sábado, 8 de octubre de 2022

MI ALBUM DE FOTOS X - 2009 (1)


 

     Comenzó el 2009 y con la llegada de ese año la evolución de mi vida libertina y dominante se fue asentando de manera irremediable para mi placer y como no podía ser de otra forma, para el sometimiento y paulatina degradación de mi esposo que pasó de ser el machista dominante a comenzar a realizar las tareas de la casa incluyendo el hacer de niñera de Yolandita que acababa de cumplir su tercer añito y estaba hecha toda una princesita.

 

     En este año fue cuando conocí a Joshua, (Mi maestro en el bdsm) con el que tuve varios encuentros y con el que realicé mis primeras grabaciones de vídeo, tremendamente morbosas y viciosas a pesar de mi todavía inexperiencia, a día de hoy las sigo viendo de vez en cuando mientras me masturbo como una puta viciosa o me hago lamer por mi perro sumiso.

 




















     Estas fotos que os acabo de mostrar me las sacó el cabestro a comienzos de ese 2009 y es obvio que todavía me faltaba bastante atrevimiento para mostrarme mucho más abierta sexualmente hablando, aún así yo las veo eróticas y me gusta como quedó el reportaje.

 

     Esta otra serie de instantáneas que acompañan esta parte del texto corresponden a mi primera incursión en el naturismo, siempre me había llamado la atención de cómo sería experimentar la desnudez como forma de vida y os confieso que me encantó practicarlo. Desde entonces no he dejado de realizarlo siempre que he podido. El sitio elegido para esa primera vez fue "El Portús" en Murcia, un camping totalmente naturista con cala privada. Uno de los días que estábamos tumbados en la arena después del baño, se nos acercó una pareja muy educada y entablamos conversación. Él hombre era bastante más mayor que ella, pero ambos estaban muy bien físicamente, en la charla nos comentaron que ellos bajaban todos los años al hotel naturista de Vera que quedaba a poco más de una hora de donde nos encontrábamos y que nos aconsejaban que fuéramos a verlo porque seguro que nos gustaría. El hombre que llevaba la voz cantante nos invitó a que pasáramos después de cenar a tomar una copa en su caravana y que nos darían más información al respecto. Porky era un poco reacio porque quería irse adormir pronto, pero lo convencí diciéndole que estaríamos poco rato. Nos acercamos y ellos dos nos recibieron muy afables, la chica se había maquillado un poco y estaba realmente guapa, no pude por menos que pensar que yo también debería haberme pintado un poquito.

 




    Nos sentamos en el porche y sacaron una jarra de sangría que estaba buenísima, aunque algo cargada de alcohol, entre trago y trago nos iban comentando las excelencias del naturismo, mezclando algún que otro comentario con segunda intención, yo estaba un poco mareada por la bebida y Porky que no aguanta nada lo estaba mucho más, pero en mi caso me hacía estar mucho más desinhibida y contenta.

 





     El hombre que no recuerdo cómo se llamaba, entró y sacó un folleto del hotel para enseñárnoslo, lo puso en la mesita, pero la luz era escasa y no se veía muy bien así que dijo, acercaos a la lámpara de la puerta para que os enteréis bien de lo que os explique. Nos levantamos y me tuve que sujetar porque se me iba la cabeza y Porky casi no podía ni ponerse en pie, así que nuestros amigos riéndose y casi a dúo le dijeron; quédate sentado que mañana te cuenta todo tu mujer, a mí me cogió de la cintura para sujetarme y nos pusimos justo debajo del foco que había encima de la puerta, me pasó el folleto del hotel y ellos dos desde detrás mío, me sujetaban para que no me tambaleara, al ser de noche tanto Porky como yo pensamos al salir que era más adecuado no acudir totalmente desnudos, así que yo llevaba la braguita del biquini y mi marido un bañador de florecitas bastante ridículo, mientras que nuestros amigos no llevaban nada encima, que por otra parte y dado el sitio donde estábamos era totalmente normal.

 





