Como ya conté en el anterior reportaje, al
llevar a cabo mi perverso plan conseguí contactar con un chico que
me hizo pasar momentos tremendamente morbosos, que ahora os quiero seguir
contando.
La
manera tan excitante en que Dylan me comía el coño penetrándolo con su húmeda
lengua haciéndome vibrar de placer, logró que en mi cabeza surgiera de repente
y sin esperarlo, un excitante “déjà vu”
en el que mi mente voló de una forma tremendamente nítida, hasta el año
anterior en fechas similares, recordando aquella situación tan tremendamente
caliente que había sucedido la noche en que de forma casual nos conocimos.
Como creo que ya dije en la
primera parte de este reportaje, a Dylan lo conocí en el verano del 2023 de una
forma totalmente casual, pero que terminó siendo especialmente viciosa y especial,
debido a lo bien que lo pasé y lo mucho que lo disfruté.
Para que os pongáis un poco más en
situación, comenzaré explicando que el antiguo local de El Pecado en ese año
estaba justo al lado de donde está ahora el nuevo y se trataba de un pub que fácilmente
podría denominarse swinger o liberal. El local estaba bien, aunque era muchísimo
menos espacioso que el actual. Al entrar había una terraza exterior con mesas
altas para todo aquel que prefiriese estar o alternar al aire libre, (…) una
vez dentro te encontrabas con la barra a la derecha, también con mesas y
banquetas a los lados. Enfrente de esa barra había una puerta a la izquierda y
otra en el extremo opuesto de la misma pared. La primera daba acceso a una sala
muy poco iluminada con varias camas en diferentes habitáculos a los cuales
solamente podían acceder parejas o chicos solos invitados por esas mismas
parejas. La otra puertecita daba paso a otra habitación, también en penumbra, y
al igual que la anterior con varios departamentos con colchonetas donde poder
jugar morbosamente. La considerable diferencia entre los dos cuartos, era que a
este
último
podía entrar quien quisiera sin restricción alguna.
Después de esa ligera descripción del
escenario de mi aventura, sigo con los hechos. Ese verano del 2023, ya había
ido 4 o 5
veces a ese club, siempre acompañada de mi mascota y normalmente con el mismo
resultado: muchas miradas escrutadoras o provocadoras, casi siempre de otras
parejas y también de chicos, pero que quizás por la presencia del cornudo, no
daban el paso ni tomaban decisión alguna de decirme absolutamente nada, con la
consiguiente decepción que ello me provocaba.
Algo cansada de tanta pérdida de tiempo,
una de las noches que salimos cuando íbamos hacia el
pub, tomé la decisión que llevaba meditando toda la tarde y le dije de manera
tajante al pelele cornudo:
- Tú te vas a quedar fuera
y hasta dentro de 15 minutos por lo menos, no quiero que entres y cuando lo
hagas a mí ni me mires, no quiero que nadie piense que vienes conmigo.
Se quedó con cara de
tonto, sin saber que decir hasta que me preguntó
- ¿Y cuándo entre que hago
y cuando voy a su lado?
– Te pides un agua y te
pones a bastante distancia de mí, si me miras no me importa que lo hagas,
pero como no lo hagas disimuladamente y alguien se dé cuenta de mi juego, te
capo por inútil. ¿Has entendido?
-Sí Ama.
- Otra cosa, sí ves que
hablo con algún chico y me apetece entrar a uno de los dos cuartos, que ya
decidiré yo cual será, acuérdate que, si elijo el de la izquierda, no
puedes pasar porque está prohibido para los putos mirones como tú. Pero si por
el contrario ves que elijo entrar al otro será porque me importará muy poco que
un cabestro inútil como tú pueda ver cualquiera de los juegos que yo pueda
tener con mi acompañante. ¿Te ha quedado claro?
- Sí Ama – me contestó con
su estúpida cara de cornudo bobalicón.
- Pues ya tardas en
largarte a hacer puñetas. Y ya sabes, antes de 15 minutos ni se te ocurra
aparecer ¡Largo!
Agachó la testuz de una manera muy
parecida a como lo haría el manso de la ganadería, se dio la vuelta y me causó
una doble impresión, por un lado, no sé muy bien si de pena y por otra de
desprecio al contemplarlo alejarse cabizbajo, entristecido e incluso encogido
de frustración al saberse tan poco hombre. Al final y cuando ya se perdía entre
la gente, no pude reprimir una amplia sonrisa sádica al pensar en el marido tan
patético que tenía y de lo mucho que me excitaba imaginar lo que estaría
sufriendo ante los cuernos que se le venían encima y lo mal que él lo llevaba. Sonrisa
que no se apagaba al pensar en todas las posibilidades que me permitían su
obediencia y sumisión y de las que pensaba aprovecharme al máximo.
