martes, 24 de junio de 2025

FALLO DE MEMORIA - 2

 


    Como ya conté en el anterior reportaje, al llevar a cabo mi perverso plan conseguí contactar con un chico que me hizo pasar momentos tremendamente morbosos, que ahora os quiero seguir contando.

 

     La manera tan excitante en que Dylan me comía el coño penetrándolo con su húmeda lengua haciéndome vibrar de placer, logró que en mi cabeza surgiera de repente y sin esperarlo, un excitante “déjà vu” en el que mi mente voló de una forma tremendamente nítida, hasta el año anterior en fechas similares, recordando aquella situación tan tremendamente caliente que había sucedido la noche en que de forma casual nos conocimos.

 

     Como creo que ya dije en la primera parte de este reportaje, a Dylan lo conocí en el verano del 2023 de una forma totalmente casual, pero que terminó siendo especialmente viciosa y especial, debido a lo bien que lo pasé y lo mucho que lo disfruté.

 

     Para que os pongáis un poco más en situación, comenzaré explicando que el antiguo local de El Pecado en ese año estaba justo al lado de donde está ahora el nuevo y se trataba de un pub que fácilmente podría denominarse swinger o liberal. El local estaba bien, aunque era muchísimo menos espacioso que el actual. Al entrar había una terraza exterior con mesas altas para todo aquel que prefiriese estar o alternar al aire libre, (…) una vez dentro te encontrabas con la barra a la derecha, también con mesas y banquetas a los lados. Enfrente de esa barra había una puerta a la izquierda y otra en el extremo opuesto de la misma pared. La primera daba acceso a una sala muy poco iluminada con varias camas en diferentes habitáculos a los cuales solamente podían acceder parejas o chicos solos invitados por esas mismas parejas. La otra puertecita daba paso a otra habitación, también en penumbra, y al igual que la anterior con varios departamentos con colchonetas donde poder jugar morbosamente. La considerable diferencia entre los dos cuartos, era que a este último podía entrar quien quisiera sin restricción alguna.


 

    Después de esa ligera descripción del escenario de mi aventura, sigo con los hechos. Ese verano del 2023, ya había ido 4 o 5 veces a ese club, siempre acompañada de mi mascota y normalmente con el mismo resultado: muchas miradas escrutadoras o provocadoras, casi siempre de otras parejas y también de chicos, pero que quizás por la presencia del cornudo, no daban el paso ni tomaban decisión alguna de decirme absolutamente nada, con la consiguiente decepción que ello me provocaba.

 

    Algo cansada de tanta pérdida de tiempo, una de las noches que salimos cuando íbamos hacia el pub, tomé la decisión que llevaba meditando toda la tarde y le dije de manera tajante al pelele cornudo:

- Tú te vas a quedar fuera y hasta dentro de 15 minutos por lo menos, no quiero que entres y cuando lo hagas a mí ni me mires, no quiero que nadie piense que vienes conmigo.

Se quedó con cara de tonto, sin saber que decir hasta que me preguntó

- ¿Y cuándo entre que hago y cuando voy a su lado?

– Te pides un agua y te pones a bastante distancia de mí, si me miras no me importa que lo hagas, pero como no lo hagas disimuladamente y alguien se dé cuenta de mi juego, te capo por inútil. ¿Has entendido?

-Sí Ama.

- Otra cosa, sí ves que hablo con algún chico y me apetece entrar a uno de los dos cuartos, que ya decidiré yo cual será, acuérdate que, si elijo el de la izquierda, no puedes pasar porque está prohibido para los putos mirones como tú. Pero si por el contrario ves que elijo entrar al otro será porque me importará muy poco que un cabestro inútil como tú pueda ver cualquiera de los juegos que yo pueda tener con mi acompañante. ¿Te ha quedado claro?

- Sí Ama – me contestó con su estúpida cara de cornudo bobalicón.

- Pues ya tardas en largarte a hacer puñetas. Y ya sabes, antes de 15 minutos ni se te ocurra aparecer ¡Largo!

 

     Agachó la testuz de una manera muy parecida a como lo haría el manso de la ganadería, se dio la vuelta y me causó una doble impresión, por un lado, no sé muy bien si de pena y por otra de desprecio al contemplarlo alejarse cabizbajo, entristecido e incluso encogido de frustración al saberse tan poco hombre. Al final y cuando ya se perdía entre la gente, no pude reprimir una amplia sonrisa sádica al pensar en el marido tan patético que tenía y de lo mucho que me excitaba imaginar lo que estaría sufriendo ante los cuernos que se le venían encima y lo mal que él lo llevaba. Sonrisa que no se apagaba al pensar en todas las posibilidades que me permitían su obediencia y sumisión y de las que pensaba aprovecharme al máximo.