    Mientras yo sostenía el folleto y trataba de concentrarme él me había echado el brazo por los hombros y se rozaba contra mi cuerpo de forma que parecía casual mientras me iba contando casi al oído algunas cosas de Vera, tales como la playa por la noche, el jacuzzi, los pubs liberales, etc. etc., cosas que tenían más que ver con el tema sexual que con el turístico o naturista, ella me acariciaba la espalda con las uñas poniéndome la piel totalmente erizada, mi ojos miraban el folleto pero realmente no lo veía por la sensación tan agradable que estaba sintiendo. Escuché la voz de él diciéndome, te arde la piel, te has debido quemar en la playa, te vamos a poner una crema que es mano de santo para las quemaduras ya verás que mañana estarás como nueva. Me encogí de hombros aceptando. Entonces él le dijo a su mujer, sácale más sangría a este, refiriéndose a Porky y saca la crema que ya sabes, en cuanto salió escuché como le decía que tratara de hacerle beber un buen vaso a mi marido, me quedó claro que lo querían emborrachar pero hice como que no me había dado cuenta e incluso miré hacia otro lado cuando ella casi le obligó a tomarse un trago enorme y lo dejó recostado sobre la mesa, después se acercó a nosotros y comenzaron a extenderme la crema por la espalda primero para después seguir por la tripita y más tarde por los pechos, poniéndome los pezones como garbanzos de duros, en aquel momento me vino fugazmente el recuerdo de cuando Yolanda los absorbía y mordisqueaba con sus encías poniéndome cachonda perdida. De pronto ella me dijo el culito también hay que protegerlo que seguro que lo llevas más quemado, me volví a encoger de hombros y entre los dos me quitaron la braguita y continuaron pasándome la crema por todo el trasero primero para seguir después por la parte interior de los muslos y terminando por acariciar toda mi rajita tanto exteriormente como por dentro, me pusieron cachonda perdida y lubricando como una perra en celo, me cogieron de la mano ella y de la cintura él y me dijeron vámonos dentro que aquí nos pueden ver. Me iba a meter con ellos cuando reparé en Porky les dije que se podía caer donde estaba, me dieron la razón y dijeron vamos a meterlo dentro y lo tumbamos en una colchoneta hasta que se le pase la mona, entre ellos dos lo llevaron y lo dejaron tirado en un rincón, metiéndonos en la habitación más espaciosa.

 

    Con todo el trajín me había espabilado bastante pero mi cuerpo pedía sexo, me tumbaron en medio de los dos y me sobaron por todas partes, aunque no me agrada el sexo con mujeres, no puedo negar que disfruté casi más con ella que con él, sus uñas paseando por todo mi cuerpo y principalmente por la espalda y nuca me excitaban bestialmente y sus mamadas en mis duros pezonazos, mientras él me follaba como un animal desbocado, me provocaban espasmos inagotables de placer, creo que nos corrimos lo tres, yo seguro que sí y él también, ella tengo mis dudas, estaba agotada por tanto gusto recibido y me quedé dormida con todo el esperma del macho en mi interior, no sé cuántas horas habrían pasado cuando me despertó la polla dura de él tratando de meterse en mi vagina otra vez, me hice la dormida pero de alguna forma facilité la penetración, su mujer no se despertó a pesar de que algún gemido no pude reprimir, sí que me di cuenta de que su verga entró dentro de mí como un cuchillo caliente en la mantequilla, el exceso de lubricación y jugos facilitó el coito de manera inimaginable, hasta que con un gruñido volvió a descargar sus cojones dentro de mí vagina que rezumaba fluidos por todos lados. estuvo un ratito dentro de mí hasta que sentí como su polla perdía rigidez y abandonaba la calidez de mi coño, sentí como se tumbaba de espaldas a mí hasta que a los pocos minutos lo escuché dar sus primeros ronquidos y en cuanto me aseguré de que estaba profundamente dormido comencé a meterme los dedos en mi encharcado chocho hasta que no pude más y terminé por orgasmar como una perra.

 

    Al día siguiente, nos levantamos casi a las once de la mañana, despertamos a Porky y le contamos que se había puesto malito y habíamos tenido que dormir allí, yo aún no sé por qué le oculté lo que había pasado y le dije que había dormido en el sofá para que él estuviera más ancho en la colchoneta, seguramente lo engañé porque todavía me costaba hacerme a la idea de la libertad sexual que estaba adquiriendo, el caso fue que con lo bobo que es el cornudo,  se tragó toda la historia, después marchamos a nuestro alojamiento y un poco más tarde bajamos a darnos nuestro último baño en la playita. Al poco de estar allí, vinieron nuestros nuevos "amigos" y enseguida, ella convenció a Porky para que la acompañara al agua, no le costó demasiado porque yo lo animé. En cuanto se alejaron él fue muy directo y me dijo que le gustaría volver a estar conmigo antes de que nos marcháramos del Portús, al escucharlo me di cuenta de que ambos habían venido con un plan preconcebido para volver a follarme, en vez de enfadarme me sentí halagada por sus deseos, pero a pesar de ese sentimiento, le dije que llevaba poco tiempo como hembra liberal y todavía no estaba acostumbrada a fornicar tan seguido y que me había quedado muy satisfecha con lo que había sucedido , no quise hacer ningún comentario sobre lo de que me había dado cuenta de cómo me había jodido a media noche. Además, le dije que nos íbamos a poner en camino a primera hora de la tarde, ya que me apetecía mucho ir a conocer Vera, intercambiamos los teléfonos por si se daba otra oportunidad y en cuanto vinieron nuestras respectivas parejas, nos despedimos.

 

     Por la tarde de ese mismo día llegamos a Vera y lo primero que hicimos fue ir al hotel, el ambiente naturista que se respiraba en él me encantó, aunque en un principio me resultaba bastante chocante ver por recepción a los clientes totalmente desnudos y pensé que me iba a dar algo de apuro ponerme de igual forma, aunque la verdad es que no me costó demasiado integrarme en esa forma de vida. Pregunté si tenían habitación disponible y precios, me pareció un poco caro, pero ya que estábamos allí y había tanto trayecto hasta volver a casa, decidí aceptar la oferta de cuatro días. Me encantó.

