aportarme un mínimo de polla que me pueda satisfacer. Sé perfectamente que todo el tratamiento que le he ido administrando, debería haberlo hecho con algo más de control y en dosis más reducidas, pero si en sus genes hubiera existido algo más de virilidad, debería haberle quedado un poco de ella. No sabéis las ganas tan enormes que tengo, de que salga alguna vacuna que nos de tranquilidad a todos, y al mismo tiempo me dé la posibilidad de poder volver a citarme con machos ardientes, que sepan proporcionarme todo ese morbo que necesito, brindándome una buena ración de rabo, hasta que mi sexualidad quede saciada y sobre todo que sepan someter bien al estúpido carnero, las ganas que tengo de joderle la vida y amargarle la existencia al excremento con patas, son tantas, como las de ser bien follada.


 

 

      Debido a toda esta etapa tan anormal y preocupante, mi AÑORANZA para poder estar de nuevo en situaciones como la que podéis ver en este reportaje, me resultan extremadamente deseables. Al volver a ver estas fotos, no puedo evitar tocarme el coñito recordando esa noche y otras muy similares en las que el juego de seducción con los machos anhelantes de sexo terminaban en inevitables orgasmos, tanto de algunos de ellos como el mío propio.

 



 

 

      Como podéis imaginar, son ya varios meses sin haber podido dar rienda suelta a mis armas de seducción para cazar machos, pero me gusta rememorar los efectos viciosos que suelo producir en la mayoría de los hombres con los que me topo en alguno de los clubs swinger que suelo visitar, siempre por supuesto, acompañada por el asno cuernilargo.



 

 

      Ese juego morboso al que tan adicta soy, comienza por lo general al poco de llegar a cualquiera de los clubs de intercambio que gusto frecuentar (aunque algunos de los locales se prestan mejor que otros a mi forma de hacer las cosas). Normalmente lo primero que hago al llegar, es pedir alguna bebida en la barra y mientras disfruto de mi consumición, suelo empezar con el primer contacto visual, comprobando el ganado masculino y cruzando coquetas e insinuantes miradas con los espécimenes más interesantes, mientras y al mismo tiempo intento mostrar la forma despectiva y dominante en el trato al cornudo, dejando bien claro, que lo que yo busco son otros tíos más hombres y viriles que él. Cuando veo que las miradas son más insistentes, (cosa que desde luego facilitan mucho los atuendos provocadores que suelo vestir para esas ocasiones), me dirijo al ciervo autoritariamente y de forma que pueda ser escuchada por aquellos hombres que tengan interés en tener algún acercamiento conmigo, indicándole que me siga al pasillo francés y que como buen siervo me lleve la bebida. Me doy la vuelta y contoneando el culo y seguida por el ternero a corta distancia me meto al otro lado de los glory hole, siempre con ese nerviosismo y pizca de adrenalina por averiguar si les apetecerá acercarse a sobarme o no, aunque casi siempre la respuesta suele ser muy positiva.



 

 

      Debido al uso obligatorio del cinturón de castidad por tiempo prolongado, unido a los preparados de hormonas (Quizás excesivos) que le he hecho tomar al mongolo de mi marido, mezclándolos en sus comidas, han desembocado en ese engendro afeminado y de pitito enano que actualmente ostenta. Os confieso que su cuerpo de formas mujeriles, me produce malas vibraciones; esas tetas hinchadas, acompañadas por el gordo culo y ese clítoris que tiene por pene, me hacen verlo más como una maricona vieja y hormonada que como un hombre, por todo ello me resulta inevitable que todo ese conjunto de anormalidades afeminadas,, despierten en mí un inmenso menosprecio, que se une irremediablemente a un gran deseo por tener a mi alcance la dureza de pollas como las que veis en estas fotos, sobre todo como la más grande, dura y goteante de líquido preseminal, que no me canso de admirar.

 



      Cuando me meto al otro lado de ese "pasillo francés", lo primero que hago es tomar posiciones. Ordeno al carnero ponerse en uno de los laterales, y a ser posible apartado de la zona donde pretendo exhibirme, pero lo suficientemente cerca para que pueda fotografiar bien sus cuernos y al mismo tiempo que no sea ningún obstáculo que pueda coartar la decisión de los tíos que deseen meterme mano. Una vez que tengo al cerdo ubicado en la posición adecuada, paso a situarme como a unos dos metros de los agujeros del vicio y mientras comienzo a bailar y a moverme sensualmente, ordeno al eunuco que me tire algunas fotos con flash, lo hago de esta forma para evitar malos entendidos, ya que, si alguno de los hombres no quiere que sus manos o polla salgan en la foto, ya sabe lo que tiene que hacer: marcharse.