 

    Sin más demora, aparté de mi perversa mente todo lo que pudiera estar pensando o penando el ciervo, y con la enorme curiosidad de ver si mi plan daba algún fruto, entré en el pub, me dirigí al interior del local y pedí un mojito. Me senté en una de las banquetas altas, a unos tres metros de la barra, junto a un barril que hacía las veces de mesa. Ese día mi atuendo era un vestido blanco, bastante cerrado de cuello pero que por otra parte transparentaba muy bien la silueta de mis pechos y también la redondez de mi culo con el que no termino de sentirme plenamente satisfecha, pero que a los tíos parece atraerlos como un imán. Las sandalias que elegí llevar, como siempre que salgo a divertirme, eran de tacón y color negro. Al sentarme y ser la banqueta alta, ya imaginaréis que mi corto vestido, que todavía se subió más, hizo que, inevitablemente, tanto mis piernas como mis muslos quedaran excesivamente expuestos a las miradas de muchos de los clientes.

 


    Escuchaba la música tranquilamente y disfrutaba de mi bebida y de mi pose exhibicionista, imaginando todos los pensamientos lascivos que estaría provocando entre la concurrencia, por ello no dejaba de pensar que algo caliente podría pasar en cualquier momento. Pero ni tenía prisa ni sufría de impaciencia alguna, tenía claro que esa pose de chica solitaria y pecadora me encantaba y que si pasaba algo diferente estaría muy bien y si no ocurría nada, pues estaría en lo mismo de otras veces, pero habría disfrutado de esos momentos de íntima soledad sin tener al cabestro a mi lado. Debían de haber pasado los quince minutos que le marqué al pelele, cuando lo vi como entraba y, siguiendo mis instrucciones, se ponía también de pie en otra mesa-barril, a unos doce metros de donde yo estaba. Y aunque me miraba de reojo continuamente, nadie podría pensar que era mi marido, entre otras cosas porque muchos otros hombres solitarios hacían lo mismo.

 


    No me pasaba desapercibido y me divertía enormemente la mirada angustiada del imbécil. Por supuesto que yo no le hacía ni puto caso para que se sintiera más despreciado, mientras continuaba escuchando música y balanceando levemente mi cuerpo al ritmo que sonaba, hasta que una voz varonil me sobresaltó.

- Hola, llevo un rato observándote y te veo muy solitaria, ¿te apetece hablar un poco?.

 El chico me pareció muy apuesto y varonil, le dediqué una sonrisa y le respondí que no tenía problema en charlar con él. Estuvimos un rato más bien largo de animada conversación sin que hubiese nada lo suficientemente reseñable, salvo algún pequeño roce o el acercamiento que él hacía a mi oído para decirme algunas frases que la música casi no me dejaba entender. El sentir su aliento cerca de mi cuello cuando se acercaba a hablarme, sí que me perturbaba un poco y lograba que mi piel y bello se erizara. Terminamos presentándonos, yo le di mi nombre y él me dio el suyo, como ya habréis deducido se trataba de Dylan, mi sugerente amigo reencontrado en el 2024.

 

    Me encontraba muy a gusto hablando con él, tanto que me olvidé totalmente de la presencia de mi marido. Tenía también la sensación de ser una chica sin ataduras, como en mis años jóvenes, y eso me hacía sentir como mi cuerpo vibraba al lado de un chico que despertaba en mí esas emociones casi de adolescente. Quería ir más allá sin tener muy claro hasta donde podría llegar, así que arriesgándome fui yo quien decidí dar un paso más y le pregunté si le apetecía que entráramos a ver uno de los dos cuartitos reservados. Por supuesto, su respuesta fue afirmativa y aceptó encantado, me levanté con mi vaso y seguida por él me dirigí a la mesa donde estaba sentado Porky que, desconcertado, no sabía qué hacer. Sin mirarle siquiera deposité mi vaso en esa mesa y con paso decidido me fui hacia el cuarto de la derecha, aquel en que cualquiera podía entrar sin restricción alguna. En cuanto cruzamos la tupida cortina me di la vuelta y comenzamos a tocarnos y besarnos como si no hubiera un mañana, yo estaba frente a la puerta y él de espaldas a ella, de esa forma pude ver como a los pocos minutos entró el cornudo y se quedó mirando como nuestros cuerpos y nuestras bocas parecían fundidos en un balanceo supersexual. Lejos de incomodarme su presencia y sus penosas miradas, lo vi como una nueva humillación de las que tanto disfruto dándole, pero al no estar segura de que mi nueva conquista se pudiera sentir incomodado, dejé por un momento de comerme su boca y le dije que teníamos un mirón y que sí le molestaba que estuviera. Me dijo que a él le daba igual, por lo que me entregué de nuevo a sus calientes besos con la satisfacción de saber que Porky lo vería todo en primera fila y él se libró de ser despachado, lo que le hubiera dolido más aún, pues su imaginación lo torturaría más que sus ojos.