 





    Al día siguiente sonó el teléfono y cuando lo cogí enseguida reconocí la voz de nuestro amigo del Portús preguntándome lo que nos había parecido el hotel y diciéndome que le apetecía mucho volver a verme y que iban a bajar al día siguiente. Lo noté como encoñado, no pudiendo evitar sentirme halagada de sus deseos hacia mí, sobre todo teniendo en cuenta que su mujer era bastante más joven que yo y estaba muy bien en todos los sentidos.

 


     Tal y como me habían dicho llegaron a última hora de la tarde y nos propusieron cenar juntos, pero como nosotros habíamos hecho la reserva con cena incluida, quedamos en vernos después y tomar una copa. Como podréis imaginar la conversación la llevaron por derroteros sexuales y mientras Porky fue a la barra a pedir una bebida que ella le pidió me preguntaron si el cornudo sabía lo que había pasado, les contesté que no sabía nada y ellos me dijeron que no creían que hubiera problema. A partir de ahí todo fue más directo, comenzaron a hablar de los pubs swinger de la zona roja de Vera y de otro que ya ha desaparecido y que a mí me gustaba mucho y que se llamaba "Belle Epoque" situado en una especie de sótano, de hecho, en una inundación que hubo un par de años después se inundó totalmente y tuvieron que hacer una reforma total, quedando todavía mucho mejor. Le preguntaron a Porky si había estado en algún club de intercambio alguna vez y él rojo de vergüenza mirándome a mí contestó que no, yo sabía perfectamente lo que sentía al recordar lo que pasó con Jorge y no pude reprimir unas risitas al ver su azoramiento.

 




    En medio de la conversación ella se levantó para ir al baño y al volver se sentó al lado de Porky, Enseguida me di cuenta de sus intenciones ya que puso su mano encima del muslo de mi marido sobándolo con disimulo, el muy imbécil se puso rojo pero no se apartó, siguieron hablando excelencias sobre la vida liberal que ellos llevaban y que tanto disfrutaban, me di cuenta de que la mano de ella ya rozaba la zona de los testículos de Porky que no podía evitar jadear contenidamente, en ese instante nos propusieron mostrarnos el interior del club prometiéndonos respeto y asegurándonos que solo íbamos de mirones, yo deje que me parecía muy bien y el cornudo todo escotado también asintió.

 






     Serían más de las 12 de la noche cuando llegamos al "Belle Epoque" que estaba como a unos diez minutos caminando, pedimos unas consumiciones a las que nos invitaron y dijeron de mostrarnos el interior, obvio decir que yo estaba deseando de algo morboso sin saber muy bien que es lo era. En algunas habitaciones ya había parejas follando entre gemidos y en una más grande se estaba realizando una orgía en la que dos tíos se estaban montando a una madura bastante jamona, permanecimos mirando unos minutos, Porky con la chica calentándolo delante y un paso detrás me encontraba yo con nuestro amigo metiéndome mano debajo de la falda sobándome el culo con todo descaro y diciéndome obscenidades al oído que apenas podía entender, pero que me estaban poniendo a mil. Él se dio cuenta de lo que yo quería me cogió de la cintura, tocó a su pareja en el hombro y le hizo una seña para que nos siguiera, ella tomó a Porky de la manita y los cuatro fuimos hasta una habitación que estaba vacía, hablaron entre ellos dos en la puerta y seguidamente la chica empleando sus seductoras armas femeninas no le costó trabajo hacer que Porky resoplando como un animal en celo se metiera dentro sobre la colchoneta, inmediatamente pasamos nosotros dos y entre roces y bromitas procaces a los pocos minutos estábamos los cuatro desnudos. Los tocamientos se fueron haciendo cada vez más viciosos y las risitas empezaron a dar paso a los gemidos, nuestros pervertidos amigos se centraron en disfrutar con mi cuerpo y el cornudo quedó desplazado a un lado, me imagino que sin saber muy bien que hacer, quiso intervenir, pero ella lo apartó diciéndole que solamente le acariciara su espalda y los pies de los tres. Con ligeras variantes se repitió el encuentro que habíamos tenido en El Portús, aunque en esta ocasión mientras el macho copulaba conmigo y ella me tocaba y chupaba las tetas, le ordenaron al cabestro que le comiera el coño a ella hasta hacerla correrse, esta vez la follada no duró demasiado porque el tío venía con unas ganas locas de montarme y a ella le ponía muchísimo ver a su hombre jodiendo a otra hembra, se salió de mi interior y nos tumbamos relajadamente mientras bebíamos un poco y yo me fumaba un cigarrillo y mi coñito dejaba escapar hilillos de semen. A todo esto, ella que aún no se había corrido, seguía teniendo a Porky sujeto por el pelo y fuertemente incrustado contra su coño sin dejarle parar de lamer. Fue inevitable que con la visión de la chica espatarrada y retorciéndose contra el hocico del cerdo, su hombre no se volviera a poner cachondo y me volviera a dar polla una segunda vez que fue mucho más duradera que la anterior y muchísimo más sudada y digo esto porque aquel macho sudaba más que Nadal en un partido a las tres de la tarde, cosa que realmente no me gustó de él y que ya había percibido en su caravana, aunque entonces pensé que podía ser a causa de la humedad ambiental.