Sin más demora, aparté de mi perversa mente
todo lo que pudiera estar pensando o penando el ciervo, y con
la enorme curiosidad de ver si mi plan daba algún fruto, entré en el pub, me
dirigí al interior del local y pedí un mojito. Me senté en una de las banquetas
altas, a unos tres metros de la barra, junto a un barril que hacía las veces de
mesa. Ese
día mi atuendo era un vestido blanco, bastante cerrado de cuello pero que por
otra parte transparentaba muy bien la silueta de mis pechos y también la redondez
de mi culo con el que no termino de sentirme plenamente satisfecha,
pero que a los tíos parece atraerlos como un imán. Las
sandalias que elegí llevar, como siempre que salgo a divertirme, eran de tacón
y color negro. Al sentarme y ser la banqueta alta, ya imaginaréis que mi
corto vestido, que todavía se subió más, hizo que, inevitablemente,
tanto mis piernas como mis muslos quedaran excesivamente expuestos a las
miradas de muchos de los clientes.
Escuchaba la música tranquilamente y disfrutaba de mi
bebida y de mi pose exhibicionista, imaginando todos los pensamientos lascivos
que estaría provocando entre la concurrencia, por ello no dejaba de pensar que
algo caliente podría pasar en cualquier momento. Pero ni tenía
prisa ni sufría de impaciencia
alguna, tenía claro que esa pose de chica solitaria y pecadora me encantaba y que si pasaba algo diferente estaría muy
bien y si no ocurría nada, pues estaría en lo mismo de otras veces,
pero habría disfrutado de esos momentos de íntima soledad sin tener al cabestro
a mi lado. Debían de haber pasado
los quince minutos que le marqué al pelele, cuando
lo vi como entraba y, siguiendo mis instrucciones, se ponía también de pie en
otra mesa-barril, a unos doce metros
de donde yo estaba. Y aunque me
miraba de reojo continuamente, nadie podría pensar que era mi marido, entre otras cosas porque
muchos otros hombres solitarios hacían lo mismo.
No me pasaba desapercibido y
me divertía enormemente la
mirada angustiada del imbécil. Por supuesto que yo no
le hacía ni puto caso para que se sintiera más despreciado, mientras continuaba
escuchando música y balanceando levemente mi cuerpo al ritmo que sonaba, hasta
que una voz varonil me sobresaltó.
- Hola, llevo un rato
observándote y te veo muy solitaria, ¿te apetece hablar un poco?.
El chico me pareció muy apuesto y varonil, le dediqué una sonrisa y
le respondí que no tenía problema en charlar con él. Estuvimos un rato más bien
largo de animada conversación sin que hubiese nada lo suficientemente reseñable,
salvo algún pequeño roce o el acercamiento que él hacía a mi oído para decirme
algunas frases que la música casi no me dejaba entender. El sentir su
aliento cerca de mi cuello cuando se acercaba a hablarme, sí que me perturbaba
un poco y lograba que mi piel y bello se erizara. Terminamos presentándonos, yo
le di mi nombre y él me dio el suyo, como ya habréis deducido se trataba de
Dylan, mi sugerente amigo reencontrado en el 2024.
Me encontraba muy a gusto hablando con él, tanto
que me olvidé totalmente de la presencia de mi marido. Tenía también la
sensación de ser una chica sin ataduras, como
en mis años jóvenes, y eso me hacía sentir como mi cuerpo vibraba
al lado de un chico que despertaba en mí esas emociones
casi de adolescente. Quería ir más allá sin tener muy claro hasta donde podría
llegar, así que arriesgándome fui yo quien decidí dar un paso más y le pregunté
si
le apetecía que entráramos a ver uno de los dos cuartitos reservados. Por
supuesto, su respuesta fue afirmativa y aceptó encantado, me levanté con mi
vaso y seguida por él me dirigí a la mesa donde estaba sentado Porky que,
desconcertado, no sabía qué hacer. Sin mirarle siquiera deposité mi vaso en esa
mesa y con paso decidido me fui hacia el cuarto de la derecha, aquel en que
cualquiera podía entrar sin restricción alguna. En cuanto cruzamos la tupida
cortina me di la vuelta y comenzamos a tocarnos y besarnos como si no hubiera
un mañana, yo estaba frente a la puerta y él de espaldas a ella, de esa forma
pude ver como
a los pocos minutos entró el cornudo y se quedó mirando como
nuestros cuerpos y nuestras bocas parecían fundidos en un balanceo supersexual. Lejos de
incomodarme su presencia y sus penosas miradas, lo vi como una
nueva humillación de las que tanto disfruto dándole, pero al no estar segura de
que mi nueva conquista se pudiera sentir incomodado, dejé
por un momento de comerme su boca y le dije que teníamos un mirón y que
sí le molestaba que estuviera. Me dijo que a él le daba igual, por lo que me entregué de
nuevo a sus calientes besos con la satisfacción de saber que Porky lo vería
todo en primera fila y él se libró de ser despachado, lo que le hubiera dolido
más aún, pues su imaginación lo torturaría más que sus ojos.