 

    Después de unos minutos de mucho calentamiento, de que nuestras lenguas se entrelazaran una y otra vez, de acariciar su torso y mordisquear sus orejas mientras él acariciaba mis muslos y mi culo y besaba mis pechos, tomé la iniciativa de nuevo y le propuse ponernos más cómodos, tumbándonos en una de las colchonetas que había dentro de una especie de camarote sin puerta. Lo hicimos ya medio desvestidos y seguimos el ritual que habíamos comenzado, de lado uno frente al otro, acariciándonos y abrazándonos sin parar hasta que la mano de él fue bajando y comenzó a sobarme el culo suavemente al mismo tiempo que mi vestido iba subiendo, me giró dejándome boca arriba mientras que sus labios recorrían mi cuello y la mano comenzaba a tocarme por encima de la braguita delineando con sus dedos el contorno de mi coñito de arriba abajo sin parar y haciendo que la blanca seda llevada de la ligera presión se introdujera brevemente dentro de la pequeña gruta que ya se encontraba plena de humedad. Dylan al sentir mis temblores de excitación y mis gemidos, corrió la braguita a un lado y se apoderó libremente de mi vagina sin impedimentos, jugando muy viciosamente con los empapados e inflamados labios debido a la tremenda excitación.

 

    Así permaneció un buen rato masturbándome el clítoris, y haciéndome gemir, hasta que notándome tan excitada, me dijo,

-Levanta el culo, que no me gustan los estorbos.

Lo hice obedientemente y él cogió la braguita por los laterales y me la quitó dejándome totalmente expuesta de cintura para abajo. Se puso de rodillas en el suelo a los pies de la colchoneta me cogió de las piernas y me atrajo hacia él comenzando a hacerme una de las mejores comidas de coño que he recibido, mientras él metía la lengua y jugaba con mi clítoris sin descanso, me pareció escuchar voces cerca, pero con la música y las sensaciones tan fuertes que estaba recibiendo, no presté ninguna atención. Mientras me lamía el sexo, las manos de Dylan subían y se apoderaban de mis pechos por debajo de la ropa, poniéndome los pezones como escarpias de duros, hasta que, con un gruñido que hasta yo me sobresalté al escucharme, me corrí como una perra.

 

    Al darse cuenta Dylan del fuerte orgasmo que me había hecho sentir se subió a la colchoneta y se puso a mi lado. Descansé brevemente de la agitación que me había invadido al correrme y me dispuse a intentar proporcionarle a él su momento de placer. Le ayudé a que se desnudara y yo hice lo propio, comencé a tocarle las tetillas y a comerle los pezones mientras mi mano alcanzó su hermosa polla, sorprendiéndome por el tamaño, que sin ser enorme la encontré perfecta para mí coñito, Se la empecé a menear durante un buen rato acariciándole los huevos al mismo tiempo, pero no terminaba de correrse, así que pasados unos minutos de esos meneos, no sé de cuál de los dos partió la idea pero fuera de quien fuese a mí me encantó que se pusiera encima de mí  y que sorprendentemente aquel mástil duro buscara la entrada de mi vagina, no encontrando ninguna oposición por mi parte y que además, sin lubricante alguno, abriera los labios de mi coño y penetrara dentro de mí hasta hacer tope con sus huevos, comenzando un desenfrenado y lujurioso vaivén que me hizo vibrar nuevamente como una perra salida. He dicho sorprendentemente porque mi vagina es más bien estrechita y cuando la polla es gorda como lo era la de Dylan prefiero que haya lubricación, pero al darme cuenta de que no hacía falta me resultó evidente que, con la inmensa excitación de aquel encuentro, el uso de cualquier otro tipo de lubricante diferente al que mi propio coño aportaba, resultaba totalmente innecesario.