 

    Al final la chica se corrió dejando la cara del cerdo totalmente empapada de fluidos y la polla dura, mientras que mi coño chorreaba por las dos eyaculaciones que tenía dentro. Los dos eran muy morbosos y le insistieron a Porky para que me lamiera a mí y me dejara el coño limpito de lefa, el cornudo todo nervioso les dijo que eso no podía hacerlo y que vomitaría si lo intentara. Me apiadé de él y lo dejamos estar, aunque no sin antes ordenarle que se pajeara en una esquina mientras lo mirábamos y hacíamos comentarios burlones sobre su patetismo y poca hombría.

 




     Nos pusimos unas toallas anudadas a la cintura y salimos a la barra a tomarnos otra copa y comentar el encuentro que habíamos disfrutado, unos más que otros. Al final dimos por terminada la velada y nos despedimos con el macho pidiéndome de volvernos a encontrar al día siguiente y diciéndome al oído que yo tenía el mejor coño que él había follado y que podía estar segura de eso por que su polla había penetrado unos cuantos, le contesté que estaba todo muy reciente y que ya le diría al día siguiente, cosa que hice pero dándole una negativa, porque aunque me jodió muy bien y muy morbosamente el terminar envuelta en su sudor no me agradaba absolutamente nada y eso que ella me encantó en todos sus aspectos. Durante un tiempo me escribió varias veces más, incluso proponiéndome venir a Zaragoza de propio para volver a fornicar conmigo, pero mi negativa fue constante hasta que por fin desistió.

 











    Como podréis imaginar las fotos que he ido poniendo a lo largo de mi estancia en Vera, están hechas en el hotel y en la playa que hay justo detrás del mismo, en las instantáneas salen algunas personas que no conozco de nada, pero que me han parecido aceptables para que os hagáis idea de lo bien que está la zona para la práctica del naturismo. También quiero hacer mención a las fotos en que estoy con Porky y que casi me da vergüenza mostrar, aunque ellas son la prueba de la evolución que he ido teniendo con el paso de los años. Al contemplarlas os resultará obvio que yo todavía no había conseguido romper del todo esos lazos de unión matrimonial que mantenía con el cabrón y que todavía le permitían tener esperanzas de volver a la vida que le gustaba tener desde que nos casamos, pobre infeliz.

 

     Al final de aquellos pocos días en Vera, hablé con la puta de mi suegra, para ver como seguía Yolandita y si nos echaba de menos, me dijo que estaba muy bien y que aunque preguntaba mucho por su papá (Qué hija de puta está hecha la muy cerda) se encontraba muy contenta de estar con ella. Después de hablar con la cabrona, me quedé más tranquila al saber que la nena estaba perfectamente, así que decidí no perder la oportunidad y le dije a Porky de ir a conocer Granada, refunfuñó un poco porque quería volver a casa para llevar su vida rutinaria, pero no le quedaron más cojones que bajar la cabeza y aceptar mi "sugerencia". concerté alojamiento por tres noches en un bonito hotel y allí que nos dirigimos, estas fotos están tiradas en la habitación nada más llegar y después de haberme dado una refrescante ducha.

 





    Más relajada, me senté con el portátil y miré por internet que se podía hacer por Granada turísticamente hablando y también morbosamente, de lo primero la oferta era enorme y desde luego no me defraudó, de hecho, estoy deseando volver otra vez lo antes posible.

 

   En cuanto a lo segundo me llamó la atención un pub swinger en el que se anunciaba para la noche siguiente una fiesta BDSM. Como podréis imaginar la posibilidad de acudir a un acontecimiento relacionado con todo lo que estaba comenzando a descubrir despertó mi más íntima curiosidad. No me lo pensé dos veces y para no dejar pasar por alto la inesperada oportunidad de acudir a dicha fiesta di las órdenes precisas y en un breve espacio de tiempo ya estábamos preparados los dos para marchar hacia el evento vestidos de código como se solicitaba en el anuncio y como es preceptivo en este tipo de actos.

 

   Tomamos un taxi, ya que el club estaba bastante apartado del hotel. Al llegar nos abrió la puerta el dueño, cuyo nombre no se me ha olvidado, ya que interactuamos con él varias veces a lo largo de la noche. Se llamaba Salvador y desde el primer momento noté que me miraba de una manera especial y que me seguía con la vista. No tardé demasiado en averiguar el porqué.

 

   Al entrar al interior del local enseguida me llamó la atención comprobar que había algunas parejas y chicos solos y ninguno de ellos vestía de manera adecuada para la ocasión, a pesar de que para el evento se pedía que acudieran con ropas de código. El comportamiento de los allí presentes también era de lo más normalito, por lo que pareciera que estuviésemos en un pub normal y corriente y que me hubiera confundido con la fecha de la fiesta BDSM. El que nosotros fuésemos con la indumentaria adecuada debió de ser uno de los motivos por los que Salvador había puesto sus ojos en mí, mirándome con tanto interés. Por eso y también porque, como más tarde averigüé, le encantaba el rol de sumiso.