Después de unos minutos de mucho
calentamiento, de que nuestras lenguas se entrelazaran una y otra vez, de acariciar
su torso y mordisquear sus orejas mientras él acariciaba mis muslos y mi culo y
besaba mis pechos, tomé la iniciativa de nuevo y le propuse
ponernos más cómodos, tumbándonos en una de las colchonetas que había dentro de
una especie de camarote sin puerta. Lo hicimos ya medio desvestidos
y seguimos el ritual que habíamos comenzado, de lado uno frente al otro,
acariciándonos y
abrazándonos
sin parar hasta que la mano de él fue bajando y comenzó a sobarme el culo
suavemente al mismo tiempo que mi vestido iba subiendo, me giró dejándome boca
arriba mientras que sus labios recorrían mi cuello y la mano comenzaba a tocarme
por encima de la braguita delineando con sus dedos el contorno de mi coñito de
arriba abajo sin parar y haciendo que la blanca seda llevada de la ligera
presión se introdujera brevemente dentro de la pequeña gruta que ya se
encontraba plena de humedad. Dylan al sentir mis temblores de excitación y
mis gemidos, corrió la braguita a un lado y se apoderó libremente de mi vagina sin
impedimentos, jugando muy viciosamente con los empapados e inflamados labios
debido a la tremenda excitación.
Así permaneció un buen rato masturbándome
el clítoris, y haciéndome gemir, hasta que notándome tan excitada, me dijo,
-Levanta el culo, que no
me gustan los estorbos.
Lo hice obedientemente y
él cogió la braguita por los laterales y me la quitó dejándome totalmente
expuesta de cintura para abajo. Se puso de rodillas en el suelo a los pies de
la colchoneta me cogió de las piernas y me atrajo hacia él comenzando a
hacerme una de las mejores comidas de coño que he recibido, mientras él metía
la lengua y jugaba con mi clítoris sin descanso, me pareció escuchar voces
cerca, pero con la música y las sensaciones tan fuertes que estaba recibiendo,
no presté ninguna atención. Mientras me lamía el sexo, las manos de Dylan
subían y se apoderaban de mis pechos por debajo de la ropa, poniéndome los
pezones como escarpias de duros, hasta que, con un gruñido que hasta yo me
sobresalté al escucharme, me corrí como una perra.
Al darse cuenta Dylan del fuerte orgasmo
que me había hecho sentir se subió a la colchoneta y se puso a mi lado.
Descansé brevemente de la agitación que me había invadido al correrme y me
dispuse a intentar proporcionarle a él su momento de placer. Le ayudé a que se
desnudara y yo hice lo propio, comencé a tocarle las tetillas y a comerle los
pezones mientras mi mano alcanzó su hermosa polla, sorprendiéndome por el
tamaño, que sin ser enorme la encontré perfecta para mí coñito, Se la empecé a
menear durante un buen rato acariciándole los huevos al mismo tiempo, pero no
terminaba de correrse, así que pasados unos minutos de esos meneos, no sé de
cuál de los dos partió la idea pero fuera de quien fuese a mí me encantó que se
pusiera encima de mí y que sorprendentemente
aquel mástil duro buscara la entrada de mi vagina, no encontrando ninguna
oposición por mi parte y que además, sin lubricante alguno, abriera los labios
de mi coño y penetrara dentro de mí hasta hacer tope con sus huevos, comenzando
un desenfrenado y lujurioso vaivén que me hizo vibrar nuevamente como una perra
salida. He
dicho sorprendentemente porque mi vagina es más bien estrechita y cuando la
polla es gorda como lo era la de Dylan prefiero que haya lubricación, pero al
darme cuenta de que no hacía falta me resultó evidente que, con la inmensa
excitación de aquel encuentro, el uso de cualquier otro tipo de lubricante diferente
al que mi propio coño aportaba, resultaba totalmente innecesario.