 

    Mientras Dylan me montaba con fuertes movimientos de cadera, noté como una manos que deduje eran las del cornudo queriendo ayudar e intentando ganarse mi agradecimiento, levantaban mis piernas dejando muy abierto mi chochito para que mi amante me pudiera penetrar más libremente y más adentro, me extrañó que Porky tomara esa decisión ya que siempre que tengo encuentros sexuales es como un mueble o un objeto de uso sin intervenir salvo que reciba órdenes mías o de mi macho, pero me gustó que por una vez hubiera sabido interpretar una necesidad del momento y al mismo tiempo una labor ideal para un cornudazo como él. Teniendo las piernas bien sujetas y abiertas en V, ya solo tenía que preocuparme de gozar y de sentir la verga caliente que penetraba y llenaba mi vagina. Entre gemidos Dylan me susurró,

-         ¿Te puedes quedar embarazada?

Aunque estaba superexcitada, me hizo gracia la pregunta y le contesté,

-No te preocupes por eso, y lléname el coño de leche, no te salgas por favor que lo estoy deseando.

Dio entonces cuatro o cinco estocadas más hasta que comenzó a exteriorizar unos roncos gemidos, mientras noté como su pija se tensaba e hinchaba al mismo tiempo que mandaba fuertes pulsaciones al interior de mi vagina, síntoma inequívoco de que todo el semen de sus huevos era depositado dentro de mí. Menos mal que ya no puedo quedarme preñada, porque de no ser así no sé lo que hubiera podido pasar con tantos estertores de su rabo que pude sentir y de cuanta leche escurría por mis muslos cuando la pija salió de la “madriguera”.

 

Ya sé que pensaréis que soy una inconsciente, por permitir que un macho que acabo de conocer deposite todo el semen de sus testículos dentro de mi vagina a las primeras de cambio, pero son cosas que pasan y que son difíciles de controlar cuando la excitación se impone al sentido común, además de que la impresión de limpieza que transmitía Dylan, me daba total tranquilidad.

 

     Al terminar de follarme, se tumbó un poco a mi lado respirando agitadamente, cogimos papel del baño, limpiándose Dylan primero y luego yo, pero en mi coño reparé muy poco y solo lo limpié exteriormente, ya que me apetecía llevar dentro la corrida del macho durante el máximo tiempo posible. Ya sé que me vais a decir que soy muy cochina, pero es que para mí el sexo, cuando es bueno y morboso, me encanta que tenga ese punto de suciedad y vicio. Lo que sí me extrañó bastante y eso sí que me lo limpié, fue que al ir a levantarme para vestirme me di cuenta de que también llevaba semen por las pantorrillas y además no poco, pensé que podría ser también de Dylan, pero no me cuadraba. Algo más tarde sabría el motivo y el origen de aquella leche.

 

    Porky, cuando se dio cuenta de que el encuentro había terminado, se salió fuera y se encontraba en la barra. Luego salimos Dylan y yo y estuvimos hablando un rato, a modo de despedida. Nos dimos nuestros respectivos nombres y le comenté de mi blog por sí lo quería visitar, cosa que hizo tal y como ya comenté, pero nos faltó darnos los teléfonos para estar en contacto, ya que para ambos había sido muy satisfactorio y merecedor de repetirse. Además, es un chico al que no le importa ser grabado en el encuentro sexual, entre otras cosas porque está al tanto de mi esmerado cuidado a la hora de preservar cualquier identidad de los que aparecen en mis vídeos. Lo que siento de aquel excitante encuentro, es que no lo pudiera inmortalizar en un vídeo el cornudo de mi marido.

 

    Me despedí de Dylan con un beso y me reuní con mi cornudo que ya me estaba esperando a unos pasos de la entrada, me fui hacia él y como único saludo le dí mi braga que la llevaba encerrada en el puño para que la guardara en su bolsillo, diciéndole que llevaba el chocho todavía demasiado caliente para taparlo con esa prenda y que para que se me fuera calmando me apetecía ir a tomar algo a un club cercano.