 

 

      En el momento en que vislumbro entre la oscuridad, que algún macho está esperando expectante sobre lo que pueda suceder, yo sigo bailando provocadora y poco a poco, balanceándome sensualmente, voy acortando las distancias hasta situarme a un par de palmos de la pared morbosa, en ese momento, resulta muy raro que alguna mano nerviosa e insegura no me roce la espalda, la cintura o el cuello, tratando de comprobar mi reacción y si voy a acceder a sus tocamientos (Qué poco se imaginan lo deseosa que estoy de ser sobada, calentada, lamida, masturbada, etc.etc.). En el instante en que comprueban que soy altamente receptiva a sus caricias y de que el cornudo cabrón, no tiene opción a protesta alguna y solo hace que tirar fotos, las manos que antes iban precavidas dejan de serlo volviéndose mucho más activas, pasando a recorrer otras partes mucho más eróticas de mi anatomía: culo, tetas, pelo, muslos, coño, al principio lo hacen por encima de la ropa y al poco tiempo es desplazada para seguir sobándome y calentándome piel con piel.

 



      Todos estos preliminares traen consigo el inevitable calentamiento mío y también el de ellos, por mi parte y casi siempre con las tetas fuera de la ropa y los pezones duros, me asaltan unos deseos enormes de que alguna boca se apodere de mis enhiestos mamelones absorbiéndolos como bebés lactantes deseosos de exprimirlos, por eso y llegada a ese punto de calentura, me encanta meter mis pechos por algunos de los agujeros esperando esas bocas ardientes que nunca tardan en llegar, me gusta sentirme como la madre puta que disfruta dando de mamar mientras es masturbada, casi no sé cómo describir la sensación que tengo cuando mi areola con el pezón rígido y estirado se encuentra dentro de la húmeda boca de algún macho (que por otra parte no tengo ni idea de cómo es físicamente), mientras su lengua lame mis tiesos pitones, mentalmente me lo quiero imaginar con la fisonomía que más morbo me pueda aportar y calentar, pero soy consciente de que el tío o tíos, ya que a veces son uno en cada teta los que están sorbiendo de ellas, puede ser un chico joven o quizás un viejo verde, pero me da igual, yo lo que quiero es disfrutar del momento y de que la boca, lengua y labios sepan manejar y darme placer en mis duros y anhelantes garbanzos, mamando de ellos como si se trataran de las ubres de una vaca.

 



     Lo más normal, es que cuando estoy atrapada e "indefensa" sujetada fuertemente por varias manos que me presionan contra la reja para que no me aleje, apoderándose de mí y desnudando mi cuerpo, me encuentre con que algunas de sus pollas comiencen a traspasar los agujeros de la pared, buscando deseosas el contacto con mis manos. Cuando eso sucede libero mis brazos, (algunas veces con esfuerzo) porque me encanta sopesarlas comprobando el tamaño, tacto y dureza, así como el grado de humedad que produce la lubricación en sus amoratados glandes. Cuando siento que esa babilla viscosa moja la palma de mi mano, se transmite a mi chocho una humedad muy similar e inevitablemente termino mojando los dedos de los machos que en ese momento me trabajan el clítoris o se introducen en mi cueva del placer, en ese chapoteante intercambio de fluidos, muchas de las veces, acude a mi cerebro la presencia de la maricona que tengo por marido y no puedo evitar ordenarle que se acerque a mí, pasándole mi embadurnada mano por la cara y boca haciéndole lamer el extracto de semental, para comprobar si al puto cornudo de mierda se le pega algo de hombre.