Mientras
Dylan me montaba con fuertes movimientos de cadera, noté como una manos que
deduje eran las del cornudo queriendo ayudar e intentando ganarse mi
agradecimiento, levantaban mis piernas dejando muy abierto mi chochito para que
mi amante me pudiera penetrar más libremente y más adentro, me extrañó que
Porky tomara esa decisión ya que siempre que tengo encuentros sexuales es como
un mueble o un objeto de uso sin intervenir salvo que reciba órdenes mías o de
mi macho, pero me gustó que por una vez hubiera sabido interpretar una
necesidad del momento y al mismo tiempo una labor ideal para un cornudazo como
él. Teniendo las piernas bien sujetas y abiertas en V, ya solo tenía que
preocuparme de gozar y de sentir la verga caliente que penetraba y llenaba mi
vagina. Entre gemidos Dylan me susurró,
-
¿Te puedes quedar embarazada?
Aunque estaba superexcitada,
me hizo gracia la pregunta y le contesté,
-No te preocupes por eso,
y lléname el coño de leche, no te salgas por favor que lo estoy deseando.
Dio entonces cuatro o
cinco estocadas más hasta que comenzó a exteriorizar unos roncos gemidos,
mientras noté como su pija se tensaba e hinchaba al mismo tiempo que mandaba
fuertes pulsaciones al interior de mi vagina, síntoma inequívoco
de que todo el semen de sus huevos era depositado dentro de mí. Menos mal que
ya no puedo quedarme preñada, porque de no ser así no sé lo que hubiera podido
pasar con tantos estertores de su rabo que pude sentir y de cuanta leche
escurría por mis muslos cuando la pija salió de la “madriguera”.
Ya sé que pensaréis que
soy una inconsciente, por permitir que un macho que acabo de conocer deposite
todo el semen de sus testículos dentro de mi vagina a las primeras de cambio,
pero son cosas que pasan y que son difíciles de controlar cuando la excitación
se impone al sentido común, además de que la impresión de limpieza que
transmitía Dylan, me daba total tranquilidad.
Al terminar de follarme, se tumbó un poco
a mi lado respirando agitadamente, cogimos papel del baño, limpiándose Dylan
primero y luego yo, pero en mi coño reparé muy poco y solo lo limpié
exteriormente, ya que me apetecía llevar dentro la corrida del macho durante el
máximo tiempo posible. Ya sé que me vais a decir que soy muy cochina, pero es que
para mí el sexo, cuando es bueno y morboso, me encanta que tenga ese punto de
suciedad y vicio. Lo que sí me extrañó bastante y eso sí que me lo limpié, fue
que al ir a levantarme para vestirme me di cuenta de que también llevaba semen
por las pantorrillas y además no poco, pensé que podría ser también de Dylan,
pero no me cuadraba. Algo más tarde sabría el motivo y el origen de aquella
leche.
Porky, cuando se dio cuenta de que el
encuentro había terminado, se salió fuera y se encontraba en
la barra. Luego salimos Dylan y yo y estuvimos hablando un rato, a modo de
despedida. Nos dimos nuestros respectivos nombres y le comenté de mi blog por
sí lo quería visitar, cosa que sí hizo tal y como ya comenté, pero nos faltó
darnos los teléfonos para estar en contacto, ya que para ambos había sido muy
satisfactorio y merecedor de repetirse. Además, es un chico al que no le
importa ser grabado en el encuentro sexual, entre otras cosas porque está al
tanto de mi esmerado cuidado a la hora de preservar cualquier identidad de los
que aparecen en
mis vídeos. Lo que siento de aquel excitante encuentro, es que no lo pudiera
inmortalizar en un vídeo el cornudo de mi marido.
Me despedí de Dylan con un beso y me reuní
con mi cornudo que ya me estaba esperando a unos pasos de la entrada, me fui
hacia él y como único saludo le dí mi braga que la llevaba encerrada en el puño
para que la guardara en su bolsillo, diciéndole que llevaba el chocho todavía
demasiado caliente para taparlo con esa prenda y que para que se me fuera
calmando me apetecía ir a tomar algo a un club cercano.