 

   Una vez dentro del local, me llamó la atención una especie de jardín adosado que parecía estar destinado para fumar o, simplemente, evadirse del ambiente del interior. Allí también había más parejas y chicos solos pero que, al igual que en el interior, nadie hacía nada que despertara algo de morbo. Nos sentamos en esa especie de jardín y al poco rato Salvador, probablemente con el ánimo de romper el hielo, consciente del poco morbo que se estaba desarrollando y que la gente se empezara a ir animando, entró vestido solo con un minúsculo tanga, un collar y una cadena, diciendo con voz afeminada: “busco un Ama… busco un Ama…”.

 

   Ante el pasotismo generalizado de los allí presentes, que parecían sacados de un museo de cera, me levanté totalmente decidida y le cogí de la cadena, pegando un tirón de la misma que le hizo ponerse de rodillas, a cuatro patas.

- ¡Ya tengo dos perros! –dije en voz alta, mirando a tan indolente público y pisando con una de mis botas la espalda de mi reciente adquisición, haciendo que sintiera bien mi afilado tacón. Salvador no parecía disconforme con ello, sino más bien todo lo contrario, ya que se agachaba tratando de lamer mi otra bota. Le di un pequeño paseo a cuatro patas por la estancia, sujetando con firmeza la cadena. Cuando pasábamos cerca de alguna pareja, notaba por sus sonrisas nerviosas la preocupación de que pusiera a alguno de ellos también a cuatro patas. Me fijé en una pareja joven, de acusada risita nerviosa viéndonos a Salvador y a mí, y que casi hicieron ademán de marcharse de allí cuando nos acercamos a ellos. No pude evitar reírme de su pudor en su cara y le pregunté a la chica, una rubia preciosa y con un cuerpo espectacular.

- ¿No te animas a usar así a tu pareja? ¡Vamos, yo te dejo el collar y la correa!

Se pusieron ambos colorados como dos tomates maduros, mientras su risa nerviosa les hacía casi temblar. Yo disfrutaba con su nerviosismo y no pude evitar reírme de sus escrúpulos al igual que Salvador, que también les ofreció el collar y la cadena, pero que desistió pronto, no fuese a darles un infarto.

 

   En esas estábamos y ya estaba yo empezando a sentirme entonada, cuando vino un empleado del local buscando a mi nuevo perro, reclamándole para un asunto del negocio, por lo que tuve que soltarlo y regresé con Porky, que había permanecido en su asiento contemplando aliviado como no era él, el objeto de las mofas de los presentes.

 

   Al parecer aquel evento había sido organizado por una mujer que había traído látigos, fustas, vibradores y demás material BDSM que fabricaba ella misma y ofrecía la posibilidad de adquirirlo al que estuviera interesado. Tenía el material expuesto en una habitación preparada al efecto, que tenía una cadena en forma de telaraña pegada a una de las paredes y en la que se agolpaban los curiosos, la mayoría mirando el material mostrado con una mezcla de curiosidad y morbo. Uno de estos curiosos, un hombre que aparentaba unos cuarenta y cinco años y que parecía que estaba solo, le preguntó a la mujer, que en esos momentos estaba mostrando una preciosa fusta, larga y forrada de cuero negro, “¿eso duele?”. Entonces se la cogí de las manos y le pregunté si quería probarlo. El muy cándido me puso el culo y le solté un fustazo con ganas, que a pesar de haberle dado en el bolsillo donde tenía la cartera, se apartó como si se hubiera quemado con una ascua encendida, diciendo “Osti, ya lo creo que duele”. Le pregunté si quería repetir otra vez y se apartó más aún diciendo “no, no… ya es suficiente” con una risita forzada mientras se frotaba el trasero tratando de calmar el escozor del azote.

 

   El local era un pub normal que lo habían preparado para el evento con algún aderezo del tipo de la habitación donde se mostraba el material BDSM, con la cadena en forma de telaraña.

 


    Esta foto de la citada telaraña, es la única que saqué en el club, porque me gustó la idea y pensé que quizás podría montar en casa algo parecido, aunque como ya comprobaréis más adelante no me resultó tan fácil llevarla a cabo, pero para algo similar sí que me sirvió la inspiración.

 