 

    Opté por El Ángel, (creo que así se llama) ambientado más bien para personal gay y  me pareció el más indicado dado el estado en que yo me encontraba, pedí un cosmopolitan para mí y agua para el perro, pretendía calmarme tomando la bebida tranquilamente, pero casi fue al contrario ya que estaba muy bueno pero lo encontré bastante cargado de vodka y las consecuencias que tiene el alcohol en mi organismo, cuando es moderadamente, me provoca más calentura que otra cosa, o sea que me pone cachonda. Estaba sentada en una banqueta alta, pero casi de inmediato me puse de pie ya que sentí como de mi coñito comenzaban a salir fluidos y lo último que quería era salir de allí con todo el vestido empapado y preferí que fueran mis muslos quienes tuvieran que ser los receptores de los goterones de semen que iban escurriendo.

 

    Me terminé la consumición casi apresuradamente y le ordené al ciervo que pagase y nos fuéramos al coche para volver al apartamento y poder darme una buena ducha que me liberara, tanto de la sudoración como de los fluidos que estaban poniendo perdidas mis piernas. Teníamos el coche aparcado muy cerca, y en cuanto llegamos le dije al puto pelele que pusiera en el asiento mío una toalla de las que siempre suelo llevar en el maletero por si resulta necesaria, como sin duda alguna lo era en esta ocasión. Me subí el vestido por la parte de atrás y puse mi culo desnudo sobre la toalla, diciéndole que ya podía arrancar, cuando ya casi estábamos llegando le dije que estaba contenta por su comportamiento sumiso al haberse preocupado de sujetarme las piernas en alto para que la polla de Dylan me penetrara más a fondo, vi como su cara se transformaba y entre titubeos me dijo,

-         No fui yo Ama, entraron dos hombres y fueron ellos quienes lo hicieron, yo pensé que usted se había dado cuenta.

Me quedé desconcertada por su respuesta, pero enseguida me recuperé y le dije da la vuelta al coche y ve a esa zona de aparcamientos oscuros que hemos pasado hace un par de minutos que me vas a contar todo lo que has visto esta noche, pero con pelos y señales. 

 

 PARA TERMINAR ESTE REPORTAJE, SOLAMENTE ME QUEDA ACLARAR QUE LA FOTO QUE LO ENCABEZA, ES DE UNA SESIÓN QUE LE DÍ A ESA PERRA SUMISA HACE DIEZ DÍAS Y QUE POR LO TANTO NO TIENE NADA QUE VER CON MI AVENTURA CON DYLAN.

 

 

viernes, 21 de marzo de 2025

FALLO DE MEMORIA - 1

 


     Al llegar a mi destino en las vacaciones del verano pasado, una de las cosas que más interés me suscitaba era el acercarme a conocer los cambios que se habían realizado en el pub swinger que solía frecuentar en años anteriores. Sabía algo de esos cambios por amigos virtuales que me los habían comentado, pero tenía muchísima curiosidad de verlos personalmente y comprobar cómo era lo que a priori se me presentaba como el escenario adecuado para mis posibles aventuras veraniegas.



 

    El mismo día de mi llegada y una vez que mi esclavo cornudo terminó de descargar el equipaje, opté por darme una buena ducha, para seguidamente comerme un sandwich y prepararme para salir a inspeccionar el nuevo pub.



 

     Sin apenas haber descansado del largo viaje, me perfumé a conciencia, me puse un vestido rojo que dejaba entrever muchas zonas de mi cuerpo y rematé mi indumentaria con unas sandalias negras de tacón alto, que al mirarme en el espejo me pareció que realzaban mi figura. Me gustó la imagen que me devolvía el espejo y como me vi lo suficientemente sexy, le ordené al pelele de mi marido que se vistiera rápido para acercarnos a ver lo que se me ofrecía en la reforma del nuevo club, como posible lugar donde poder satisfacer todos esos morbos y deseos que tanto mi cuerpo como mi mente me demandan habitualmente.

 


    Llegamos a una hora más bien temprana para lo que es normal en este tipo de locales. Al traspasar la puerta me encontré con una gran sala totalmente remodelada y ambientada con una luz tenue que invitaba a poner en práctica esos juegos calientes que tanto me agradan, aunque sí que es verdad que la música estaba a un volumen demasiado alto para mi gusto.

    Me acerqué a la barra para pedir una copa para mí y un vaso de agua para el ciervo, ya que no me gusta que beba alcohol, porque sí ya de por sí es tonto, cuando bebe licor todavía se le atrofia más el cerebro y lo que a mí me interesa de él es que en todo momento esté bien despierto y atento, para que grabe lo que pueda pasar, o mejor dicho los cuernos que le pueda meter.