Opté por El Ángel, (creo que así se llama) ambientado
más bien para personal gay y me pareció el
más indicado dado el estado en que yo me encontraba, pedí un cosmopolitan
para mí y agua para el perro, pretendía calmarme tomando la bebida
tranquilamente, pero casi fue al contrario ya que estaba muy bueno pero lo
encontré bastante cargado de vodka y las consecuencias que tiene el
alcohol en mi organismo, cuando es moderadamente, me provoca más calentura que
otra cosa, o
sea que me pone cachonda. Estaba sentada en una banqueta alta,
pero casi de inmediato me puse de pie ya que sentí como de mi
coñito comenzaban a salir fluidos y lo último que quería era salir de allí con
todo el vestido empapado y preferí que fueran mis muslos quienes tuvieran que
ser los receptores de los goterones de semen que iban escurriendo.
Me terminé la consumición casi
apresuradamente y le ordené al ciervo que pagase y nos fuéramos al coche para
volver al apartamento y poder darme una buena ducha que me liberara, tanto de
la sudoración como de los fluidos que estaban poniendo perdidas mis piernas. Teníamos
el coche aparcado muy cerca, y en cuanto llegamos le dije al puto pelele que
pusiera en el asiento mío una toalla de las que siempre suelo llevar en el
maletero por si resulta necesaria, como sin duda alguna lo era en esta ocasión. Me
subí el vestido por la parte de atrás y puse mi culo desnudo sobre la toalla,
diciéndole que ya podía arrancar, cuando ya casi estábamos llegando le dije que
estaba contenta por su comportamiento sumiso al haberse preocupado de sujetarme
las piernas en alto para que la polla de Dylan me penetrara más a fondo, vi
como su cara se transformaba y entre titubeos me dijo,
-
No fui yo Ama, entraron dos hombres y
fueron ellos quienes lo hicieron, yo pensé que usted se había dado cuenta.
Me quedé desconcertada por
su respuesta, pero enseguida me recuperé y le dije da la vuelta al coche y ve a
esa zona de aparcamientos oscuros que hemos pasado hace un par de minutos que
me vas a contar todo lo que has visto esta noche, pero con pelos y señales.
PARA TERMINAR ESTE REPORTAJE, SOLAMENTE ME QUEDA ACLARAR QUE LA FOTO QUE LO ENCABEZA, ES DE UNA SESIÓN QUE LE DÍ A ESA PERRA SUMISA HACE DIEZ DÍAS Y QUE POR LO TANTO NO TIENE NADA QUE VER CON MI AVENTURA CON DYLAN.
Al llegar a mi destino en las vacaciones
del verano pasado, una de las cosas que más interés me suscitaba era el
acercarme a conocer los cambios que se habían realizado en el pub swinger que
solía frecuentar en años anteriores. Sabía algo de esos cambios por amigos virtuales
que me los habían comentado, pero tenía muchísima curiosidad de verlos personalmente
y comprobar cómo era lo que a priori se me presentaba como el escenario
adecuado para mis posibles aventuras veraniegas.
El mismo día de mi llegada y una vez que mi
esclavo cornudo terminó de descargar el equipaje, opté por darme una buena
ducha, para seguidamente comerme un sandwich y prepararme para salir a
inspeccionar el nuevo pub.
Sin
apenas haber descansado del largo viaje, me perfumé a conciencia, me puse un
vestido rojo que dejaba entrever muchas zonas de mi cuerpo y rematé mi
indumentaria con unas sandalias negras de tacón alto, que al mirarme en el
espejo me pareció que realzaban mi figura. Me gustó la imagen que me
devolvía el
espejo y como me vi lo suficientemente sexy, le ordené al
pelele de mi marido que se vistiera rápido para acercarnos a ver lo que se me
ofrecía en la reforma del nuevo club, como posible lugar donde poder satisfacer
todos esos morbos y deseos que tanto mi cuerpo como mi mente me demandan
habitualmente.
Llegamos a una hora más bien temprana para
lo que es normal en este tipo de locales. Al traspasar la puerta me
encontré con una gran sala totalmente remodelada y ambientada con una luz tenue
que invitaba a poner en práctica esos juegos calientes que tanto me agradan, aunque sí que es verdad que
la música estaba a
un volumen demasiado alto para mi gusto.
Me acerqué a la barra para pedir una copa
para mí y un vaso
de agua para el ciervo, ya que no me gusta que beba alcohol,
porque sí ya de por sí es tonto, cuando bebe licor todavía se le atrofia más el
cerebro y lo que a mí me interesa de él es que en todo momento esté bien
despierto y atento, para que grabe lo que pueda pasar, o mejor dicho los
cuernos que le pueda meter.