 



 

 

      Al contemplar de nuevo las fotos de este reportaje, no puedo evitar sentir esa tremenda AÑORANZA viciosa que traen a mis cercanos recuerdos (aunque en estos momentos de incertidumbre parecen tan lejanos). No puedo dejar de volver a humedecerme acordándome de las sensaciones tan sumamente excitantes que me produce el envolver dentro de mis manos esos gordos capullos suaves y duros, chorreando el fluido viscoso y transparente que tanto me excita, mientras los siento cabecear entre mis dedos como si tuvieran vida propia, reclamando con sus saltitos y diminutas boquitas, la máxima atención, además el olor que desprende el líquido preseminal, actúa para mis sentidos como el más estimulante de los afrodisíacos y me resisto a dejarlos escapar, sujetando con ellos a sus dueños, hasta que los muy cabrones no consiguen que me corra como una cerda cachonda, muchas veces desearía meter esos violáceos glandes en mi boca de zorra, para que mi lengua absorbiera todo el líquido viscoso que la boquita de la uretra expulsa, fruto de la excitación del semental, pero afortunadamente y a pesar de mi calentura, todavía suele quedarme un poco de sensatez para no tragar desesperadamente todas las vergas enhiestas que emergen por los viciosos glory hole. Otra cosa muy distinta, es cuando decido copular con alguno de ellos, cuando llevada por la calentura se da esa circunstancia, todo cambia y me entrego sin cortapisas a los besos, mamadas y muchas cosas más, tengo muy claro que si no va a ser así, prefiero no follar.

 



      Al final de todo ese morboso juego suelo quedar exhausta a causa de haber orgasmado más de una vez. Llegada a ese punto me toca recomponer el vestuario para salir a la zona de la barra, aunque a veces me resulta algo complicado, debido a que los machos me suelen dejar impregnada de semen, babas o de mi propia corrida, pero eso es lo de menos, me gusta oler a sexo y no me importa que se aprecien tanto en mi ropa o piel, las huellas que certifiquen todo lo puta caliente que puedo llegar a ser.

 

 



      Para hacer que el carnero atocinado también participe de la fiesta, me gusta humillarlo obligándolo a lamerme las manos, poniéndolo de rodillas delante de los machos, aunque separado de ellos por la pared e introduciendo mis embadurnados dedos con sabor a pija de semental, en su asquerosa y babosa boca, lo degrado e insulto delante de los expectantes ojos que se adivinan al otro lado del pasillo tratando de entrever lo mejor posible toda la escena de dominación y vejación a través de la envolvente penumbra.

 



      Después de haber quedado satisfecha en la zona oscura, me gusta volver a salir a la barra para tratar de identificar a los propietarios de cada una de las vergas que he tenido el inmenso placer de pajear. En algunas ocasiones, sea por las camisas o por sus miradas viciosas, más o menos me hago una idea. En otras, alguno de los machos más atrevido se acerca y me comenta lo mucho que le ha gustado, cuando eso sucede, me encanta entablar conversación no exenta de morbo y en algunas contadas ocasiones si el juego se prolonga y la calentura también, puedo saltarme mis reglas, pedir a la camarera un par de toallas y meternos dentro a fornicar como perros salidos, mientras el cornudo espera en la barra a que terminemos de satisfacer nuestros instintos primarios.

 



      Cuando la velada viciosa ha terminado y ya de vuelta en casa. Antes de acostarme me gusta joder un poco más al hijo de puta mamón, haciéndole pasar la lengua por las zonas de mi cuerpo que han sido más sobadas por manos y vergas para hacerle recordar la basura que es y para lo único que puede servirme. Después de esa última humillación me retiro a descansar, mientras mi puto siervo se encarga de limpiar mis ropas y dejarlas dispuestas para la siguiente ocasión.

 



     Seguramente os preguntaréis porque estando tan caliente no me dejo follar por pollas tan hermosas y goteantes como esa que veis en las fotos, pues bien, como ya he dicho antes, alguna vez si que me dejo montar por alguno de esos machos que no me pone pegas a dejarse fotografiar e incluso en alguna que otra ocasión he permitido que me la claven bien a fondo sin que el semental de turno me permitiera grabarlo, pero esto último solamente sucede si soy presa de una calentura extrema y el tío me gusta mucho, muuuucho. El problema en los pub's, es que nunca voy con nada previsto de antemano y los hombres que me encuentro no me conocen y no saben del enorme respeto que tengo para preservar la identidad de todos los tíos que tengo el gusto de conocer, por ese motivo, yo entiendo perfectamente que puedan desconfiar de mis auténticas intenciones. Yo también desconfiaría.

 



     Espero y deseo que el covid-19 se supere pronto para poder dejar de AÑORAR y volver a vivir situaciones tan o incluso más morbosas y viciosas que las que hasta la fecha he disfrutado, mi imaginación en estos días tan restrictivos no para de imaginar y fantasear con perversas y calientes situaciones que vayan un paso más allá de las vividas hasta la fecha.