   Un poco después entró en la misma habitación una pareja joven, acompañada por Salvador que los presentó como novios y al mismo tiempo explicó que ella era sumisa e iba a usarla para sus juegos con el beneplácito de su pareja. La chica no tendría más de treinta años y un cuerpo precioso, además de muy proporcionado, que incluía unos bonitos y redondeados pechos. Entre su novio y Salvador la desnudaron lentamente, sobándola bien con cada prenda que le quitaban. Cuando la tuvieron totalmente desnuda, la ataron a la cadena en equis y una vez atada siguieron con sus manoseos que, como pude advertir, estaba poniendo cachondo a más de uno. La muchacha, quedaba frente a todos los allí presentes, agachaba la cabeza y cerraba los ojos. Se veía que estaba muerta de la vergüenza, mientras el público masculino y también el femenino, contemplaba, entre excitados y morbosos lo que iban haciendo con ella. El que más le metía mano por todos los rincones de su cuerpo era Salvador, ya que al novio se le notaba bastante inexperto para una situación como aquella y se le notaba sobrepasado por lo que le estaban haciendo a su chica. Tal y como lo vi, pensé que los habían embarcado en aquella aventura sexual medio engañados y ahora no sabían cómo salir de ella de manera airosa. En un momento dado, Salvador puso dos pinzas en las manos del novio y le conminó a que le pusiera una pinza en cada pecho, respondiendo ella con un gesto de dolor al sentir la presión en cada pezón. Mientras el chico, tembloroso, hacía lo que le habían indicado, Salvador jugaba con una fusta golpeando ligeramente las caras internas de sus muslos. Prolongaron el espectáculo durante un buen rato y llegó el momento en que podía apreciarse como la chica, tremendamente avergonzada, dejaba escapar algunos gemidos y de su abierta rajita descendía por ambos muslos una buena cantidad de fluido viscoso, síntoma ineludible de que la sumisa estaba gozando a pesar de la vergüenza que pudiera estar sintiendo. Salvador, que se dio cuenta de ello, le quitó las pinzas, con sendos azotes en cada pezón utilizando la punta de la fusta. La chica se retorció de dolor al quitárselas, sin cortarse un pelo y ante los ojos asustados del novio, Salvador le dio unos apretones en los duros mamelones de la chica, para que la sangre afluyera a ellos de nuevo de forma normal  y seguidamente, con un espray de nata, le cubrió los doloridos pezones, diciendo a los presentes:

- Invito a un chupito a todo aquel que quiera un poco de nata –animando al público a lamer los pezones de la sumisa.

 

   A pesar del morbo que se había creado, allí ni Dios se atrevía a dar un paso al frente. Yo no podía con aquella indecisión generalizada y le dije a mi puto cabestro “venga, ponte tú con una teta y yo con la otra, antes de que sea otro el que deje ahí sus babas”. Así que, ni cortos ni perezosos, salimos a lamer los doloridos pezones de la chica que inmediatamente respondieron a nuestros lametones, poniéndose duros como piedras, hasta que no quedó ni una brizna de nata por lo que nos invitaron al chupito al que nos habíamos hecho acreedores. El novio, al ver cómo le habíamos mamado y mordisqueado los melones a su chica, se decidió a limpiarle la nata de uno de ellos, que previamente Salvador había vuelto a cubrir, se palpaba la excitación generalizada entre los espectadores, pero también quedaba de forma notoria que no estaban por la labor de participar en nada, aunque sí en mirarlo todo como pervertidos pajilleros.

 

   La gente fue saliendo de la sala con la finalización del limitado espectáculo que nos había brindado el club. Yo bastante decepcionada por lo que estaba viendo, le ordené a Porky que me siguiera y fuimos a la sala principal, que estaba en el piso superior. Allí había varias parejas hablando, pero nadie hacía nada morboso, por lo qué al cabo de un rato, presa del aburrimiento y aprovechando que Salvador pasaba por allí, le pregunté si estaba libre la sala con las cadenas en la que habíamos estado antes. Me dijo que sí, que podíamos usarla sin problema, por lo que me llevé allí al cerdo para jugar un rato con él.

 

   En la sala había algunos clientes merodeando, de los que habían estado antes viendo como jugaban con la chica encadenada y que se habían limitado a poner sonrisitas que a mí me parecieron hipócritas y cargadas de un querer y no poder. Pasé de ellos, los ignoré como si no estuvieran, y encadené a mi esclavo como había estado antes la chica, pero de cara a la pared, para tener bien a mano su espalda y su atocinado culo, todo ello ante la atenta y expectante mirada de los que allí estaban. Cuando lo tuve bien preparado cogí una fusta y empecé a fustigarlo con ganas. El ruido de los golpes y de las quejas del puerco hizo que acudieran más clientes, sobre todo parejas, todos con un morbo tremendo en sus ojos. Pero yo estaba empezando a cansarme de esa actitud de mucho mirar y poco hacer. Les pregunté que si iban a participar, a lo que todos con cara de sorpresa contestaron que no, por lo que haciendo gala de mi autoridad los conminé a salir de de allí, diciéndoles, “no quiero mirones, así que el que no esté dispuesto a participar que se marche de esta habitación”. No quedó ni uno. Al final cerré la puerta, no estaba por la labor de alimentar los complejos de nadie y si solo querían mirar y calentarse, que se descargasen vídeos de internet. Me di cuenta de que, aunque estaba la puerta cerrada, la sala tenía unos ventanos como de 30 cm, que daban a la barra donde estaban los clientes, los cuales no perdían ocasión de asomarse y ver la sesión que estaba teniendo con Porky. Pero ya cansada como estaba de mirones, decidí cerrar también las ventanitas echando el pestillo que cada una tenía por dentro.