Le dije al mansito que me siguiera y
llevara las consumiciones a una de las mesas laterales que bordean la sala. Por
lo temprano de la hora no habían llegado casi clientes y para hacer tiempo,
opté por acomodarme en una de las banquetas altas. Al sentarme,
mi vestido se subió inevitablemente y de forma provocadora, dejando al
descubierto todo el largo de mis piernas, quedando a muy pocos centímetros
de permitir ver el color de la pequeña braguita que me había puesto para la
ocasión.
Desde mi banqueta, me recreé mirando más
tranquilamente y sin ninguna prisa la nueva imagen del sitio, comparándolo
mentalmente con el estado tan deteriorado que presentaba el año anterior. Por
supuesto, no había color entre el antes y el ahora. Me gustó muchísimo el
cambio tan grande que le habían dado, y por otra parte me chocó que
curiosamente le habían puesto de nombre “El Pecado”, y digo curiosamente,
porque como la inmensa mayoría de mis seguidores ya sabéis, el pub swinger que
suelo frecuentar en Zaragoza, se llama “El PK2”. Esa similitud en los nombres me
resultó tan divertida que me fue inevitable sonreír al pensar maliciosamente que,
aunque yo trate
de evitarlo, me resulta imposible hacerlo, porque estoy abocada
al infierno ya que allí donde voy los “pecados” me persiguen.
Por poner algún defecto, en
el análisis visual del club eché en falta algún tipo de cuarto oscuro o glory
hole, que tanto morbo y juego me suscitan, pero por lo demás, tanto las
instalaciones como el personal que las atienden, me parecieron perfectos.
Embebida en todo ese tipo de reflexiones no
me di cuenta de que ya había llegado al club algún que otro cliente, y
al darme cuenta de ese detalle me faltó tiempo para hacer un recorrido visual de
los chicos que habían entrado, hasta que de repente me encontré con la mirada
penetrante de un joven que me pareció bastante atractivo y que incluso me puso
algo nerviosa por su insistencia al mirarme de arriba abajo, causándome una
sensación extraña no exenta de estímulo erótico, sobre todo en mis pezones que delataban
lo que aquella mirada suscitaba en mí cuerpo.
Durante un tiempo nuestras miradas se
cruzaron varias veces hasta que, pasados unos minutos, pude
apreciar de soslayo como se levantaba y copa en mano se acercaba a mi mesa, me
saludó esbozando una bonita sonrisa, mientras descaradamente ignoraba la
presencia de Porky y me susurraba cerca de mi oído que me veía muy guapa a la
par que sus dedos se posaban en mi desnuda cintura, aquel contacto unido al
descaro y decisión, además de la humillación y ninguneo hacia mi acompañante, hizo
inevitable que mi cuerpo respondiera con un escalofrío que recorrió mi columna de
abajo arriba extendiéndose
hasta terminar en mis pechos y endureciendo mis pezones que se manifestaron visiblemente en
el rojo de mi vestido de una manera que casi me resultó vergonzosa, ya que al
empujar la suave tela a causa del lógico empitonamiento, se ahuecaba y dejaba
asomar una buena porción de las abultadas areolas perladas de diminutos
granitos que delataban mi gran estado de excitación o nerviosismo.
Me sentí muy bien charlando con él, incluso
su rostro no se me hacía desconocido, por momentos pensé que sería por
parecerse a algún cantante o artista de cine, pero no terminaba de relacionar
con cuál de ellos podría ser, además tengo un poco de miopía y al no llevar las
gafas puestas y con la escasa luz, todo me resultaba más difícil.
En el corto pero intenso espacio de tiempo
que estuvimos charlando, me dijo que se llamaba Dylan y que de vez en cuando se
daba una vuelta por El Pecado ya que le gustaba ese tipo de ambiente, se
encontraba muy cerquita de mí y su mano recorría mi espalda suavemente una y
otra vez hasta llegar justo donde comenzaba la curva de mi trasero. No os
negaré que en mi interior estaba deseosa de que cruzara esa frontera y
comprobara la redondez de mis nalgas, ante los ojos vidriosos del ciervo que, consumido
por los celos, pero de una manera discreta, no perdía detalle de las manos de
mi nuevo amigo. Estuvimos un tiempo con ese flirteo, pero
Dylan no se decidía a ser más incisivo en los tocamientos, o tal vez pudiera ser que
se estuviera divirtiendo provocándome esos deseos que sin duda eran bastante
elocuentes por poco que se fijara en detalles que mi cuerpo no podía ocultar.