 


    Le dije al mansito que me siguiera y llevara las consumiciones a una de las mesas laterales que bordean la sala. Por lo temprano de la hora no habían llegado casi clientes y para hacer tiempo, opté por acomodarme en una de las banquetas altas. Al sentarme, mi vestido se subió inevitablemente y de forma provocadora, dejando al descubierto todo el largo de mis piernas, quedando a muy pocos centímetros de permitir ver el color de la pequeña braguita que me había puesto para la ocasión.

 


    Desde mi banqueta, me recreé mirando más tranquilamente y sin ninguna prisa la nueva imagen del sitio, comparándolo mentalmente con el estado tan deteriorado que presentaba el año anterior. Por supuesto, no había color entre el antes y el ahora. Me gustó muchísimo el cambio tan grande que le habían dado, y por otra parte me chocó que curiosamente le habían puesto de nombre “El Pecado”, y digo curiosamente, porque como la inmensa mayoría de mis seguidores ya sabéis, el pub swinger que suelo frecuentar en Zaragoza, se llama “El PK2”. Esa similitud en los nombres me resultó tan divertida que me fue inevitable sonreír al pensar maliciosamente que, aunque yo trate de evitarlo, me resulta imposible hacerlo, porque estoy abocada al infierno ya que allí donde voy los “pecados” me persiguen.

 


    Por poner algún defecto, en el análisis visual del club eché en falta algún tipo de cuarto oscuro o glory hole, que tanto morbo y juego me suscitan, pero por lo demás, tanto las instalaciones como el personal que las atienden, me parecieron perfectos.

 



    Embebida en todo ese tipo de reflexiones no me di cuenta de que ya había llegado al club algún que otro cliente, y al darme cuenta de ese detalle me faltó tiempo para hacer un recorrido visual de los chicos que habían entrado, hasta que de repente me encontré con la mirada penetrante de un joven que me pareció bastante atractivo y que incluso me puso algo nerviosa por su insistencia al mirarme de arriba abajo, causándome una sensación extraña no exenta de estímulo erótico, sobre todo en mis pezones que delataban lo que aquella mirada suscitaba en mí cuerpo.

 


    Durante un tiempo nuestras miradas se cruzaron varias veces hasta que, pasados unos minutos, pude apreciar de soslayo como se levantaba y copa en mano se acercaba a mi mesa, me saludó esbozando una bonita sonrisa, mientras descaradamente ignoraba la presencia de Porky y me susurraba cerca de mi oído que me veía muy guapa a la par que sus dedos se posaban en mi desnuda cintura, aquel contacto unido al descaro y decisión, además de la humillación y ninguneo hacia mi acompañante, hizo inevitable que mi cuerpo respondiera con un escalofrío que recorrió mi columna de abajo arriba extendiéndose hasta terminar en mis pechos y endureciendo mis pezones que se manifestaron visiblemente en el rojo de mi vestido de una manera que casi me resultó vergonzosa, ya que al empujar la suave tela a causa del lógico empitonamiento, se ahuecaba y dejaba asomar una buena porción de las abultadas areolas perladas de diminutos granitos que delataban mi gran estado de excitación o nerviosismo.

 


    Me sentí muy bien charlando con él, incluso su rostro no se me hacía desconocido, por momentos pensé que sería por parecerse a algún cantante o artista de cine, pero no terminaba de relacionar con cuál de ellos podría ser, además tengo un poco de miopía y al no llevar las gafas puestas y con la escasa luz, todo me resultaba más difícil.

 


    En el corto pero intenso espacio de tiempo que estuvimos charlando, me dijo que se llamaba Dylan y que de vez en cuando se daba una vuelta por El Pecado ya que le gustaba ese tipo de ambiente, se encontraba muy cerquita de mí y su mano recorría mi espalda suavemente una y otra vez hasta llegar justo donde comenzaba la curva de mi trasero. No os negaré que en mi interior estaba deseosa de que cruzara esa frontera y comprobara la redondez de mis nalgas, ante los ojos vidriosos del ciervo que, consumido por los celos, pero de una manera discreta, no perdía detalle de las manos de mi nuevo amigo. Estuvimos un tiempo con ese flirteo, pero Dylan no se decidía a ser más incisivo en los tocamientos, o tal vez pudiera ser que se estuviera divirtiendo provocándome esos deseos que sin duda eran bastante elocuentes por poco que se fijara en detalles que mi cuerpo no podía ocultar.

