Ayer domingo, me marché de casa
sobre las once horas, con la idea de pasar una buena mañana y tomar un vermut
con un buen amigo, para posteriormente comer con él. No obstante, antes de
salir, le dejé encargadas a Porky una serie de tareas que cumplir, tales como,
limpieza de baños, cocina, planchado de mi ropa, etc., etc.
Después de una mañana muy
agradable, divertida e incluso morbosa, volví a casa con muy buen humor, cerca
de las cinco de la tarde. Cuando llegué, mi hija ya se había marchado y me
encontré al cerdo tumbado en el sofá, con un aspecto bastante decaído. No me
gustó la forma de recibirme y le pregunté que hacía allí, el muy estúpido, me
contestó con temor, que se había sentido indispuesto y que por ello no había
podido cumplir todo lo que yo le había dejado ordenado.
Me disgustaron sus palabras y me
restó una buena parte de la alegría que llevaba en mi cuerpo, por el hecho de
haber estado disfrutando de un excelente día con mi amigo íntimo. Hice
levantarse al cornudo y seguirme, para constatar que era lo que no había podido
limpiar. Comprobé con desagrado, que uno de los baños se encontraba sin limpiar
y me enfadé mucho por tal negligencia, le di un buen bofetón al mismo tiempo
que lo cogía del pelo, obligándole a lamer la superficie del lavabo con
suciedad y algún pelo incluido, seguidamente tuvo que pasar su porcina lengua
por la parte superior del wc, que se encontraba perlado de algunas sospechosas
manchas amarillas sobre su blanca superficie.
Me molestó muchísimo, que su
comportamiento propiciara mi cambio de humor, el puto criado, sabe que para
desobedecer mis órdenes, solamente le vale estar medio moribundo. Lo que le
obligué a realizar fue un castigo leve, sobre todo porque aunque le desagrade,
ya lo tiene bastante asumido y acostumbrado a ello, lo hace de una forma
mecánica y casi rutinaria.
Como no me pareció suficiente
correctivo, se me ocurrió, que para despedir el verano, estaría muy bien
administrarle una buena ración de humillación, y que mejor sitio para ello, que
un lugar público. Me puse a maquinar un plan, en el que el mierda de mi esposo,
se sintiera la peor de las basuras, pasándolo realmente mal.
Esta mañana bien temprano me he
puesto manos a la obra, confeccionando ese par de cartelitos que podéis ver.
Cuando todo ha estado a punto, he llamado al cabrón y le he ordenado ponerse
las lindezas que veis, sobre su grasiento cuerpo de puta cerda amariconada y
seguidamente me lo he llevado a un parque, en el que me habían contado, que
alguna vez se practicaba el dogging; en mi mente tenía la esperanza y deseos de
poder coincidir con algún tío o más de uno, que quisieran follárselo sin contemplaciones
por culo y boca, reventándolo a pollazos y dejándole el ojete bien abierto y
relleno de lefa, brindándome a mí un espectáculo excitante, que me devolviera
el buen humor y la calentura que el hijo de la gran puta me había mermado el
día anterior.
También he querido aprovechar la
buena mañana, para hacerme algunas fotos mías exhibiéndome para vosotros, ya
sabéis que disfruto mucho con ello, me pareció una forma muy hermosa de
despedir el Verano del 19.
Desgraciadamente no encontramos a
nadie que nos permitiera, en mi caso mi jugar o morbosear y al animal sufrir
una posible y violenta violación, no obstante, la humillación de verse exhibido
de tan vergonzante forma ha resultado un buen y ejemplar castigo.
La mayoría de la gente que pasaba
por nuestro lado, se quedaban mirando con ojos incrédulos o de sorpresa, pero
no decían absolutamente nada, solamente la mujer que lleva la bolsa roja, se
dirigió al puerco y le dijo que era un pervertido, marrano y sinvergüenza, qué
si veía a un policía, lo iba a denunciar.
Por otra parte, la cámara
fotográfica, la habíamos situado detrás de un arbusto, para no ser vista y que
los viandantes o ciclistas no se apercibieran de que los estábamos
fotografiando. Lo qué si tengo siempre muy presente, es que no haya niños que
puedan ver semejante espectáculo tan degradante y repulsivo, como es el
visualizar a una maricona atocinada, con ropitas femeninas.
Por lo demás, creo que las
imágenes, relatan mucho mejor, que como yo lo pueda hacer, lo inmensamente
gratificante y divertida, que me resultó la última mañana del verano, y lo
humillante, degradante, vergonzante o denigrante, que lo fue para mi asqueroso
y mariquita marido. Toda una lástima que
el puto sarasa, haya vuelto al hogar, sin haber sido abusado y violado, como yo
hubiera deseado, pero al mismo tiempo con una buena lección, para el
mantenimiento de su esclavitud o sumisión.
Espero que me hagáis saber, si os
gusta este tipo de reportaje, besos