De todas maneras y lamentablemente, tal y
como he dicho al principio, había llegado muy cansada del viaje y con un ligero
malestar así que, no encontrándome al cien por cien, consideré que no era el
mejor día para tener una buena sesión de sexo, para suerte y satisfacción del puto cornudo
de Porky.
Le comenté a Dylan mi estado de cansancio y
entendiéndolo me dijo que no me preocupara, que él era de la zona y como yo acababa de comenzar
mis vacaciones, seguro que nos volveríamos a ver. Me despedí de él
con la satisfacción de haber conocido a ese guapo joven, además de haber comprobado
que el club cumplía mis expectativas, por lo que le hice un gesto al astado
para que me siguiera y nos marchamos al apartamento a descansar y así poder
estar recuperada para el día siguiente.
Los días de vacaciones fueron
transcurriendo más deprisa de lo que me hubiera gustado. Aunque debo decir que
fueron bastante bien aprovechados viciosamente hablando, viviendo y disfrutando
en ese periodo de algunas
aventuras muy calientes y morbosas que hicieron que los cuernos del ciervo de
Porky siguieran el proceso de ramificación inherente a su anodina especie.
Casi todas
las noches hacíamos una visita al club swinger, con el ánimo de diversión
y también con mi secreto deseo de volver a encontrarme con el chico del primer
día que tan buenas sensaciones me había dejado, pero lamentablemente de Dylan
ni rastro. En algún momento llegué a pensar que quizás no era cierto lo
que me había dicho de que acudía de vez en cuando a El Pecado y solamente había
sido una frase de compromiso. La verdad es que me hubiera gustado volver a
verlo porque me quedé con las ganas de profundizar más morbosamente con él,
sobre todo cuando al día siguiente de haberlo conocido y ya con el cuerpo
recuperado pensé que había dejado pasar una buena oportunidad de pasarlo muy
bien. Le conté
a mi esclavo mis planes perversos frustrados y por el simple placer de
humillarlo le avisé de que los llevaría a la práctica en cuanto se presentara
la ocasión. Y para vejarlo más aún, le encargué que estuviera atento e indagara
para intentar localizar a Dylan.
De cualquier forma, no por eso dejé de
acudir a El Pecado, tratando siempre de obtener ese tipo de diversión morbosa
que tanto me gusta, y fue en una de esas visitas que conocí a otro chico con el
que tuve un primer juego morboso, dijéramos de reconocimiento, a base de miradas
cómplices, risas y tocamientos varios, que terminó poniéndome
muy a tono ante
la mirada resignada y atormentada del esclavo. Como consecuencia
de ese buen feeling, unos días después mantuve con él un encuentro muy intenso
y de los mejores que he tenido en mi larga trayectoria sexual. Tanto fue así
que en las próximas vacaciones ya tenemos planeado volver a repetir y
posiblemente más de una vez. Al terminar ese encuentro su comentario fue que
haber follado conmigo había sido otro nivel y que había sido infinitamente más
morboso y sexual el encuentro que con cualquiera de las chicas jóvenes con las
que había estado anteriormente, de lo que fue mudo testigo, como siempre, mi
cornuda mascota, encargada de grabarnos, servirnos y atendernos en todo lo que
se le ordenaba.
Los días de vacaciones ya iban llegando a su fin
cuando acudimos al club una noche más (digo acudimos porque el pelele de mi maridito siempre
me acompaña, aunque no lo considere más que una mascota de compañía
cuya única utilidad es servirme y grabar lo que yo pueda hacer). Esta
vez iba vestida con la ropa más discreta de todas las que me puse a lo largo de
esas noches de morbo. Mi atuendo consistía en unas sandalias negras de tacón
bajo, una falda de cuero negra y una camiseta blanca en la que, eso sí, al no
llevar sujetador se marcaban descaradamente el abultamiento de mis pezones que atraían como un imán
las miradas lascivas de casi todos los hombres con los que me cruzaba. Rematando
el discreto conjunto, adornaba mi cuello un bonito colgante de una parejita simulando
hacer el amor.