   

    De todas maneras y lamentablemente, tal y como he dicho al principio, había llegado muy cansada del viaje y con un ligero malestar así que, no encontrándome al cien por cien, consideré que no era el mejor día para tener una buena sesión de sexo, para suerte y satisfacción del puto cornudo de Porky.

 

    Le comenté a Dylan mi estado de cansancio y entendiéndolo me dijo que no me preocupara, que él era de la zona y como yo acababa de comenzar mis vacaciones, seguro que nos volveríamos a ver. Me despedí de él con la satisfacción de haber conocido a ese guapo joven, además de haber comprobado que el club cumplía mis expectativas, por lo que le hice un gesto al astado para que me siguiera y nos marchamos al apartamento a descansar y así poder estar recuperada para el día siguiente.

 

    Los días de vacaciones fueron transcurriendo más deprisa de lo que me hubiera gustado. Aunque debo decir que fueron bastante bien aprovechados viciosamente hablando, viviendo y disfrutando en ese periodo  de algunas aventuras muy calientes y morbosas que hicieron que los cuernos del ciervo de Porky siguieran el proceso de ramificación inherente a su anodina especie.

     Casi todas las noches hacíamos una visita al club swinger, con el ánimo de diversión y también con mi secreto deseo de volver a encontrarme con el chico del primer día que tan buenas sensaciones me había dejado, pero lamentablemente de Dylan ni rastro. En algún momento llegué a pensar que quizás no era cierto lo que me había dicho de que acudía de vez en cuando a El Pecado y solamente había sido una frase de compromiso. La verdad es que me hubiera gustado volver a verlo porque me quedé con las ganas de profundizar más morbosamente con él, sobre todo cuando al día siguiente de haberlo conocido y ya con el cuerpo recuperado pensé que había dejado pasar una buena oportunidad de pasarlo muy bien. Le conté a mi esclavo mis planes perversos frustrados y por el simple placer de humillarlo le avisé de que los llevaría a la práctica en cuanto se presentara la ocasión. Y para vejarlo más aún, le encargué que estuviera atento e indagara para intentar localizar a Dylan.

 

     De cualquier forma, no por eso dejé de acudir a El Pecado, tratando siempre de obtener ese tipo de diversión morbosa que tanto me gusta, y fue en una de esas visitas que conocí a otro chico con el que tuve un primer juego morboso, dijéramos de reconocimiento, a base de miradas cómplices, risas y tocamientos varios, que terminó poniéndome muy a tono ante la mirada resignada y atormentada del esclavo. Como consecuencia de ese buen feeling, unos días después mantuve con él un encuentro muy intenso y de los mejores que he tenido en mi larga trayectoria sexual. Tanto fue así que en las próximas vacaciones ya tenemos planeado volver a repetir y posiblemente más de una vez. Al terminar ese encuentro su comentario fue que haber follado conmigo había sido otro nivel y que había sido infinitamente más morboso y sexual el encuentro que con cualquiera de las chicas jóvenes con las que había estado anteriormente, de lo que fue mudo testigo, como siempre, mi cornuda mascota, encargada de grabarnos, servirnos y atendernos en todo lo que se le ordenaba.

 

    Los días de vacaciones ya iban llegando a su fin cuando acudimos al club una noche más (digo acudimos porque el pelele de mi maridito siempre me acompaña, aunque no lo considere más que una mascota de compañía cuya única utilidad es servirme y grabar lo que yo pueda hacer). Esta vez iba vestida con la ropa más discreta de todas las que me puse a lo largo de esas noches de morbo. Mi atuendo consistía en unas sandalias negras de tacón bajo, una falda de cuero negra y una camiseta blanca en la que, eso sí, al no llevar sujetador se marcaban descaradamente el abultamiento de mis pezones que atraían como un imán las miradas lascivas de casi todos los hombres con los que me cruzaba. Rematando el discreto conjunto, adornaba mi cuello un bonito colgante de una parejita simulando hacer el amor.