 

    Ya sin espectadores, me incliné por usar un cinturón de cuero bastante ancho que, aunque picaba y escocía, era mucho más el ruido que otra cosa. Y empecé a disfrutar con los comentarios que podía escuchar al otro lado de las ventanas cerradas, “Madre mía, ¡cómo le está dando!”, “¡Dios!, ¿cómo podrá aguantar eso?”. Estaba ya caliente, pero oír esos comentarios me pusieron mucho más cachonda y morbosa. Le dije al cerdo que cuando le pegase, que gritase con desesperación y que suplicara piedad, o de lo contrario cogería una fusta y le daría con ganas. Yo le procuraba pegar haciendo el mayor ruido posible, bien en sus atocinadas nalgas, bien en su ya enrojecida espalda, y él gritaba con cada golpe como yo le había ordenado. La consecuencia fue que los cegados espectadores, que estaban al otro lado de las ventanas, no dejaban de tocar insistentemente en las puertecillas de las mismas para que las abriese, haciendo comentarios del tipo: “Lo va a matar, ¿cómo puede aguantar ese castigo?” A mis oídos llegaban aquellas frases cargadas de expectación y morbo y solo escucharlas hacían que cada vez estuviera más cachonda y que con más fuerza y haciendo más ruido siguiera azotando al cornudo.

 

    No sé si fueron esos mismos clientes que, preocupados por la suerte que estaba corriendo el gorrino, avisaron a Salvador para que interviniese. El caso es que en esas estaba cuando entró por la puerta y se quedó fascinando viendo como azotaba a Porky.

- ¿Puedo participar? –me preguntó con su abultada polla delatándole a través del pantalón.

- Vale, ahora cuando acabe con él te pongo a ti en su lugar.

- No, no… ya me gustaría, pero con todo el trabajo que tengo ahora no puedo entretenerme mucho. Me refería a darle yo también unos azotitos –se apresuró a aclarar, nada dispuesto a acabar con las marcas que ya exhibía Porky en su sebáceo cuerpo.

 

    Cogí el látigo que había estado usando al principio y se lo ofrecí, él lo cogió con timidez y le dio cuatro latigazos pausados, mofándose del pobre ciervo entre un zurriagazo y otro. Cuando paró le pregunté si quería seguir, que el esclavo podía aguantar muchos latigazos más, pero me lo devolvió diciendo que ya le estaba cogiendo el gusto, pero que lo sentía, tenía que atender a los clientes y que, además, su pareja se iba a mosquear si lo perdía de vista tanto tiempo. Me volví a quedar a solas con Porky y me entretuve jugando un poco más con él y con el morbo de escuchar los comentarios de los que estaban al otro lado de la ventana. Tan pronto le estrujaba los huevos al cerdo, como le daba unos azotes con el ruidoso cinturón y también con la suela de una chancleta, a los que él respondía con sonoros lamentos.

 

    Cuando me cansé de jugar con Porky, salimos al otro lado, a la barra. La gente nos miraba con un interés y un morbo tremendo, sobre todo los tíos. Notaba en sus miradas que a Porky lo compadecían y a mí me mostraban una mezcla de admiración y temor que me encantaba y me ponía húmeda. Nos sentamos por allí y empezamos a hablar con la pareja que estaba en la mesa de al lado. Eran de Baeza, en la provincia de Jaén, y habían acudido a Granada solo por asistir al evento, en parte por morbo y en parte porque conocían a Salvador. Era una pareja muy agradable y estuvimos charlando con ellos, principalmente de nuestra especial relación D/s, la cual les interesaba mucho.

 

    Ya estaba bien entrada la madrugada cuando decidimos marcharnos. Salvador nos acompañó hasta la puerta y nos pidió encarecidamente que volviésemos al día siguiente, que nos regalaba la entrada y la consumición. Le contesté que nos encantaría, pero que teníamos pendiente conocer un poco Granada. Salvador siguió insistiendo bastante porque “esas cosas” a él le ponían un montón, pero al final se dio por vencido. Me despidió con dos besos y susurrándome al oído “a sus pies” y dando un apretón de manos a Porky.

 

    Al día siguiente, además de descansar, visitamos parte del patrimonio histórico-artístico de tan bella ciudad, que para conocerlo en condiciones hubiera requerido al menos de un par de semanas.

 

     Después de esos interesantes pero cortos días por Granada, ciudad a la que juré volver en cuanto pudiera, iniciamos el regreso a casa con muchas ganas de volver a ver a mi niñita, aunque para eso le tuviera que dar las gracias a la hija puta de su abuela por haberse hecho cargo de ella en nuestra ausencia.

 

    Unos días más tarde, cuando Porky ya se había encargado de recoger, lavar, planchar y doblar todas las ropas empleadas durante las vacaciones, además de darle una buena limpieza a la casa, me apeteció hacerle una sesión de fotos antes de que se quitara las sandalias de tacón con las que le obligué a efectuar toda esa serie de tareas y que es la forma habitual que le impongo para hacer sus labores. La puta criada me salió algo respondona y protestó porque, según ella, se le daba muy mal andar con aquellos tacones. “Putas excusas” a las que yo, por supuesto, no le hice el más mínimo caso.