Como he dicho, esa noche era ya una de las
pocas que nos quedaban en Vera. Entramos al club siguiendo el mismo ritual
de siempre: pedir
la consumición y esperar acontecimientos. En esta ocasión había
más clientes que otras veces, aunque la verdad es que ese día no estaba yo demasiado
inspirada, no sabía
por qué motivo, pero era así. Después de estar un rato en una mesa en el interior,
le ordené al ciervo salir a la terracita exterior porque había menos ruido, ya
que la música a veces resultaba demasiado estridente. No habrían pasado cinco
minutos cuando se acercó un chico que me gustó bastante físicamente y que de
nuevo y para
mi satisfacción, ignoró al cabestro. Comenzamos
a hablar distendidamente de varios temas hasta que le comenté que yo tenía un
blog muy visitado, y fue en ese momento cuando me interrumpió sonriente, diciéndome
que ya lo conocía, que le parecía muy morboso y era seguidor del mismo y
que también sabía mi nombre, lo que me provocó una sorpresa mayúscula. Con
una mirada de
cierta incredulidad me preguntó que si de verdad no lo había
reconocido ya que era el mismo chico del primer día.
Mi sorpresa inicial dio paso al desconcierto, al
no haberme dado cuenta de que se trataba de Dylan. Debo alegar en mi descargo que quizás
ese fallo fue debido
a que su vestimenta en esta ocasión era bastante más informal o quizás también porque
donde lo había visto la vez anterior fue dentro del pub y con muy escasa luz.
Pero lo que ya me dejó de piedra fue cuando, con una amplia sonrisa, continuó
diciéndome que seguía mi blog desde el verano anterior porque habíamos estado
juntos y fui yo quien se lo dio a conocer, después de un muy interesante y
caliente episodio que ya contaré en el siguiente capítulo de esta historia.
A partir de ese momento y tras las risas
inevitables por mi despiste, nuestra relación dio un giro de 180 grados, la
charla se tornó más íntima y provocadora, acompañada de tocamientos y roces que
derivaron en fuerte calentamiento
para los dos. Le dije que me acompañara a un rincón de la terraza exterior y le
ordené al puto ciervo que nos hiciera alguna foto a los dos juntitos, el cual, con su habitual mirada
mortecina y resignada, obedeció sin rechistar. No tardó mucho Dylan
en meter una mano por debajo de la camiseta para tocarme las tetas, mientras
miraba despectivamente al pelele cornudo que no tenía ni voz ni voto, ante lo
que ocurría delante de su estúpida cara. Me subí la camiseta para que el macho pudiera
contemplar mejor mis pechos y también por darme el placer de que el cabestro fotografiase
bien la excitación que mis pezones declaraban.
Estuvimos un buen rato más divirtiéndonos
morbosamente en la planta calle del pub, hasta que poniéndonos ambos de acuerdo
le dijimos al manso que nos siguiera porque nos apetecía subir a la parte de
arriba, donde se encuentran dos zonas muy bien acondicionadas para el placer morboso de las
ocasionales parejas que quieran utilizarlas, la zona del Cielo y
la del Infierno, esta última que es donde llevábamos idea de terminar
y en la que el cornudo de mi marido tuvo que grabar, calladito y dócil como buen
esclavo cornudo, todo el jueguecito morboso que tanto Dylan
como yo quisimos mantener.
Cuando por fin penetramos en la zona conocida como “El
Infierno”, fuimos hasta el fondo, donde ya me habían explicado días atrás que
existe una habitación con más intimidad cuya puerta se puede cerrar y
por lo tanto permite que el imbécil cornudo pueda hacer esa labor de
inmortalizar las cornadas que le asestamos en una grabación con la que yo tanto
disfruto a posteriori, viendo y recordando todo lo viciosamente vivido, para
normalmente terminar masturbándome el coñito hasta regalarme un intenso orgasmo
a costa de las imágenes y recuerdos.
Nada más entrar en la habitación, ordené al
cornudo que comenzara el trabajo habitual de grabar e inmortalizar su puesta de
cuernos y por el que se gana poder estar presente en los encuentros que yo
mantengo con mis amantes. Mientras tanto, y ante la patética mirada de sufrimiento del
esclavo, Dylan y yo nos tumbábamos sobre la cama y comenzábamos nuestro
ritual sexual sobándonos y calentándonos progresivamente. No
tardó mucho en comenzar a dedear mi coñito, logrando que la temperatura de mi
cuerpo se fuera elevando, hasta que hubo un momento en que apartó mi braga a un
lado decididamente y comenzó a masturbarme lentamente, para más tarde sentir como
su palpitante y húmeda lengua recorría hasta el último rincón de
mi sexo, humedeciéndolo más de lo que ya de por sí estaba. Esa manera tan
excitante y
concienzuda en que me estaba comiendo el coño, hizo que los recuerdos se
agolparan en mi memoria y que comenzara a reconstruir, de
una forma bastante nítida, aquel episodio tan caliente que había disfrutado
el año anterior, cuando nos conocimos por primera vez.