 

    Como he dicho, esa noche era ya una de las pocas que nos quedaban en Vera. Entramos al club siguiendo el mismo ritual de siempre: pedir la consumición y esperar acontecimientos. En esta ocasión había más clientes que otras veces, aunque la verdad es que ese día no estaba yo demasiado inspirada, no sabía por qué motivo, pero era así. Después de estar un rato en una mesa en el interior, le ordené al ciervo salir a la terracita exterior porque había menos ruido, ya que la música a veces resultaba demasiado estridente. No habrían pasado cinco minutos cuando se acercó un chico que me gustó bastante físicamente y que de nuevo y para mi satisfacción, ignoró al cabestro. Comenzamos a hablar distendidamente de varios temas hasta que le comenté que yo tenía un blog muy visitado, y fue en ese momento cuando me interrumpió sonriente, diciéndome que ya lo conocía, que le parecía muy morboso y era seguidor del mismo y que también sabía mi nombre, lo que me provocó una sorpresa mayúscula. Con una mirada de cierta incredulidad me preguntó que si de verdad no lo había reconocido ya que era el mismo chico del primer día.

 

     Mi sorpresa inicial dio paso al desconcierto, al no haberme dado cuenta de que se trataba de Dylan. Debo alegar en mi descargo que quizás ese fallo fue debido a que su vestimenta en esta ocasión era bastante más informal o quizás también porque donde lo había visto la vez anterior fue dentro del pub y con muy escasa luz. Pero lo que ya me dejó de piedra fue cuando, con una amplia sonrisa, continuó diciéndome que seguía mi blog desde el verano anterior porque habíamos estado juntos y fui yo quien se lo dio a conocer, después de un muy interesante y caliente episodio que ya contaré en el siguiente capítulo de esta historia.

 

    A partir de ese momento y tras las risas inevitables por mi despiste, nuestra relación dio un giro de 180 grados, la charla se tornó más íntima y provocadora, acompañada de tocamientos y roces que derivaron en fuerte calentamiento para los dos. Le dije que me acompañara a un rincón de la terraza exterior y le ordené al puto ciervo que nos hiciera alguna foto a los dos juntitos, el cual, con su habitual mirada mortecina y resignada, obedeció sin rechistar. No tardó mucho Dylan en meter una mano por debajo de la camiseta para tocarme las tetas, mientras miraba despectivamente al pelele cornudo que no tenía ni voz ni voto, ante lo que ocurría delante de su estúpida cara. Me subí la camiseta para que el macho pudiera contemplar mejor mis pechos y también por darme el placer de que el cabestro fotografiase bien la excitación que mis pezones declaraban.

 

     Estuvimos un buen rato más divirtiéndonos morbosamente en la planta calle del pub, hasta que poniéndonos ambos de acuerdo le dijimos al manso que nos siguiera porque nos apetecía subir a la parte de arriba, donde se encuentran dos zonas muy bien acondicionadas para el placer morboso de las ocasionales parejas que quieran utilizarlas, la zona del Cielo y la del Infierno, esta última que es donde llevábamos idea de terminar y en la que el cornudo de mi marido tuvo que grabar, calladito y dócil como buen esclavo cornudo, todo el jueguecito morboso que tanto Dylan como yo quisimos mantener.

 

     Cuando por fin penetramos en la zona conocida como “El Infierno”, fuimos hasta el fondo, donde ya me habían explicado días atrás que existe una habitación con más intimidad cuya puerta se puede cerrar y por lo tanto permite que el imbécil cornudo pueda hacer esa labor de inmortalizar las cornadas que le asestamos en una grabación con la que yo tanto disfruto a posteriori, viendo y recordando todo lo viciosamente vivido, para normalmente terminar masturbándome el coñito hasta regalarme un intenso orgasmo a costa de las imágenes y recuerdos.

 

    Nada más entrar en la habitación, ordené al cornudo que comenzara el trabajo habitual de grabar e inmortalizar su puesta de cuernos y por el que se gana poder estar presente en los encuentros que yo mantengo con mis amantes. Mientras tanto, y ante la patética mirada de sufrimiento del esclavo, Dylan y yo nos tumbábamos sobre la cama y comenzábamos nuestro ritual sexual sobándonos y calentándonos progresivamente. No tardó mucho en comenzar a dedear mi coñito, logrando que la temperatura de mi cuerpo se fuera elevando, hasta que hubo un momento en que apartó mi braga a un lado decididamente y comenzó a masturbarme lentamente, para más tarde sentir como su palpitante y húmeda lengua recorría hasta el último rincón de mi sexo, humedeciéndolo más de lo que ya de por sí estaba. Esa manera tan excitante y concienzuda en que me estaba comiendo el coño, hizo que los recuerdos se agolparan en mi memoria y que comenzara a reconstruir, de una forma bastante nítida, aquel episodio tan caliente que había disfrutado el año anterior, cuando nos conocimos por primera vez.