 




    Este par de fotos que os muestro son las únicas que quedaron de aquel reportaje que le hice, solamente quedan esas dos porque el hijo de perra de Porky se cargó el resto. Había puesto al muy inútil en mi ordenador a organizar por carpetas todas las fotos que habíamos sacado en vacaciones, principalmente las turísticas y entre ellas estaba la carpeta que contenía estas últimas. Cuando me quise dar cuenta, el muy estúpido había tirado a la papelera todas las demás y además le había dado a vaciar. Me enfadé muchísimo, aunque él juraba y perjuraba que lo había hecho por error, cosa que no me creí, en absoluto, sobre todo por la reticencia que puso al posar tal y como yo le había ordenado. Aquello necesitaba un buen castigo y enseguida me acordé de la telaraña de Granada. Esa misma tarde fui al Leroy Merlín y compré unos cuantos metros de cadena para intentar montar algo similar en mi habitación del sado, que fuera lo más parecido a la que había visto en el pub y luego poder estrenarla dándole al imbécil lo que se merecía. Marqué en la pared los puntos donde quería que el esclavo taladrara para meter los tacos que deberían soportar la cadena y le ordené que trabajara rápido porque me urgía utilizar y comprobar cuanto antes las posibles aplicaciones que podría darle en el futuro a la sádica telaraña.

 

    Yolandita no hacía más que entrar y salir, preguntándome con la típica curiosidad infantil por lo que estaba haciendo su papá y yo le decía que era un adorno para la pared. Al final debido a que el taladro no era nada bueno y había que parar de vez en cuando para que se enfriara, se hizo demasiado tarde, así que acosté a mi niña y cuando se durmió, saqué la cadena y me puse a tratar de montar la dichosa telaraña. Lo primero que me di cuenta es de que me había quedado bastante corta con la cantidad de metros que había comprado y también de que necesitaba muchos más puntos de enganche, así que pensando en que lo que yo pretendía era poder sujetar al esclavo en las posiciones que me diera la gana, ideé otra forma mucho menos estética pero más práctica que sirviera para cumplir con mis malévolos objetivos. Con unas cosas y otras se nos hizo más de las doce de la noche y no viendo oportuno seguir haciendo ruidos a esas horas, opté por aplazar la prueba del “aparato de tortura” al día siguiente por la mañana.

 


    Os muestro lo que pude montar con la cadena. Como ya he dicho, estéticamente no era una maravilla, pero la función que yo deseaba la cumplía perfectamente.

 

     Me desperté sobre las siete y media y nada más hacerlo zarandeé a Porky ordenándole que se levantara y me siguiera. Quería aprovechar que mi niña dormía plácidamente para darle una buena sesión de castigo en la habitación del sado que, aunque no del todo, está bastante insonorizada. Lo sujeté como podéis ver y comencé a pinzarle los pezones y darle latigazos que iban marcando su sebosa piel. En medio de los azotes le estiraba de la cadena que tenía mordiendo sus tetas de puta, pero de manera suave hasta que, sin ser consciente del dolor que iba a sentir el puerco, di un fuerte tirón que le hizo gritar como un desesperado. Me sobresaltó semejante alarido, y me cabreó muchísimo, le solté un par de bofetadas por no haber sabido contenerse, aunque el mal ya estaba hecho. Lo pude constatar cuando a los cinco minutos apareció Yolandita en la habitación, venía descalza y en pijamita, entró sin hacer ruido hasta que me di cuenta que estaba allí cuando la escuché lloriquear a mis espaldas porque se había asustado. La tranquilicé diciéndole que no pasaba nada y poniéndome delante para que no viera al cabrón de su padre, todo marcado, aunque ella no hacía más que tratar de asomarse y ver que hacía allí atado a la pared. No estoy segura, pero creo que pudo presenciar alguno de los latigazos que le solté al cerdo de su padre. Traté de llevármela al salón y ponerle dibujos animados mientras yo terminaba con el perro cornudo, pero ella no quería salir de la habitación, así que no me quedó otra, para que se entretuviera, que ponerle en marcha un vibrador y dejarle unas bolas chinas que cogió con mucha curiosidad. Le dije que no lo chupara, pero ya sabéis lo que son los niños, si antes se lo digo antes lo hace. No pude evitar una risita al ver como se llevaba el consolador a la boca y se reía a carcajadas al sentir la vibración. Estuve por sacarle una fotografía, porque me resultó una estampa divertidísima.

 





   Dejo aquí la primera parte de lo sucedido en aquellos primeros meses del 2009, porque con la nena rondando por allí me resultó difícil terminar con el merecido castigo a su estúpido papá y no me quiero alargar demasiado ni retrasar más tiempo en la publicación del reportaje.

 

   Cuando relate la continuación de los episodios que sucedieron en el segundo semestre de aquel maravilloso 2009, año en que prácticamente se consolidó mi estatus como Dómina y mujer corneadora, comenzaré contando como terminó el castigo del cornudo hijo de puta y como tuve que convencer a Yolandita para que pensara que aquello que veía en casa era muy normal, ja,ja,ja., pero que aquellos juegos tenían que ser un secreto entre nosotras y que no debía contar nada a nadie.